La función social de la música no depende de lo que diga la letra, ni tiene que ver con un determinado discurso sino con su condición y contexto. La música por sí misma es social y con su sola existencia cumple esta función.
Por: Homero Ontiveros
Muchas veces creemos que la música tiene que tener algún mensaje social importante o que debe señalar aspectos que hagan cuestionarse al escuchante sobre su entorno. Y sí, esta es una opción pero no un condicionante.
La función social de la música no depende de lo que diga la letra, ni tiene que ver con un determinado discurso sino con su condición y contexto. La música por sí misma es social y con su sola existencia cumple esta función. Afecta de manera constante el actuar tanto de individuos como de grupos, por ende, se convierte en un elemento transformador.
En 1986, en la ciudad de Medellín, una estación de radio salía a los barrios más populares en un camión con parlantes, se estacionaba durante algunas horas y sonaba pura música salsa a través de las bocinas. En ese año Pablo Escobar había declarado la guerra al gobierno colombiano y las comunas (barrios) eran resguardadas por grupos armados diversos. Era muy difícil que la gente pudiera cruzar las calles de un mismo barrio libremente, eran tiempos de guerra. Pero cuando el camión con música llegaba, los grupos armados pactaban una tregua momentánea y la gente podía salir tranquilamente a las calles a bailar. La música, en ese momento, lograba momentos genuinos de paz.
Y no era que la salsa tuviera algún mensaje especial, pero la música por sí sola cumplía su función social.
Alabama, en los Estados Unidos, fue uno de los estados que sufrió con mayor fuerza el problema del racismo. Para muchos afroamericanos que vivieron éstas terribles situaciones, el solo nombre del estado les revive las heridas. Sin embargo, una canción cantada por blancos sureños fue tomada como un himno de toda una sociedad. Se trata de «Sweet Home Alabama», un tema del grupo Lynyrd Skynyrd. Merry Clayton, corista de los Rolling Stones, Neil Young y otros, grabó los coros de la canción de Lynyrd, pero no estaba segura de hacerlo por lo que significaba Alabama para los afroamericanos, se sentía extraña de cantarle a este estado como el sweet home, hasta que su padre la convenció argumentando que sí, que ésta era su casa y que bien podría ser un canto antiracista.
La canción, que trata de enaltecer al estado norteamericano, termina tomando un curso diferente debido al contexto en el que se encontraba al darse a conocer. No es una canción racista pero le ha dado una cierta memoria al tema. Cada vez que se escucha alguien puede recordar los sucesos de Alabama. Su función social está en lo que provoca más que en lo que quiso decir.
La música es un ente social que puede cumplir muchas funciones elegidas por un grupo social. Es decir, la música no decide cuál es su función, tampoco lo decide quien la crea. Cada una de sus funciones son elegidas por un determinado grupo social. Hay muchas canciones que no era su idea terminar en las gradas de un estadio cantadas por una porra de algún equipo de futbol, por ejemplo. Estoy seguro de que muchas piezas de jazz no fueron compuestas pensando en que pudieran ser usadas en alguna velada íntima. Y así muchos ejemplos de cómo la música funge una función social que solo un grupo de individuos le puede adjudicar.
Hace días me preguntaban en una rueda de prensa sobre cuál era la función de la música en estos momentos electorales. Después de pensarlo un poco respondí que la música tenía que fungir como es una de sus ideas básicas: divertir y entretener, porque hay demasiada polarización de opiniones en las redes sociales, además que los partidos políticos nos están bombardeando con información manipulada sobre el tema electoral, y es necesario que utilicemos la música para descansar de todo eso, no para evadirnos, sino desde la idea de que divertirse, descansar y relajarse es también una postura, y esta postura era no caer en el juego del sistema.
Porque la música también es eso: una postura.