Ingenuamente, creíamos haberlo visto todo en cuanto a la manera en que una banda prolonga y extiende la difusión y promoción un conjunto de canciones agrupadas en un álbum, al tiempo que “riza el rizo” del propio acto creativo. Vayamos por partes; hace poco más de dos años la banda madrileña editó Mismo Sitio Distinto Lugar y el resultado fue que de modo casi unánime la prensa lo calificó como el disco más logrado de su carrera, hecho que el público ratificó y en un efecto muy significativo se mantuvo siempre dentro del Top 50 de lo más escuchado en España (dato aportado por Jenesaispop). Todos los indicadores nos hablan de un éxito total.
En casos como este es usual que las compañías discográficas propongan hacer una versión unplugged o bien lanzar un En vivo con el mismo material (y algunos extras). Aquí viene lo sorprendente. La banda preparaba una gira para espacios más pequeños (en su país llenan lugares grandes) y fue entonces cuando se dio cuenta de que las piezas podían encontrar versiones distintas a las que ya habían sido grabadas. Entonces fue que decidieron abocarse a registrarlas en estudio para luego sacar otro disco que sigue el mismo orden del anterior, pero ellos haciendo hincapié en que lo consideran otro disco, uno nuevo.
Escuchar versiones distintas de las mismas canciones puede resultar algo quizá atractivo sólo para los fans más acérrimos, pero para un amplio sector trae consigo un juego de comparaciones entre unas y otras que resulta innecesario a la hora de decidir cuáles son mejores o peores -qué se ganó, qué se perdió-.
Los músicos han externado su entera satisfacción al cambiar los arreglos y las instrumentaciones; les encantó tocar todos juntos los temas y no hacer overdubs. Ellos están encantados con el proceso, con el resultado y sólo lamentan que el COVID-19 los obligara a posponer unos meses el lanzamiento. ¿A nivel comercial podría resultar un suicidio? ¿Sus seguidores requerían de ese nuevo lote retrabajado? ¿Se debe ponderar a los escuchas o el creador debe ceñirse a sus propios impulsos?
Vetusta Morla es una banda independiente que gestiona su propio material y no depende de una transnacional; a nadie más que a ellos se debe esta movida tan rara (¿o debíamos llamarle caprichosa?).
El disco anterior lo trabajaron con el afamado Dave Fridmann (célebre por su producción para Flaming Lips), la composición alcanzó cotas muy altas de calidad y todo fue celebración. En este año tan demencial los tenemos mostrando las posibilidades de recrear su propio material, pero a la postre no nos sorprenden. Era imposible que ese hermosísimo vals llamado “23 de junio” pudiera tener una versión mejor. Incluso podría señalar que “Consejo de sabios” adquirió un nuevo aire, pero no mucho más.
Al menos se esmeraron en el cuidado y diseño de la edición física, sin duda, con la intención de convertirlo en un objeto de colección. “El discurso del Rey”, “Palmeras en La Mancha” y en general todo el disco original ya era lo suficientemente bueno. Quienes somos sus seguidores aquilataremos que existan versiones alternas, pero no tragaremos el anzuelo de que sean “canciones dentro de canciones”; no es un nuevo disco, no lo es -en modo alguno-.