El punk ruge de nuevo mediante otra faceta literaria y periodística. En este libro desfilan luminarias de la escena estadounidense de los noventa como Thurston Moore, Kathleen Hanna, Sleater-Kinney, Negativland, cineastas, diseñadores gráficos, activistas políticos, incluso el lingüista Noam Chomsky. No te debemos nada, (We owe you nothing) más que una serie de entrevistas con estos personajes, es una colección de testimonios recolectados de la revista Punk Planet de Chicago y seleccionadas por su editor Daniel Sinker quien la guió de 1994 a 2007. Éstos narran una época en que el género brillaba con otro fulgor, a diferencia de Reino Unido y otros países donde también hizo eco como México o Argentina.
Aprovechando éste furor periodístico, la editorial Walden de Buenos Aires, Argentina, se dio ala tarea de compilar y traducir este libro y presentarlo a un público de habla hispana. Esta es una entrevista con su editor Ariel Pukacz, joven porteño de 31 años, aficionado al punk, egresado de Comunicación y melómano.
En México somos más cercanos geográficamente a Estados Unidos, pero ¿qué tan difícil resulta la distancia con ustedes para importar productos de rock?
Lo que pasa con los libros fue comprar los derechos y manufacturarlos en Argentina, los imprimimos allá.
¿De qué modo ha afectado la crisis al sector editorial argentino?
Los derechos se compran en dólares, el papel y la tinta también están dolarizados y eso afecta el precio de los libros. Hay que subirlos para poder reimprimir y no quedar desfasado con los derechos; es una cuestión de ir viendo como modificar el derecho para que el producto no sea prohibitivo, pero que siga dando una ganancia.
¿Cómo ha sido tu experiencia editando libros, ¿por qué te atraen estos temas?
Esto surgió cuando empecé el colegio secundario, un poquito antes por 2001-2002, escuchábamos punk, hardcore y siempre me gustó mucho el papel, leer y leer sobre música. Los fanzines para mi eran un lugar hermoso para aprender y me pareció súper lindo el hecho de que cualquiera pudiera hacer uno, aunque no esté formado académicamente, sino con ganas de decir algo, por eso empecé a hacerlo. Yo estudié periodismo y eso me llevó a hacer mi propio espacio para escribir y a trabajar la editorial. Nuestra intención es publicar libros que nosotros leeríamos, o cualquier producto de manera independiente porque de los grandes grupos no hay interés más que comercial. Nosotros queremos que se conozcan, compartir cosas que nos importan y tener una veta comercial, pero lo que nos interesa es difundir textos que para nosotros son importantes y la edición es un proceso de aprendizaje. Yo no estudié eso y es una problemática, de cada libro aprendo un montón y hace que el libro anterior sume la experiencia. Creo que siempre el próximo libro será mejor.
Eso me parece muy ambicioso, porque en cada producto es fácil caer en la auto contemplación y complacencia con uno mismo
Sí, no, no. Estamos felices por los libros que estamos sacando, pero siempre nos entusiasma el siguiente proyecto, si no fuera así lo dejaríamos de hacer.
¿Qué otros libros han publicado con Walden?
Hay una editorial llamada Dobra Robota con la que editamos una serie, se publicó en Gran Bretaña, y es un ensayo o análisis de un disco en particular, llevamos uno de Velvet Underground y Nico, Selected Ambient Works de Aphex Twin, sacamos el Marquee Moon de Television y el siguiente es sobre Kid A de Radiohead. Es un ensayo de un periodista estadounidense y habla de cómo es el gran disco de inicios del siglo XXI; tuvo un sitio web especial, pequeños videos de un par de segundos y un montón de detalles muy innovadores.
Eres joven, pero tienes un interés muy especial por la edición impresa que te importa que no muera
A mí me gusta el papel, me gusta resguardar el papel de archivar y eso sucede más con revistas, libros. Para mi es importante cómo ordeno los títulos para que haya una cohesión, una lógica. El trabajo de recuperar a que se pierdan las revistas viejas. Hay un proyecto que se llama Ahira, que es el archivo histórico de revistas argentinas, que lo que hace es digitalizarlas, y no solo publicaciones de Buenos Aires, para ponerlas en circulación nuevamente porque la cantidad de ejemplares es limitada. Revistas que tuvieron de director a Borges, Cortázar, eso para mí es lo lindo, ahí se puede cruzar lo digital con lo tangible con ese material. Este proyecto tiene un par de años. La crisis obstaculiza todo, pero no sé si puntualmente a ese proyecto, aunque sí a las editoriales, pero a la vez éstas siguen publicando. En vez de sacar diez títulos por año sacan seis, pero por suerte se sigue haciendo.
Ahora hay nuevas formas de lectura, los estudiantes jóvenes se concentran menos en el papel y solo leen encabezados y ese el problema de leer una nota completa y su comprensión. Siento que afecta la manera en que percibimos ciertas lecturas.
Sí, porque obliga a que el medio modifique su estrategia de comunicación y si no sabes si un lector te va a leer el título y el primer párrafo tienes que sacar el modo estratégico de que quiera seguir leyendo y no es que sea periodístico que el lector quiera interesarse.
«En todas las provincias (de la Argentina) hay una pequeña escena punk o hardcore, hay fanzines. Hay unos chicos de Tierra del Fuego que nos lo mandan por correo, y otros de diferentes provincias.»
Ese es el reto como editor…
Yo dirijo un libro de 500 páginas a un tipo de lector. Sí es algo masivo porque la cantidad de entrevistas que tiene cubre diferentes tópicos, no te obliga a una lectura cronológica. Para un público que no es tan constante puede tener una lectura extendida.
¿Cómo es hablar de punk de los 80-90 a una generación que oye más reggaetón y que no sepa el tema?
Pero no apuntamos a esa gente, los que siguen escuchando hardcore y punk siguen existiendo. Conozco gente de 18 a 20 años que lo escuchan, o música alternativa, es una palabra que no me gusta, pero es para explicar músicas más laterales. El público lo tenemos muy claro, sería ridículo venderles este libro a ellos. A mí no me gusta el reggaetón, pero cada uno escucha lo que quiera y no trataría de convencer a alguien que el reggaetón es algo que no es bueno musicalmente o que no tiene un valor porque simplemente a mí no me gusta. Yo me muevo por otro lado cuando simplemente no me pasa por el costado; no conozco artistas ni nombres, pero no tengo ninguna clase de conflicto.
¿Todavía es fácil conseguir fanzines en Argentina?
Hay que salir, ir a buscarlos, hay que ir a recitales, a ferias, ir a interactuar con las personas, como el de una chica llamada Denise Pérez,que tradujo el libro, que tiene uno llamado Educación cínica.
¿Un tema como el punk sí tiene alguna repercusión fuera de Buenos Aires?,¿qué tanto interés hay?
En todas las provincias hay una pequeña escena punk o hardcore, hay fanzines. Hay unos chicos de Tierra del Fuego que nos lo mandan por correo, y otros de diferentes provincias. Quizás uno no conoce o no está en contacto, pero la existencia es un hecho.
A mí me gustan Sumo, Patricio Rey, aunque no sean punk, pero yo me quedo intrigada por la escena de Argentina.
Eso existe desde los ochenta y hay muchas publicaciones. Hay una antología de un fanzine llamado Resistencia de Patricia Pietrafesa que toca en Kumbia Queers, hay un libro de Buenos Aires Hardcore de los 90 y hay uno sobre revueltas punk, Gente que no, otro sobre el punk Derrumbando la Casa Rosada, y otro sobre ska. En los últimos años se documentó mucho, hubo un análisis, de la historia del rock moderno y el hardcore.
¿Por qué en Argentina les gusta tanto el ska, el reggae, que son derivados de algún modo, estando tan lejos de Inglaterra?
En gran parte por Luca Prodan, cantante de Sumo, que estudió en Inglaterra. Era italiano y él trajo el reggae, pero pensado desde una perspectiva del punk; era muy interesante su aproximación.