El año 1999 marcaba el fin de siglo y con ello toda una serie de teorías conspiratorias y catastróficas. Mucho se había vaticinado el fin del mundo al llegar el año 2000, y aunque todos sabían que eso no ocurriría, especular sobre el futuro era una forma entretenida de darle la bienvenida al siglo XXI. No por nada todas las computadoras existentes en instituciones del país tuvieron que ser adaptadas para no enfrentar problemas con los nuevos algoritmos por venir.
La película La ley de Herodes, una fuerte crítica al sistema de gobierno mexicano, directamente al PRI, fue lanzada ese año y ganó varios premios y una gran aceptación por parte de los mexicanos, quienes veían reflejada una realidad que hasta entonces solo permitía reírse de la suerte propia. No era coincidencia, los aires del país estaban comenzando a ventear en una diferente dirección y en estados como Tlaxcala y Nayarit triunfaba la oposición. El PRI por primera vez somete a votación a los precandidatos para la presidencia de la república; el gobierno capitalino está en manos de la oposición y en la UNAM estalla la huelga más larga de su historia.
Este contexto sirvió también como terreno fértil para que naciera uno de los eventos que transformaría la industria musical, en especial la del rock, e influyera en la forma y el fondo de los futuros eventos masivos, así como en la cultura de los jóvenes mexicanos: El Festival Vive Latino.
Hace 20 años nació como Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino, reuniendo a una significativa cantidad de grupos de toda esta zona para presentarse en vivo, y así reunir en un mismo espacio a grupos, público e industria interesados en la cultura del rock, lo cual en iberoamérica tiene un sentido amplio pues ahí convergen también el reggae, el ska, el pop, la música de fusión, el hip hop y muchos más géneros afines.
Después del Festival de Avándaro, realizado en el 71, el rock y géneros similares fueron víctimas de persecución política, hecho que terminó por volverlo marginal y no hubo ningún evento de las mismas dimensiones hasta que apareció el Vive Latino. Por eso la relevancia de dicho festival, porque llegó a marcar un antes y un después en la industria del rock. Ha sido un elemento importante en el desarrollo no solo de la escena nacional, sino internacional.
Consolidar una industria
David Cortés, periodista musical, señala que más allá de lo que se le pueda criticar, este festival ha sido un acierto, y agrega: “Como muchas cosas, ha generado vicios (no pagar a algunos grupos, crear la imagen de que llegar a él es la meta, atención solo al desmadre y no a la música por parte del público), pero también ha servido para consolidar una industria que, desafortunadamente, no logra fortalecer el vínculo underground-mainstream”.
Algo similar opina Humberto Calderón, manager, músico y conocedor de la industria, al decir que, si bien es importante y positivo que haya un festival como éste, que logre conjuntar tantas y tan diversas propuestas musicales iberoamericanas, es necesario que tenga un espacio más grande para bandas nuevas. Ya que, si bien es entendible la prioridad hacia las bandas más conocidas, al tener un público cautivo se abre la posibilidad para que involucren a bandas nuevas, para las cuales no es nada fácil llegar al festival y podrían ser expuestas a un público más amplio.
No todo ha sido color de rosa en estos 20 años de vida. Es cierto que para una banda novel no es sencillo tocar ahí. También es cierto que hay políticas que afectan a las bandas porque una vez que formas parte del cartel, te impiden tocar algunos meses antes y otros después en la CDMX y sus alrededores, afectando las posibilidades de trabajo de los grupos. El hecho de que algunas cabezas de cartel sean las frecuentes desde hace veinte años, puede cuestionar de cierta forma la aportación del festival para el desarrollo de nuevas bandas y nuevos públicos.
Sin embargo no deja de ser, dado el contexto histórico, uno de los festivales más importantes de México dada su repercusión en la cultura y en la industria de la música. Sí, hoy en día existen festivales en el país que tienen la misma o más fuerza de convocatoria que el Vive Latino, incluso algunos de ellos ofrecen una oferta musical muchos más atractiva e internacional pero, si en aquel 1999 fronterizo no hubiera nacido este festival iberoamericano, la industria y cultura de los festivales en México no sería tan fuerte como lo es hasta hoy.