No es una carrera pero ya voy de primera,
Soy la que te baja la bellaquera.
Hablemos de reguetón y perreo con todas sus letras, de bellaqueo y de barrer con el pelo y todas las implicaciones de incorrección política y resistencia que este puede tener desde abajo, oyendo con cierta atención. Si los popstars de hoy comen y sirven el reguetón de guarnición mientras hacen activismo o buscan alguna base audaz en algún rincón inexplorado del mundo, Valeria Cisternas no. La bellaca del año no sirve guarniciones.
Por un lado, hemos hablado antes sobre cómo la industria del pop utiliza aprendizajes tomados de la cultura y la historia del reguetón en sus distintas eras, como lo hace con otras corrientes o posturas como el jazz, el folklor o la electrónica. Ahora, del otro lado del espejo, todas estas formas de hacer música y cultura siguen “vendiendo su concentrado” en otras zonas del mercado; y esto tiene mucho que ver con el trabajo y la carrera de Tomasa, la iquiqueña adoptiva de San Francisco, California.
TDR, antes que nada, es un disco que remite a las imágenes clásicas, tan temidas y reservadas del reguetón tradicional: los gritos tribales nombrando a los participantes y productores, las marcas de agua como sonido local que invita a la fiesta en casa de alguien, los confrontacionales exhortos erotómanos (“¿Que vas a hacer cuando me tengas de frente?”). En suma, no es un disco que pretende un lugar en la historia de nadie ni redefinir la forma en que un estilo se entiende o se reproduce: la aspiración de TDR es ser el disco que queme las bocinas este año. Mi impresión personal es que, hasta el momento, lo logra y por eso mismo puede llegar a ser también, histórico.
El gran twist (que realmente no lo es) es que, si bien hemos conocido el mainstream del reguetón a través de voces y narrativas masculinizantes y blanqueadas, como sucede en la mayoría de la música pop, el folclor, la ciencia, la historia y reseñas como esta; el hecho de que así haya sido, no excluye que existan arenas dentro de estos campos en los cuales hay voces no masculinizantes y no blanqueadas que cuentan historias “periféricas” acorde con estos acentos.
Valeria también estuvo en Coachella y no es ninguna extraña en los posicionamientos y declaraciones de activismo ni de gender fluidness (categorías que, por cierto, están ayudando a Bad Bunny a hacer dinero y fama). Y si en “Braty Puti”, dice con asertividad que “si soy la mas puti, lo soy porque quiero”, ya no se trata solamente de echar fiesta y cojer por cojer, como si estuviéramos en la prepa y no supiéramos de nada mejor. Se trata de que quizás, por escandaloso que pueda sonar, Tomasa y Camille Paglia, se encuentran en un par de puntos.
Y no es que hablemos a favor o en contra de ninguna, ni de las cosas que plantean y discuten (incluso, si se sentaran a tomar un matecito, quizá terminarían como El Mijis y Gibrán Reyes en el twitter). Esa es una discusión para la que seguramente no estamos preparados hoy. De lo que hablamos es que Tomasa hace perreo de forma comparable a la que Lourdes Ruiz hace albures: narrado y practicado desde la sensibilidad femenina, contándolo como otra historia y no necesariamente una de conquista, posesión o control. Cuenta de esto, dan canciones como “Dinamita” y “Contigo”, dos canciones cuya mayor virtud es ser ordinarias, y que con las buenas manos de DJ Blass y El Licenciado, acompañando, se convierten en los mejores temas del álbum y quizá dos referentes o clásicos para el futuro del llamado neoperreo.
Y este llamado neoperreo, bautizado por Tomasa presuntamente en una entrevista con RedBull, no solo es neo por el self-madeness musical de la chilena, a partir del ordenador que su madre le obsequió cuando era solo tatuadora. Implica también la incorporación del músculo digital y la actitud DIY para todo lo tocante a producción, creación y distribución del sonido impecablemente sucio que Tomasa lleva en TDR a su mejor punto hasta el momento. Es un volver a las raíces, al garage, a la sala de estar o hasta la cocina.
A Tomasa y a su equipo no parece preocuparles el discurso de innovación y nobleza de los “artistas”. Ellos son bellacos que hacen bellaqueo, se nutren de viejas tradiciones usando nuevos instrumentos, son nerds del reguetón, y el objetivo claro de los discos de “Tu Señora”, es que se junten dos o más en su nombre a “acercarse los pantalones”. Y eso, para mi gusto, es bastante más punk que muchas otras cosas que están pasando en escenas referibles. TDR, sin ni cerca de un tono de corrección, es uno de mis discos favoritos del 2019.
1 comentario en «Tomasa Del Real – TDR»
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