ya no estoy aqui

«Ya no estoy aquí»: la deuda con una generación

Violencias, familiares, masculinidades, migraciones fallidas, algunas reflexiones en torno a Ya no estoy aquí, la película de Fernando Frías de la Parra.

(Este texto tiene la intención de plasmar algunas interpretaciones y reflexiones que surgieron después de ver la película, pero no aspira a ser una crítica o una valoración artística. Advierto que el texto hace referencia a varios hechos de la trama)

Ya no estoy aquí, la película de Fernando Frías de la Parra, estrenada en Netflix, retrata la realidad de un sector social que había sido poco visibilizada en productos culturales y medios de comunicación. Incluso se puede afirmar que históricamente su participación ha reproducido estereotipos que reafirman prejuicios infundados. Por eso la película se presenta como un acto de rebeldía dentro de la industria cinematográfica. Y es una buena noticia el éxito que ha tenido dentro de la plataforma, ya que demuestra que sí existe un interés por este tipo de producciones. Sin embargo, también han surgido reacciones que denotan el arraigo del clasismo y la fragilidad que exhibe el privilegio cuando se muestra una situación desconocida, que al mismo tiempo contradice la idea del progreso en una sociedad como la regiomontana. 

La historia de Ulises, un joven apasionado por la cumbia colombiana y habitante de una de las colonias más pobres de la zona metropolitana de Monterrey presenta cómo se vivió una parte de la etapa de la guerra contra el narcotráfico que emprendió Felipe Calderón durante su sexenio y el reto que representa la migración. Con la música y el fantasma de Celso Piña de fondo, se aprecia un proceso de desintegración social como consecuencia de, sí, la violencia, pero sobre todo de la ausencia del estado: no sólo éste es incapaz de proveer herramientas que faciliten el desarrollo de la zona, sino que ni siquiera funge como una opción para recurrir en caso de que una vida corra riesgo. Así, la amenaza de un grupo criminal sólo deja la opción del exilio. 

Su presencia sólo se ve reflejada en las paredes que sirven como escaparates para anunciar a los políticos que aspiran a ocupar un puesto público y cuando realizan operativos para detener a alguien. Al igual que en los mensajes del entonces presidente difundidos en los medios de comunicación que presentan la narrativa que justificó una guerra que tuvo como principales víctimas a las poblaciones más vulnerables del país. En este sentido, la película acierta en presentar la distancia que tenían esos mensajes con la realidad. 

La violencia familiar, aunque no es un mensaje predominante, surge como una explicación de la búsqueda que realizan los jóvenes para encontrar un nicho en el cual socializar y generar un sentido de pertenencia. Las dos escenas que presentan a Ulises dentro de su casa reflejan la hostilidad que se vive dentro de hogares en situación de pobreza, lo cual impulsa a salir a la calle y desarrollar ahí los valores necesarios para sobrevivir. 

Y es con Los Terkos, una pandilla formada por adolescentes que no alcanzan la mayoría de edad y que comparten el gusto por las cumbias rebajadas, donde Ulises encuentra ese sentido de pertenencia. Por lo que vemos, sus actividades se reducen a escuchar música, bailar y asistir a fiestas en donde hacen lo mismo. Esta contracultura conocida como los cholombianos, documentada por la fotógrafa Amanda Watkins, entre otros, era ajena a la violencia y a la lucha territorial de las bandas que vendían droga en la zona. 

Empero, en la película sí vemos un nexo con una de ellas, el cual se entiende más por una vieja relación del hermano fallecido de Ulises que por una participación directa en sus actividades. Cuando se interesan en comprar un dispositivo electrónico con miles de cumbias rebajadas tasado en mil 500 pesos, Los Terkos se presentan afuera de una escuela para pedir de una forma amenazante algunas monedas. Ahí tienen su primer encuentro con un grupo criminal, que los amenaza y les exige retirarse.

Las dos escenas que presentan a Ulises dentro de su casa reflejan la hostilidad que se vive dentro de hogares en situación de pobreza, lo cual impulsa a salir a la calle y desarrollar ahí los valores necesarios para sobrevivir. 

Una noche, cuando Los Terkos se dirigían a su casa, una camioneta los alcanza y con metralletas sube a la fuerza a Ulises y a uno de sus amigos. Ya arriba, la amenaza se hace más explícita: “Se creen bien vergas, putos. ¿Quieren dinero, güey? Pónganse a jalar a la verga, putos. ¿Qué tienen que andar como pinches limosneros panochones, güey? ¿Quieren jale güey? Aquí hay jale de a madres. Si son culos, quédense en su pinche casa. No los quiero volver a ver en la pinche calle porque me los voy a fumar, putos. ¿Se creen verga, putos? Aquí se reportan conmigo. A ver si así se les quita la maña de andar vestidos así, güey. Porque me los voy a fumar a la verga, putos. ¿Entendieron?”

El diálogo refleja un apego con el discurso meritocrático que funciona para sostener la idea del sistema económico capitalista y hace una clara referencia a los comportamientos normativos de la masculinidad. Esta interacción se relaciona con una de las tesis de la profesora investigadora titular del Colegio de la Frontera Norte, Sayak Valencia, quien ha estudiado los procesos de violencia y determinado que estos se pueden someter a una lógica de producción capitalista. 

“Cuerpos concebidos como productos de intercambio que alteran y rompen las lógicas del proceso de producción del capital, ya que subvierten los términos de éste al sacar del juego la fase de producción de la mercancía, sustituyéndola por una mercancía encarnada literalmente por el cuerpo y la vida humana, a través de técnicas predatorias de violencia extrema como el secuestro o el asesinato por encargo”, define la académica en su libro Capitalismo gore. 

El tema de la masculinidad tiene una implicación más amplia, porque no sólo se liga a la operación de grupos criminales, sino con la representación del estado y el ejercicio de la violencia como la mejor opción para combatir el tráfico de drogas. 

Sobre el tema, Valencia asegura: “Las construcciones de género en el contexto mexicano están íntimamente relacionadas con la construcción del estado. Por ello, ante la coyuntura contextual de México en la actualidad y su desmoronamiento estatal, es necesario visibilizar las conexiones entre el Estado y la clase criminal, en tanto que ambos detentan el mantenimiento de una masculinidad violenta emparentada con la construcción de lo nacional, lo cual tiene implicaciones políticas, económicas y sociales que están cobrando actualmente un alto número de vidas humanas, dada la lógica masculinista del desafío y de la lucha por el poder y que, de mantenerse, legitimará a la clase criminal como sujeto de pleno derecho en la ejecución de la violencia como una de las principales consignas a cumplir bajo las demandas de la masculinidad hegemónica y el machismo nacional”. 

Éxodo

La película relata paralelamente dos etapas de la vida de Ulises: el tiempo en el que lo vemos en las calles de La Independencia con Los Terkos y su huida a Estados Unidos después de un malentendido en un múltiple asesinato de miembros de la banda Los Pelones. Su viaje es otra muestra de la brecha social de la región, ya que lo hace escondido en un compartimento de una camioneta perteneciente a una empresa que provee servicios de viaje a McAllen, la cual lleva en ese momento a un grupo de mujeres que realizan sus compras en la ciudad situada al sur de Texas.

Su destino es Nueva York y ahí lo vemos desarrollarse, al principio, en un trabajo de construcción con un grupo de migrantes. La relación con ellos es complicada y constantemente se burlan de él por su aspecto. Finalmente, un sentimiento de amenaza que le genera durante una reunión con mujeres a uno de sus compañeros resulta en una confrontación, otra huida del departamento donde vivían y en una golpiza que lo deja deambulando por las calles sin dinero y sin un lugar donde pasar la noche. 

Después de ver opciones de renta y darse cuenta de que no puede costearlas, decide irrumpir a la azotea de un edificio en donde vive Lin y su familia. Ella es una chica asiática que inmediatamente genera interés por el aspecto de Ulises, lo cual se puede entender como la principal razón para que no lo delate con su abuelo, junto con su necesidad por conversar con alguien. Durante el día consigue trabajar limpiando el área y se abre la oportunidad de interactuar con Lin, quien no deja de hacerle preguntas que él no entiende. 

Con mucho esfuerzo logran un entendimiento entre ambos. En una especie de cibercafé, Ulises le enseña en una red social desaparecida quiénes eran sus amigos y también se percata de algunos cambios que se han generado desde su partida. 

Su historia en Nueva York es un retrato de las complicaciones a las que se enfrentan los migrantes para desarrollarse. No todas las historias son casos de éxito y más allá de la policía migratoria y las complicaciones del viaje, están las ciudades, monstruos hostiles que no brindan muchas oportunidades. 

Sin oportunidades de trabajo a la vista decide bailar en el metro de Nueva York y en algunas de sus calles las cumbias rebajadas que antes bailaba la periferia de Monterrey. El interés que despierta se ve opacado por el miedo a la policía y la barrera del lenguaje, ya que no entiende que no lo quieren detener por bailar, sino que tratan de decirle que sólo necesita un permiso para hacerlo. 

A la deriva, vulnerable y afectado por la imposibilidad de adaptarse y encontrar opciones para sobrevivir, se corta el pelo, su distinción, su relación y añoranza con lo que dejó en Monterrey. Un día la policía lo detiene y en lugar de parecer una mala noticia, se interpreta como la justificación perfecta para regresar.

Su historia en Nueva York es un retrato de las complicaciones a las que se enfrentan los migrantes para desarrollarse. No todas las historias son casos de éxito y más allá de la policía migratoria y las complicaciones del viaje, están las ciudades, monstruos hostiles que no brindan muchas oportunidades. 

Actualmente, el flujo migratorio de Centroamérica se ha situado en la agenda por las políticas de Donald Trump y las revelaciones periodísticas de la violencia a la que son sometidos durante su paso por territorio mexicano. También se han visibilizado las razones principales del éxodo: violencia y pobreza. En este caso, la película también es un ejercicio de memoria necesario: en México miles de personas han sido forzadas a dejar sus hogares en busca de un lugar habitable. 

El regreso: La exacerbación de la violencia  

Su retorno tenía implicaciones delicadas. La causa de su salida también había dejado a su familia vulnerable, la cual había tenido que mudarse a otra zona de la ciudad. Por esa razón para su madre no era viable su regreso, ya que representaba una amenaza de muerte. Y quizá esa es la razón por la que no lo vemos llegar con su familia, sino directamente a los callejones de la colonia Independencia, los cuales muestran que las cosas han cambiado. El mismo Ulises luce ajeno a las nuevas formas de convivencia y a los grupos de jóvenes que recorren las calles. No hay rastro de Los Terkos. No hay porque la pandilla ya no existe, se mezcló con las bandas criminales y vemos a distancia el velorio de Isaí, que es despedido con una cumbia y con dos balazos, porque “ese puto siempre le dio para delante”.  En la última secuencia de la película vemos un bloqueo en las calles de la ciudad, un recordatorio de lo que se vivió en aquella época, y la reacción de la policía. Un ciclo que no termina.