La longevidad en el rock mexicano ya es una constante. Este año, San Pascualito Rey (SPR) llega a su segunda década de vida y lo celebra con el álbum Animanecia. Hay modificaciones en la alineación y por ende cambios en el sonido. El grupo ahora se integra por Pascual Reyes en voz; Juan Morales al bajo; Vicete Jáuregui en la guitarra y Chepo Valdez a la batería. Rodolfo Wrigt en sintetizadores aparece como músico invitado.
Hay formas de cumplir un aniversario y SPR ha elegido desafiarse a sí mismos y con ello a sus escuchas. Como adelanto, el cuarteto dio a conocer el sencillo “Aventar” que inaugura el álbum y lo hace de forma contundente. Es una composición potente, con un remanso en la patrte media que poco a poco devela elementos que aflorarán en los temas subsecuentes: los sintetizadores de Wright que no serán espectaculares, pero sí certeros; la voz de Reyes, mucho más segura a mi sentir; el bajo confiable de Morales que logra buen entendimiento con el recién llegado Valdez y por último, pero no menos importante, la guitarra de Jáuregui que se revelará como el “caballo negro” del tandem conforme transcurre el disco.
Animanecia es un grito, un aullido que clama: “Estamos de regreso y somos los mismos y al mismo tiempo no lo somos”. Este perogrullo se resuelve cuando comienza “Como una mosca”. De entrada ralentiza el tiempo, pisa los terrenos de la balada hasta que la guitarra comienza a crepitar paulatinamente, da visos de cierta violencia y luego de ese anuncio regresa al tempo inicial para después convertirse en volcán que despide materia ígnea y ante la cual o se huye o se postra uno.
Los sintes de Wright no serán protagónicos, pero sí son eficaces, como en “La espina” en donde con unos acordes provee de un fondo que a veces suena tan antiguo cual si fuera lounge. También los coros proprocionan otro matiz, sirven como preparación para la aparición de la guitarra —un solo breve, pero intenso— y que tiene un final con tintes de jazz rematado por el piano.
Hay algunas tendencias que ahora surgen con mayor claridad en la música de SPR. Es el caso del jazz y el funk en “Entre la sombra y el silencio”, un tema cuya melodía parece sacada de los sesenta, cadenciosa, llena de vida y con un dejo de nostalgia. Tambien tenemos guiños al folk; “Tecolotes” está hecha para escucharse en la noche a la luz de una fogata, cuando las sombras crecen, se tornan amenazanates y las conversaciones son apenas un susurro —“Tecolotes vuelen / llévense mi alma / pa’ que estemos juntos / pa’ llegar a casa / Tecolotes bailen / dejen en la noche / todas sus sonrisas / como papalotes”— y en donde Pascual evoca a los ausentes con un silbido y entonces los instrumentos crean una sensación de vacío, hacen hablar al viento y dejan que éste nos conduzca al final.
Ese impulso por los espacios abiertos también lo encontramos en “Pasará” donde la guitarra suena a lejanía, a abandono, a tristeza de una vida que por momentos se antoja funesta, pero al final pasará: “El futuro se ha lastimado / con su propio pasado / es la esperanza que trae / algo entre manos / Cuando el dinero escasea / se ahoga el deseo / se acorrala el respiro / no hay entrada al cielo / es la puerta tirada / y las ventanas quebradas / es la miseria que trae una caja”.
En “A pesar de mí” colabora Dr. Shenka (Panteón Rococó) y está montada sobre un ritmo que por momentos parece son y otras flamenco, una cruza imposible. “Me da miedo la vida” es una reflexión de la imposibilidad de fijar el futuro, de la fragilidad de la existencia (“De un momento a otro / el amor puede perder sabor / De un día a otro / esta canción puede enloquecer / desgarrarse la piel / y desaparecer).
Esta mirada a la fugacidad de la vida, una invitación a atesorar los momentos de valía y que es una constante lírica de Animanecia también está en “Nada será igual”, tema de inicio lento, apesadumbrado (“todo va a cambiar / nada será igual / quiero verte sonreír a mi lado / una vez más”), con un teclado que parece de una cajita musical surgida de un mundo paralelo y que en otros momentos genera una atmósfera como de “ventisca” que está allí y se resuelve con ciertos toques de un sinfonismo épico —probablemente con uno de los mejores solos de Jáuregui de toda la obra— en crescendo para cerrar majestuosamente un álbum donde SPR ha decidido dar un paso al frente.
Dice Pascual Reyes que Animanecia es un“neologismo que parte de anima, de estar vivo, del alma, y de la necedad. Un alma necia que no para y que refleja nuestra forma de ser como músicos”. Agregaría que también es una declaración de principios: no importan los años en el camino, se puede avanzar, marcar pauta, hacer rock con sonido mexicano y cantarlo en español. No se si SPR se ha reinventado o han regresado a sus principios; pero queda claro que de la mano de Gerry Rosado en la producción, la banda ha hecho uno de sus mejores discos, trabajo que en abril verá la luz en CD y vinyl.
Plasmar eso luego de 20 años no es cualquier cosa.