¿Será que la historia reciente se divide en pre-internet y post-internet? Por supuesto, y lo tengo todavía más en claro cuando me remonto a la historia del indie en América Latina. Antes había que tener el vigor de un Detective salvaje para rastrear sus huellas, para obtener las claves para comprenderlo y aquilatarlo. Los artistas hacían sus mejores esfuerzos, pero la difusión y distribución representaban retos enormes para superar.
Para el público más joven no es fácil ubicar a Suárez sobre la ruta del rock argentino; aunque comenzaron desde 1989, la banda concentró su actividad entre 1991 y el 2000. Juntos editaron 4 álbumes, y entre ellos Excursiones (1999) fue muy celebrado e incluso se editó en España a través de la revista Zona de obras.
Desde sus inicios, Rosario asumió una postura completamente autogestiva y entendió perfectamente lo que representa ser independiente en el mundo del arte. Cuando el grupo se disolvió se dedicó a levantar su proyecto solista (que lleva 5 producciones) y luego formó parte de la banda Sue Mon Mont (Su EP Contratiempo es del 2015). Mientras tanto se ganó también un sitio como actriz –con una carrera larga y muy exitosa- y como poeta.
Tiene muy poco que editó Pintura de guerra, un disco que ha firmado como Los Mundos Posibles (junto a Julián Perla). Ese álbum incluye canciones de una lírica sencilla y de bellas imágenes que evocan a una poesía cotidiana y asequible; “La guerra del Japón” es una canción sencillamente maravillosa. Fue ese trabajo breve y contagioso que me llevó a echar una mirada a las últimas iniciativas de la nacida en Mar del Plata en 1965. Encontré que no tenía mucho que había publicado Antes del río (2016) a través de una de las editoriales más emblemáticas del indie literario argento: Mansalva.
No es fácil que los libros hechos por allá lleguen a nuestra tierra, pero tuve suerte. De pronto tenía delante a un librito –por su extensión- que en la portada tiene una de las potentes fotografías de la gran Nora Lezano. Rosario hace un desnudo en el que se muestra hincada y con los ojos cerrados; tiene las manos alzadas y la cara levantada como esperando algo.
¿Qué se propone con Antes del río? Pues realizar una escritura diáfana, sin complicaciones y que se afilie a esa prosa poética que aporta total libertad a la hora de su elaboración. Desde la tapa sabemos que la mujer se quiere mostrar tal cual es y para ello se remonta al paso de los días y la profundidad de las cosas sencillas. Ella nos deja saber cómo es que comprende al cotidiano: “Estar a solas resuelve todo. Nadie que esté solo día y noche necesita momentos de intimidad. La idea de la posible reacción de los demás alista cuestiones en lo íntimo”.
Rosario es fuerte y con gran templanza; en otro poema nos deja pasmados: “Nadie lloró cuando murió mi madre. No lloré yo, ni lloró mi padre que me recordó que ella no quería flores de ningún tipo”.
Sus textos son breves, sin agregados innecesarios, siempre reflexivos y eso representa un gancho para atrapar lectores; en Citar la verdad anota: “Un vínculo a una canción es una cita. Son citas postear un poema de otro, re-tweetear, contarle a otros lo que dijo esta tarde un amigo, lo que escuchamos al pasar. Citar es hablar por boca de otros”.
Antes del río es un libro que da continuidad a lo que ha hecho en Poemas en prosa (2001) y La música equivocada (2009); le interesa contar lo que conoce bien y las sensaciones que experimenta. Privilegia sus emociones ante los acontecimientos; puede pescar algo valioso en lo diminuto o en algún encuentro inesperado con una celebridad rockera: “…y la capilla Fluxus, tan rocker que Patti la recomendará antes de cantar sus canciones en el jardín. Más tarde, con sus trenzas despeinadas y el blazer oscuro que nunca se quitó, caminaba entre gentes que no sabía quien era”.
Rosario Bléfari prosigue a su aire, nos cuenta sus cosas; puede cantar o escribir, siempre consigue conmovernos. ¿Acaso no es ese el deseo esencial del arte?