Es muy difícil definir el estilo musical de Pirámides, pues desde el principio han abogado por la libertad creativa. “Siempre hemos querido mostrar que hay varios caminos. No siento que estemos en un solo rubro y, para mi, de eso se trata la música: de unir distintas cosas”, menciona Pato, vocalista del grupo.
Si bien uno de los rasgos identificables en su música es la psicodelia, también hay otros elementos que conforman la personalidad de esta banda regiomontana, como el folclor y rock latinoamericano. Por ejemplo, una huella que siempre está presente en su música es la de Luis Alberto “El Flaco” Spinetta, además del son mexicano y cierta esencia tanto del sur como del norte.
Hace tres años, Pirámides era un proyecto personal de Patricio Coronado, en el que buscaba grabar sus canciones. En el camino se fueron uniendo los demás integrantes. No había un sonido definido, sin embargo, Pato tenía una idea de cómo quería trabajar a nivel de producción. “En aquel entonces escuchaba mucho a David Bowie y me llamaba mucho la atención que hacía sonar fino a lo visceral. Esas dos cosas están generalmente desasociadas, es decir, siempre a lo visceral se le relaciona con algo más punk, ruidoso o noise. A lo fino se le remite a estar sentado escuchándolo y a mi me gusta que esas dos cosas estén en un mismo espacio, un mismo show o disco.
En una misma charla pueden hablar tanto de Massive Attack como de La Máquina de Hacer Pájaros, eso denota la pluralidad de sonidos que influencian su música. Esa variedad estilística viene también de la identificación que tienen, en el terreno ideológico, con los productores de hip hop: “Ellos hacen un collage de elementos musicales, toman beats de algún disco viejo, una voz de algún lado muy opuesto, de otro contexto, lo juntan y lo hacen funcionar. Yo admiro mucho más ese tipo de trabajo que lo que hacen bandas de rock. Se asemeja más a lo que hacemos. Nuestra manera de acercarnos a la música es por el lado del collage musical”, mencionan los músicos.
La expectativa que la gente pueda tener de ellos los incita a tomar más riesgos musicales, a no ser complacientes, puesto que la aceptación que han tenido por el público ha sido gracias a los riesgos que toman a la hora de hacer música. Sin embargo su idea es poder unir esas dos vertientes: la libertad creativa y aquello que pueda ser compartible.
Las letras de sus canciones tienen que ver con el terreno personal, ese donde otros pueden congeniar desde la experiencia individual y, con la literatura. Patricio, quien compone las canciones, escribe sobre lo que ve a su alrededor o lee en algún libro. La poesía es el terreno donde se siente más cómodo, específicamente en la de Vicente Huidobro o William Blake, donde Pato encuentra “una mezcla entre misticismo y surrealismo”, aunque reconoce ser influenciado también últimamente por la obra de Sor Juana.
Ustedes, ¿qué es lo que quieren que suceda con su música?, pregunto a los jóvenes.
“Yo espero que la música hable, diga algo, genere un diálogo y crítica. Obviamente también nos gustaría dedicarnos cada vez más a esto porque creo lo haríamos mejor si viviéramos de la música, enfocados solo a ésta”, comentan con seguridad.
Sin embargo, la vida de la banda no depende del éxito que puedan tener, es lo dejan muy claro.
En el camino de una banda independiente son frecuentes los problemas a sortear y, algo que es imposible no aparezca por momentos, es la decepción, la cual, comentan es para con ellos mismos: “La decepción es contigo. No puedes pasarte la vida echándole la culpa a la cultura o a la escena, ni diciendo “el público no sabe nada”. Pero es cierto que también se debe a factores externos: “Aquí la gente no va a pagar por escuchar a una banda que no conoce, los promotores no te pagarán si no te conocen, pero es impresionante la cantidad de personas haciendo tocadas sin pagarle al artista”.
Una parte fundamental de una banda, es el discurso propio, porque en éste se encuentra aquello que quieren comunicar y los diferenciará de otros dándoles una identidad. Éste puede ser musical, ideológico o ambos a la vez. El de Pirámides es la apertura del dialogo con el arte en general. “En un festival, por ejemplo, hablan de la cantidad de cerveza o los ingresos que se generaron, pero poco se habla del contenido musical y las propuestas que se presentaron. No hay un dialogo con la creación”, señalan los dos músicos.
Aún y con el viento corriendo mayormente en contra, hay una serie de bandas jóvenes tratando de escribir su historia, en conjunto o por separado, creando una escena que comienza a reclamar su espacio. Desde ahí, el diagnóstico puede mostrar los caminos abiertos para la música en esta ciudad, pero también aquellos dolores que le pueden aquejar. ¿Qué le adolece a esta escena emergente, pregunto a Pirámides? El pasado, responden con la certeza de querer andar su propio camino lejos de la cantaleta del “así era antes”. Para ellos, lo importante es el ahora.
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