La literatura municipal
Hace algunos años José María Mendiola me invitó a trabajar en su equipo de cultura en el municipio de Santa Catarina: “Tráeme unos proyectos chidos y vamos a divertirnos”, me dijo en la primera entrevista que me hicieron para laborar ahí. Le comenté que existía en el estado una centralización y que casi todos los eventos culturales se hacían en Monterrey.
Es cierto, en San Nicolás hay una tradición en el muralismo y el arte urbano; San Pedro con un presupuesto y una visión más amplios incluso llegó a convertir su Dirección de Cultura en secretaría y a tener festivales; Monterrey ha administrado bien un par de espacios; Guadalupe ha hecho algunos proyectos históricos que han superado la prueba del tiempo, pero ahí le paramos. Las otras 46 direcciones de cultura que tiene el estado siempre han brillado por su ausencia, sin aspiraciones de ofrecer cultura profesional a sus habitantes, pasan de largo de trienio en trienio.
Mendiola se entusiasmó con un proyecto literario que le presenté. Se llamaba Cuadernos de Santa, y en él se publicaría a escritores destacados del municipio. Margarito Cuéllar, Eva Trujillo, Antonio Guerrero y René Rojas, entre otros, fueron los primeros convocados. Se presentó el proyecto a CONARTE y el consejo aceptó coeditar los libros.
Para mi es uno de los proyectos que he gestionado de los que me siento más orgulloso, y que gracias a Mendiola, a su visión y a su insistencia, se pudo llevar a cabo. A mi cargo correría la edición y corrección de textos. El trabajo fue arduo, pero divertido, y ahora viéndolo con el paso del tiempo adquiere un valor especial, ya que solo tres municipios en la historia de este árido reino han emprendido una colección editorial: Guadalupe con una iniciativa de José Eugenio Sánchez (Abrapalabra), Escobedo con un proyecto Hugo Valdés (Cuadernos del Topo) y Santa Catarina con esta propuesta (Cuadernos de Santa).
RR
La primera vez que asistí a una lectura de poesía en mi vida, fue una en la que participó y escuche a René Rojas. Muy serio tomó el micrófono y leyó unos poemas sobre Doctor Arroyo y Mier y Noriega, y sobre un reloj de Mickey Mouse. Me impresionó porque en ese entonces mi muñeca lucía un reloj igual. Después nos hicimos amigos y participamos en muchas lecturas juntos con Andrés Montes de Oca, como entusiasta organizador de toda clase de eventos literarios, e incluso tuvimos en alguna época una amistad epistolar a pesar de los lejanos 28 kilómetros que separaban nuestros hogares.
Rojas maestro de oficio ha desempeñado otros oficios para sobrevivir, ha sido locutor de radio y televisión, editor, maestro de ceremonias, domador de leones en un circo, cantante de rap, chef de bodas y XV años, fotógrafo, taxista, repartidor de pizzas, actor de teatro, modelo de ropa en Del Sol y escritor. De todas sus actividades hay registro, pero hoy quiero ocuparme de la de escritor y fotógrafo, que en este libro van compaginadas. En algún tiempo René realizó algunos proyectos como fotografiar bancas de los parques o perseguir (y fotografiar) a las nubes. Luego tuvo una discusión interna: ¿una imagen dice más que mil palabras? La frase le remordía la conciencia; así es como decidió -además de hacer poemas con las fotos-, escribir poemas acerca de ellas.
Fotografías
Los poemas de René Rojas no presentan brusquedades a pesar de su poderosa elocuencia, son sencillamente fotografías que captan estampas que retratan la alegre imaginación de un hombre alegre e imaginativo. El amor y la esperanza de un hombre que está enamorado y esperanzado por eso, y la melancolía de un hombre melancólico al que con justicia debe de llamársele poeta.
Magda es tibia como una almohada
es lluvia en el verano
néctar en mis labios
es un chocolatito blanco
Magda levanta al sol y acuesta a las estrellas.
La amo
desde sus cabellos rizados y claros
hasta la punta de sus pies
y la amo cuando me mira y no me dice que me ama.
(Cuando se enoja Magda, tiembla el continente americano y el tráfico vehicular se hace más lento, al menos aquí en Monterrey y su área metropolitana. Pag.64)
Sin embargo el recuerdo está ahí
Un álbum personal donde el lenguaje habla claro, las palabras poseen al mundo y miden las proporciones más sencillas de la realidad con el ímpetu más necesario: la paciencia de la observación, esa que describe el paisaje y que procura la conexión del que mira con lo que ve y comparte. René Rojas fotógrafo-poeta, nos ha compartido un libro donde el lenguaje ha sido concebido con un sencillo gusto, por lo que está a la visita de todos; y que hay que fotografiar, para que todos lo vean. Una poderosa introspección que capta la tristeza de las piedras, la serenidad de los ríos, la tristeza de una sopa y el pasar del tiempo mientras pasan muchos carros.