Tetsuo no es una película accesible. De hecho cuesta trabajo entender de qué trata, pero golpea y duro, es de ese tipo de cintas que provocan reacciones extremas, animosidades polarizadas y mucha incomprensión. Eso sí, visualmente es un espectáculo que no deberían dejar pasar.
Por: Luis Bernal
Hace como veinte años que me topé con el VHS de Tetsuo: The Iron Man (Shinya Tsukamoto, 1989) y me quedé algo espantado. Para ser sincero no entendí absolutamente nada, pero como obra visual me pareció espectacular así que la tuve que ver unas cuantas veces más para por fin enrolarme un poco en ella.
Tetsuo fue filmada en 16 mm, en blanco y negro, con un presupuesto casi nulo y un equipo de trabajo pequeño, encabezado por Tsukamoto y Fujiwara Kei, una cineasta experimental poco conocida en Occidente, pero sumamente aclamada en Japón, con quien no sólo compartió protagonismo, sino también el guión, la edición y el trabajo de cámara. Tiene un argumento difícil de explicar; podemos decir que este filme trata de un personaje que vive rodeado de sus fetiches: desechos industriales de metal y recortes fotográficos de atletas afrodescendientes. Pero este personaje tiene también una peculiar afición: incrustarse metal en su cuerpo, lo cual le produce mutaciones dolorosas. Él mismo va por ahí infectando a otros que terminan convertidos en criaturas de metal, todo esto con un montón de imágenes que carecen de continuidad, fragmentos en stop motion y gore. Los nipones son especialistas en salpicar todo de escenas muy duras y asuntos insanos que no dejan pie a la indiferencia. El surrealismo alcanza niveles tan altos que llegan a incomodar. Cuando la vi, luego de unos años recordé por qué me había quedado esa sensación en el cuerpo en la pre-adolescencia, ¿qué carajos pensaba el dueño del videoclub permitiendo que me llevara a casa semejante obra?
Este filme apuesta todo por el blanco y negro, que le da un grano de la imagen, y que junto con el trabajo de cámara, la fotografía y, por supuesto, el montaje, aportan una perspectiva plana, bidimensional, y una intensidad dramática al ambiente, algo muy común en el anime y el manga.
Tetsuo no es una película accesible. De hecho cuesta trabajo entender de qué trata, pero golpea y duro, es de ese tipo de cintas que provocan reacciones extremas, animosidades polarizadas y mucha incomprensión. Eso sí, visualmente es un espectáculo que no deberían dejar pasar. Pero amigos, amigas, amigxs, este también es un filme sobre el goce y la ansiedad, sobre el hambre que maneja a los protagonistas y los vuelve sus esclavos hasta que se pierden en si mismos. Para Tetsuo, su ansia está en metalizar su cuerpo. Para otros de los personajes esa ansiedad se presenta en los gustos sexuales extremos; necrofilia, exhibicionismo, sadomasoquismo. Diferentes sí, pero pero todos autodestructivos. El director utiliza maravillosamente recursos mínimos para tratar temas existenciales que trascienden los códigos convencionales del cine de género de suspenso y terror del cual parte, para abordarlo de una forma muy personal, sin artificios dramáticos y con un elevado valor estético.
Bien, si son de estomago punk y les vale madre, si les gustan las experiencias locas y se creen muy acá porque la ketamina no les hizo nunca nada, ni le den tantas vueltas, esta cinta es para ustedes. En cambio, si para nada son de ese grupo y son de los que piensan que Tarantino inventó el cine, mejor ni la vean; su terapeuta estará muy contento con esa decisión y van a poder conservar la salud mental. Esta vez recomiendo que no se alimenten mientras la ven, compren pura cerveza y diviértanse, o pertúrbense, pero con moderación.
Best: La selección del percusionista Ishikawa Chu para componer una banda sonora cargada con trashmetal, industrial, post punk, es el complemento perfecto para la corrosiva textura de la cinta.