Rock indigenista, el otro rock mexicano
Hay una movida de música mexicana que se viene gestando desde hace casi 20 años; tiene que ver con comunidades y pueblos indígenas. No son los “sin voz”. Tienen una, muy clara y muy firme.
Hay una movida de música mexicana que se viene gestando desde hace casi 20 años; tiene que ver con comunidades y pueblos indígenas. No son los “sin voz”. Tienen una, muy clara y muy firme.
Lo mejor que uno se puede traer de un país cuando lo visita, además de libros y amistades, es su música. Porque con ella tendremos siempre un pedazo de aquel lugar, nos recordará algunos momentos del viaje y bastará solo con escucharla para regresar cuantas veces queramos a esa tierra.
Después de lidiar con los prejuicios que mucha gente tenía sobre esta música y cultura al pensar que estaba ligada a las pandillas y a delincuentes, hoy el rap y el hip hop son uno de los vehículos más utilizados en todo el mundo para lograr transformación social.
El rock en México ha estado ligado, por momentos, a la literatura. Aún recuerdo la emoción que me dio descubrir que la letra de “Labios Mojados”, canción de Santa Sabina, en realidad era un fragmento de La náusea, novela de Jean Paul Sartre y un referente del existencialismo.
Compartir música fue un factor de relación social. A través de ella hicimos nuevos amigos, pero también nos dio un sentido de pertenencia al formar grupos con los cuales coincidíamos en conductas, gustos y costumbres.
Woody Guthrie le dijo a Bob Dylan que tenía una caja llena de canciones y poemas inéditos a los que nunca se les había puesto música. Esa caja se encontraba guardada en el sótano de su casa en Coney Island y nadie sabía de su existencia. ¿Qué hubiera pasado si Dylan daba con ese material?
Me pregunto cuántas de las bandas jóvenes actuales se imaginan por lo menos durar quince años tocando. No existe ya la longevidad que tienen bandas como Fobia, que las hacen poder celebrar 30 años de existencia en un país donde el rock tardó mucho en ser digerido.
En mi generación, escuchar rock te hacía pensar que eras diferente a los demás y encontrabas en eso un cierto grado de rebeldía, o al menos eso creíamos.
El locutor de radio era una especie de capitán en un barco navegando sobre un océano de música, así que uno como tripulante se dejaba llevar por entre las aguas musicales.
Camilo Lara hace una nueva apuesta por el mal gusto y produce un disco donde se fusionan Los Ángeles Azules con diversos artistas pop. El disco se llama, no sé si irónicamente, Esto sí es cumbia, y participan artistas como Fito Páez, Ana Torroja, Aleks Syntek y Gloria Trevi, entre otros. Pero, ¿cuál es la necesidad?
Seguimos sin darle la importancia verdadera al poder que tiene la música en la sociedad; aún pensamos que ser músico es un hobby, que dedicarse a la música es tarea perdida. El problema es ese, que queremos verlo como un trabajo y no como lo que es: una opción de vida.
Un artista en el escenario es un blanco fácil. No he conocido ningún músico que no tenga una historia de haber sido agredido o violentado estando en el escenario. Ahí la gente comienza a hacerte una serie de exigencias que poco tienen que ver con el proceso de un concierto.