Cuando muchos decían que Rosalía era cada vez más mainstream, que sus colaboraciones eran meros artilugios comerciales, y que terminaría siendo una artista más de música urbana, regresa de manera magistral con un tema que resulta un golpe de autoridad.
Al principio se dio a conocer con el disco Los Ángeles (2017), donde cantó temas viejos relacionados con la muerte, sin más acompañamiento que la guitarra y producción de Refree. Muchos la vieron como la nueva voz del flamenco español gracias a su alto nivel de ejecución. Si bien los puristas decían que de flamenco no tenía nada, ella no se detuvo en eso y continuó un camino bordeado por la evolución.
Entonces llegó El mal querer (2018), y con ello una autenticidad e independencia creativa al mezclar géneros urbanos como el R&B y el trap con el cante flamenco. Se necesita ser muy descarado y falto de prejuicios para lanzar semejante apuesta. No solo dio un paso hacia el frente musicalmente, sino que estéticamente lo venía haciendo desde su primer disco dejando a un lado todos los clichés de la tradición flamenca. Ella se presentaba como una cantaora que calzaba tenis Nike y vestía ropa Adidas. Su proyección estalló mundialmente y todo el mundo habló de ella. Los críticos la reconocieron por un lado, y la comenzaron a crucificar cuando realizó colaboraciones con artistas como J Balvin. Estaban leyendo tan solo el encabezado. La mayoría de la gente poco se percató de que su disco era de una envergadura y concepto atemporal. Trascendía a la tradición y no solo la actualizaba sino que la transformaba. Me pregunto si la masa estaba entendiendo la trascendencia del arte de la catalana. Rosalía no solo jugaba con la música, sino con la historia y los conceptos.
Entonces se habló de una saturación de Rosalía, quien salía en todas partes y se hablaba mucho de ella. A algunos esto les dio indicio para pensar que ya estaba hecho, que ella se quedaría en la zona de confort y se convertiría en otra artista de música urbana. Famosa, eso sí, pero igual que muchas otras. Y cuando la ola urbana la abrazó, ella da otro paso de frente y rompe con cualquier cosa que se pudiera esperar de ella al lanzar “Juro que”, un tema de una fuerza vocal impresionante y un cante por demás explosivo en la más clara tradición del flamenco.
Pero ojo, no se trata de que Rosalía volviera a lo que hizo en su primer disco, al cantar solo acompañada de guitarra y cobijada por las melodías angustiantes del flamenco. No, nuevamente Rosalía toma la tradición y la transforma, evoluciona su arte, que no solo su música porque su canto en esta joya es de un nivel más que alto. Y si ponemos atención, encontramos elementos como el autotune del trap y los bajos profundos característicos de música urbana, en una pieza que al escucharla cualquiera la asociaría solo con el flamenco y no con la actualidad musical. Y sin embargo Rosalía lo hace, vuelve a juntar tradición y modernidad de una manera diferente a lo hecho anteriormente por ella misma.
En tiempos en que todos los patrones se repiten y la copia es pan diario, es de aplaudir al arrojo de una cantante que está haciendo lo que ella quiere y no lo que la industria espera de ella. Muchos seguirán gritando que está sobrevalorada. Otros disfrutaremos sin resistencia lo que la música nos ofrece. Y ¡olé! con Rosalía.