En 1974 el Director Tobe Hopper la rompió al estrenarse The Texas Chain Saw Massacre, un clásico indiscutible para cualquier admirador del género, al que ya perdí la cuenta de cuántos refritos le han hecho. Bueno, hoy no andamos de vuelta en el Cinema Yonke para hablar de ella.
A principios de los años ochenta el mismo Hopper sorprendió al mundo con The Funhouse. Hay que tomar en cuenta que apenas había pasado un año del estreno de Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), así que la euforia por el slasher estaba en su punto y qué mejor forma de hacerlo más intenso que con un cliché más que digno; ¿qué hay más atractivo y a la vez aterrador y desconcertante que una feria ambulante con unos pinches gitanos nómadas? Exacto, nada.
El punto fuerte de esta cinta es justo que Tobe Hooper consigue evocar mediante la descripción minuciosa de la atmósfera decadente de una feria de medio pelo. Además está muy bien adaptada en ese tono de circo, lleno personajes excéntricos que van de un lado a otro con sus atracciones desmontables. Encima todo sucede en la famosa “Casa de los horrores”, algo que todas las ferias poseen.
El argumento del filme es realmente el de siempre: dos morras adolescentes y sus novios van a la feria de su pueblo, fuman hierba, se cagan de risa, hablan de tonterías y andan por ahí perdiendo el tiempo entre los juegos mecánicos. Todo lo que cualquiera hace hasta que a uno de ellos se le ocurre entrar a la casa de los horrores y quedarse ahí toda la noche. Tremenda pendejada, pero mariguanos al fin. Lo verdaderamente importante para nosotros es que el hijo de uno de los feriantes es un deforme hijo de puta psicópata que al descubrirlos decide hacerlos picadillo, literal.
La película tiene un inicio muy intenso con una mezcla homenajes, o plagios, para ser sincero. Una toma calcada de Halloween (John Carpenter, 1978), nos pone al tanto de la presencia de un intruso en la habitación de una persona cuya afición por el cine de horror es más que evidente, al mismo tiempo vemos a una adolescente a punto de darse un baño. La familiaridad con los tópicos del slasher nos indica que la morra está en la misma casa que el extraño, de ahí que parezca casi inevitable que el dude ese agarre un cuchillo y se lance sobre ella en el baño, en una cita directa a la escena clásica de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Todo es puro pedo, el intruso resulta ser el hermanito y el cuchillo de hule. Todo para avisarnos que hay una feria en el pueblo y el morrito quiere ir.
Hopper logró una ambiente opresivo e inquietante, nos arrojó la sensación de claustrofobia que sufren los protagonistas cuando se quedan encerrados con el asesino y ese nivel de tensión se agradece, nos pone en un plano de víctimas. Las muertes no son de las más espectaculares pero el nivel de suspenso compensa esa parte, cuando la vi por primera vez me la pasé prácticamente con los ojos cerrados, la tuve que volver a ver ya más grande para poder disfrutarla.
La cinta es recomendable para los fans de Hopper, seguidores del slasher ochentero y para todos los que nos mama la extravagancia de las ferias y todo lo que las rodea. Está entretenida aunque tarda en ponerse buena. Acompáñenla con cerveza y algo de botana, alitas por ejemplo. Se la van a pasar bien y verán nunca es tarde para disfrutar el encanto del cine ochentero.
Best:
Elizabeth Berridge chillando y sufriendo con una naturalidad impresionante hace especialmente creíble su personaje de chica aterrada que debe pelear contra un maníaco para salvar su vida.