Atlántico (2020) es quizás el más refrescante hito del mes. Cantos solfeados por un argentino llamado Juan, que de “tal” no tiene nada, porque es realmente muy alto, tanto física como espiritualmente. Algunas de sus melodías suenan como la banda sonora de una película rodada en Hawai. Puede percibirse también, un amor por las tradiciones particulares en las etnias del ternura. En todas las pistas sopla el viento del Atlántico, refrescándote el rostro y sanando las heridas de la piel.
Tall Juan probablemente ha estado en mi radar desde el 2014, y siempre me intrigó el secreto de su música. Hablando de underground, es bueno escuchar algo que no está del todo pulido, que es sucio porque la energía así lo solicita. Tall Juan no se pule para gustar o enrolarse en las listas de los ejércitos del pop en salvación de la Iglesia Evangelista de Todos los Gustos; Tall Juan es puro porque su música es veracidad, con todo y sus defectos, que son afectos.
Un día de mayo, vagaba por la calle durante la noche, en una cuarentena doliente bajo las estrellas del ocaso; escuché un tema que parecía suyo, provenía de la alcoba de una chica, quien bailaba en panties níveas un tema que decía algo más o menos así: “Oh, Rocío siente mucho hoy / Siente en su corazón / Varias veces me escribió / Otras ella lo vivió / En la Isla de Pascuas / También con ayahuasca / Que bueno sería ser canción”. Eso me llenó de alegría. La buena música siempre encuentra su cauce, deja de ser under para evangelizarse en otra cosa, en este caso, en erotismo y sanación cándida.
Con la música de Tall Juan la energía baila, bendecida por un shot de ayahuasca y la raíz del Dios beat. Un traguito de música para que las cosas pasen bien, para estar todos juntos hoy.
Sin embargo, hasta ese momento –que yo supiera– Tall Juan no tenía exoneraciones de cumbia, más bien era un tipo punk triste y melancólico. Así que cuando lo ausculté a media noche, no podía parar de preguntarme si aquella escena era real o no. Y parte de mí se preguntaba: ¿realmente sucedió?
Algún viaje astral posiblemente, sonorizado por la música de ese tal Juan. Sentí que algo mágico me había pasado, como en un sueño o una celebración con plantas enteógenas. Quiero pensar que la chica me advirtió e hicimos el amor bajo una luna llena color magenta. ¿Fue realmente cumbia (amor) lo que nos sucedió? ¿Exagera mi memoria?
Después advertí que tenía un nuevo lanzamiento en Spotify, el álbum se llama Atlántico, y ahí estaba, la primera canción es “Rocio” (“Las cosas tienen que pasar / no es un minuto y nada más”); no fue un sueño, algo me sacó de mi cama y me lanzó a la calle, a los brazos de una tierna chica en dreardlocks que fumaba marihuana bailando la cumbia de Tall Juan, y yo era parte de todo eso, que a su vez era parte de todo el cosmos, y es en el cosmos de la noche donde habita el verdadero Atlántico, el disco, el océano y la auténtica geografía sonora de la humanidad.