A sus 65 años de edad todavía se resiste a usar un “teléfono inteligente”, redes sociales y WhatsApp. El más chilango de los tamaulipecos ha cumplido medio siglo radicando en el ex Distrito Federal, mientras que quien escribe estas líneas, lleva sólo doce y ambos comparten experiencias en común como dos norteños deambulando en la “ciudad monstruo”.
Tú naciste en Tamaulipas, pero de estos 50 años que llevas en la Ciudad deMéxico, ¿cómo ves todos estos cambios? Yo en cambio, llevo doce años y soy de Coahuila.
¿De qué parte?
¡De Torreón!
¡Ah, gran lugar! ¿Y qué haces aquí? ¡Eres pobre porque quieres! (risas).
Sí, eso ya lo sabía (risas) ¡Pues buscándome la vida en un país centralizado como éste!
Si, todavía centralizado. Hablando de centralismo, Saltillo es la capital, pero Torreón es la fuerza laboral.
De estos 50 años en que la capital ha tenido tantos cambios, ¿crees que la hostilidad ha ido en aumento todo este tiempo?
Es porque cada vez somos más. Hay este mito de que la ciudad es hostil, pero si me he quedado 50 años aquí es porque todavía hay gente amable. Eso como que no vende, la felicidad no vende. Hijos de la chingada hay en todos lados. Como somos un chingo, hay más hijos de la chingada. La hostilidad ha crecido y es más difícil que haya calidad. Para mí en la ciudad es importante que aún haya calidad de vida, que ha disminuido. Antes en la esquina te conseguías un buen taco, como en Torreón vas a una esquina y encuentras buena carne. Pero hay una media tanto en la riqueza como la pobreza.
Muchos somos migrantes del interior de la república y nos tenemos que adaptar a las condiciones de la capital. Desde mi experiencia, puede ser muy propositivo e inquietante a la vez. Todavía hay mucha gente que cree que la Ciudad de México es el mismo infierno y que el interior es un rancho.
No bueno, yo que vengo de fueras, si no es algo totalmente superado es porque también curiosamente se le denomina “chilango” y se ha vuelto un poco más consciente del entorno, de mirarse el ombligo, como bien dices por cuestiones de centralismo, o de caos y catástrofe. En el temblor del 85 mucha gente se fue de aquí e invadió otros territorios, pero sí creo que a raíz de ahí, del “edipismo patrio”, de que “fuera de México todo es cucuchal”, empieza el narcisismo. Cuando yo llegué era un rancho grande que se ha modificado hasta ser una gran frontera. Muchas veces veías mucho cosmopolitismo, sobre todo si venían de la frontera, de Juárez o Nogales, tenían una mentalidad mucho más urbana. Pero a final de cuentas la globalización empieza al interior, para bien o para mal. Mira, a mí me tocaba hacer giras en los ochenta cuando no había ni casas de la cultura en Tijuana o Chihuahua. Después yo comentaba con un amigo promotor de esto: la bronca es que se proyecte una visión central de la cultura cuando hay cultura propia en cada región. En Matamoros o Reynosa las cantinas son cultura: de allá surgió la música más importante que es la norteña, para mí eso es cultura. Un Eulalio González “Piporro” dio un buen cine. Si a eso no le llamamos cultura no sé a qué le vamos a llamar. Ésta es una cultura centralista, que se le lleva a “los barbaros del norte”.
Tú mencionas que uno debe generar sus propios proyectos y su propia independencia. Yo siento que el mexicano por naturaleza no es independiente y eso genera un montón de disgustos como: “si se recorta el presupuesto de cultura no tenemos apoyos”, creo que viene de esta mentalidad.
Pues es un trauma histórico, siempre se refiere a uno mismo como alguien ajeno y desde ahí ya empieza un abandono del ego y de la individualidad, cosa que nos sobra a la mayoría, somos como los argentinos de este país. El amor propio, y la revaloración del ego es cosa que creo que no se conoce como del centro ‘pa bajo y curiosamente ese centralismo aparece en la política nacional. Esta nostalgia de “lo que puedo haber sido y no fue”, de la violación a La Malinche, de ser emperadores caídos y se olvida todo el esplendor del Virreinato, que no es solo Sor Juana. Luego, con la Independencia viene un trauma mayor porque es una revoltura: si unos son parcialmente aztecas, teotihuacanos, mayas, etcétera. Yo le tengo un poco de desconfianza a la palabra “independencia” porque ha sido tan manoseada que tal parece “codependencia” o “soy independiente, pero tengo una beca”.
«En Matamoros o Reynosa las cantinas son cultura: de allá surgió la música más importante que es la norteña, para mí eso es cultura. Un Eulalio González “Piporro” dio un buen cine. Si a eso no le llamamos cultura no sé a qué le vamos a llamar».
O lo que le llaman ahora música indie ¿Qué es eso? Ahora dicen que tal banda hace rock indie y ese mote ya tiene como 15 años.
¡No sé! Supongo que es un pretexto para no hacer nada (se ríe). Es un mote que ya es anticuado. Ahora, en vez de arrojar luz voy a arrojar tinieblas. Yo no pretendía ser independiente, es una cultura, no sé si porque tenía que ver la familia en que nací o las regiones donde crecí. El rock se generó desde abajo a partir de la independencia, pero había obviamente gente dispuesta a generar una economía activa, no inactiva. Yo, después de 15 años de dar tumbos por esta ciudad, llegué con alguien que quería ser productor apostando su dinero y comenzó una gran aventura. Él es Eduardo Salamonovitz Weinstock alias “Eduardo Salas”, letrista de «Mi ciudad» de Guadalupe Trigo. La grandeza de este país no solo fue por los aztecas, sino por los judíos y palestinos que vinieron acá. Después él dejó un rato los negocios de su familia e hizo una lana. Nos encontramos a gente de Parras, Coahuila como Álvaro Dávila, una compañía productora independiente, capital, no sólo económico, sino artístico. Y pasaron muchas cosas a mediados de los ochenta, éramos una compañía independiente, sin presumir que lo éramos. El mismo Raúl Velasco dijo: “¡Esto es lo que necesita Televisa, se está cayendo a cachos! ¡Necesitamos productores independientes!
Ah, ¿ya desde entonces se caía Televisa a cachos?
¡Sí! Entonces, mucha gente que no era independiente y que presumía de serlo se acercaba para ser artista de Televisa, no para generar un producto independiente dentro de ella. Yo no pretendía ser independiente, sin embargo, lo que he hecho es involuntariamente independiente porque sí creo que lo que no hagas tu nadie lo va a hacer.
De acuerdo con eso…
La mejor manera de proteger lo que amas, o sea tu trabajo, es saber cobrar; eso lo aprendí con el tiempo. Al principio cobraba para que no me vieran la cara de pendejo, esa no se me ha quitado, pero aprendes que amas hacer canciones y hasta vivir de ellas como buen padrote. ¡Si son tus hijas eres un padrote de lo peor! (se ríe). Hay algo que tipifican como el “trabajo intelectual” en otras latitudes, pero en un país de barbarie como éste es lo que menos se protege. Es un país que vive de sus reservas petrolíferas, no de su reserva intelectual. La delgada línea entre el desarrollo y subdesarrollo es el privilegio del trabajo intelectual, cultivarlo, cosecharlo, promoverlo, en el amplio sentido de la palabra: científico, artístico, tecnológico. En México resulta que dependen de un estado corporativista, porque la pobreza es su capital político. Esto salvo honrosas excepciones, los que llaman “pinches judíos, pinches árabes”, que son los que generan un capital, los criticables. Estoy diciendo algunos, a lo mejor no todos. Estoy generalizando, pero como no es una costumbre saber aprender a cobrar, sí es la mejor manera de proteger tu trabajo.
«La mejor manera de proteger lo que amas, o sea tu trabajo, es saber cobrar; eso lo aprendí con el tiempo».
¡Ese es un tema bien complicado!
¡Claro! Y a partir de eso, generar empleos, apostar por lo que tú quieres hacer. Y a partir de eso entonces sí tienes conexiones con quien te reclama para un trabajo, incluso las instituciones o las instancias de los que viven otros. Yo no he vivido de una beca, tampoco critico a quien lo hace, ni vivo de ser artista exclusivo de una televisora. Lo quisiera, pero no se ha dado.
¿En serio?
Bueno, en determinado por momento por producto de mi trabajo. Sí he estado en una compañía trasnacional, por tres años nada más, no se pudo por cuestiones que no estaban bajo mi control. Creo que uno genera una necesidad en la realidad, si hay una buena relación entre realidad e irrealidad todo puede suceder. Puedes generar un mercado que no existía, ya sea pequeño, mediano, grande. Y pues nunca tienes nada seguro, a fin de cuentas, pero te percatas que has generado una economía activa, no una activa que pide limosna o un “pélenme porque soy de tal corriente” y haces todo un discurso cuando resulta que lo que tocas es puro discurso o estas meroliqueando para que te den un subsidio.
Eso es más común de lo que parece…
Y peor aún, los que se acercan a causas dizque nobles, ideológicas, y sacrifican lo principal que es su independencia: sus ideas. En México las ideologías se alimentan de ideas cuando (en sentido inverso y biológicamente) debería ser que las ideas generen ideologías. Yo lo que veo es que las ideologías cooptan ideas. No sé por qué hay tanto colega que presume de independencia cuando han sacrificado sus ideas a una ideología.
Dices que en el trabajo hay que tener aliados. No sé si el rock mexicano actual esté generando los aliados adecuados. Te lo digo porque que están criticando a Rubén Albarrán porque hizo un dueto con Bad Bunny, por ejemplo, y siento que esas son las estrategias de ahora. Recuerdo que un día me dijiste que el reguetón es una música valida.
Sí, desde luego, la forma no es exactamente el contenido y a veces parece que el contenido es lo que dicta sobre la forma, pero el reguetón no se dio por generación espontánea sino por el calipso. Si tú le pones un contenido que es francamente aberrante, pues es cuestión de cada quien. Hay gente que les gustan las cosas aberrantes, pero yo no me voy a poner de inquisidor, simplemente no lo consumo y punto. Si Rubén Albarrán cree que va a generar del contenido más allá del mercado que mueva las aguas, perfecto, ¿no? Ya que si es mera frivolidad… (se ríe) A mí la frivolidad me es atractiva, pues igual, espero que lo goce. Pero tener un prejuicio y que me pregunten que qué pienso de eso, pues necesito oírlo, no lo he hecho porque he estado desconectado. Pero lo importante aquí es que hay que generar aliados. En mi experiencia generar un trabajo a partir de los amigos no es muy positivo, pero a través del trabajo generar una amistad sí, a eso me refiero con los aliados.
En México las ideologías se alimentan de ideas cuando (en sentido inverso y biológicamente) debería ser que las ideas generen ideologías. Yo lo que veo es que las ideologías cooptan ideas. No sé por qué hay tanto colega que presume de independencia cuando han sacrificado sus ideas a una ideología.
Hay que tomarlo muy en cuenta en la vida…
Pues una gran parte de la realidad son apariencias, pero cuando vas más allá de esas y crees que es el aliado idóneo, es que las cosas empiezan a ocurrir. Ya ves con ironía que el que parecía tu enemigo resulta ser tu aliado y a la inversa, crees que con tu amigo puedes trabajar y no.
¿Entonces para tí la frivolidad resulta atractiva?
Porque a veces encuentro que no está en los extremos realmente lo que a mí me satisface y me causa placer. Uno conoce bien los extremos. A partir de eso comienzas a practicar la confluencia, esa zona fronteriza donde están la cordura, la locura, el amor, el odio, la letra, la música, la ebriedad y la sobriedad, es la que no me interesa a final de cuentas.
Tienes ahora 65 años. A mí me cuesta trabajo imaginarme a esa edad ¿Qué es lo que te falta generar como artista? En tu caso con tantos años de carrera, sabemos que si de por sí la vida es complicada, lidiar con el día a día, con los cambios sociales, políticos, la economía, de buscar el sustento. ¿Cómo has hecho tú para mantener la cordura?
¡Ah, no sé! Sí me lo preguntaba hace muy poquito. Estaba en una fiestecita donde hablábamos precisamente de excesos y de gente que ha causado baja, algunos más temprano que tarde…
Como Armando Vega Gil, por ejemplo.
Sí, pero esa fue una decisión suya. También lo hizo Ramón Córdova, que era más joven que yo. He conocido a otros de la vida bohemia, que sabes que te va a matar como el alcohol o cierto tipo de drogas, o las revolturas. Y por supuesto, yo he estado en eso y he tenido revolcones y estuve a punto de morir a los 35 años por excesos. Si no hubiera sido por una amiga que me pasó a ver cómo estaba -nos fuimos antes al cine- y estaba yo solo, me dio un shock de hipoglucemia y me llevó al hospital a tiempo. Con eso te pones como muégano.
Yo tuve uno parecido y sé de lo que hablas, pero el mío fue adrenalínico.
Ya cuando los identificas sabes a qué estas expuesto. Vas encontrando el equilibrio en los excesos y lo que te funciona a ti no le funciona a otro. Vas encontrando maneras de sobrevivir, pero sobre todo a veces llevas un ritmo, como «en los principios de semana me construyo, los fines me autodestruyo”. Eso me gusta porque no me agrada estar totalmente sobrio ni ebrio totalmente. El alcoholismo no es una enfermedad, la cruda sí (risas), entonces hay que saber curársela. Puedes intercambiar recetas, o llevar cierto tipo de vida o hacer ejercicios, pero sobre todo con el trabajo. Hay gente que entra en la yoga o a ceremonias. Para mí es un rito hacer lo que hago, creo en la rutina, si no hay placer en la rutina o la disciplina, no me interesa y eso es lo más difícil. También en el trabajo que empiezas desde que no te pagan hasta que lo pagan. Para ponerte en un escenario, que es donde se supone que te deben pagar, hay mucho que hacer antes, cuando no te pagan, hasta que lo hacen. Y dentro de eso está que encuentres un equilibrio, pero es bueno vivir el desorden. Por eso lo que te digo de Armando es aparte porque él aparentemente tenía una disciplina en muchas cosas que le funcionaban. Yo tuve cierta cercanía con él. Tuve un tipo de amistad parecida a la intimidad y yo sabía que él era sumamente sano. A lo mejor le faltó vivir bien la parte de la insanidad y cometió un acto insano en el suicidio, pero no soy nadie para juzgarlo así. A mí me sorprende que un tipo que, conociendo a muchos de nuestra camada, y hablando de sexo, drogas y roncanrol, tampoco era el máximo representante. Ya lo que traía en su “guacamole existencial” no lo sé. O el por qué le dio por tomar una decisión tan violenta. Yo tengo ciertas especulaciones muy personales que no se me hace decirlas más allá de mi boca, porque creo que estoy cometiendo una injusticia a su memoria.
Para mí es un rito hacer lo que hago, creo en la rutina, si no hay placer en la rutina o la disciplina, no me interesa y eso es lo más difícil.
Bueno, yo me llevaba bien con él, aunque no era mi amigo.
Yo igual. Había momentos en que simplemente marcaba su distancia, pero no creo haber tenido una bronca con él. A veces te enteras de chismes, de que tenía alguna cosa guardada, no sólo conmigo, con mucha gente. Tenemos ese tipo de cosas, decepciones que a veces no las manifiestas severamente. Y todavía me gira qué pudo haber sido lo que llevó a un tipo aparentemente pacifico a atentar contra sí mismo. Pero además, a saber hacerlo. Sé que dentro de su sanidad corría maratones, y de repente hace lo más insano que fue su manera de vivir la confluencia entre la locura y cordura.
¿Entonces ahora qué podemos esperar nosotros de tu “guacamole existencial”?
Yo en primera no hago guacamole (risas).
Lo digo porque la vida es muy corta y uno no sabe que cuando va a volver a ver a las personas.
Pues mira, nunca he tenido muy como motivo la muerte, aunque sé que está próxima, por alguna razón, ya sea accidental o enfermedad. Cuando cumplí 50 lo escribí en esta canción de «Fade In Fade Out» que grabé hace un año con Alonso Arreola. Para mi hasta esa edad era algo ajeno, ahora hay una alta probabilidad de que me muera, pero hay sentimientos de que entre más cerca de la muerte más amas la vida. Y no porque seas muy constructivo, a lo mejor puede ser hasta compulsivo. Empiezas a sentir que vida solo hay una. Si ya la frivolidad me motiva es porque creo que he encontrado la profundidad en ella y viceversa, como ir de la superficie al fondo, andar del fondo a la superficie.
Como los buzos…
Sí, pero yo “blueseo”, más que buceo (risas).
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