#Recuento – 35 discos de Iberoamérica en 2019

En este recuento hacemos un repaso por 35 discos de Iberoamérica del 2019, mostrando la diversidad de propuestas y escenas que laten en la región, desde la península ibérica hasta América Latina. Y abarcando sonoridades que van del indie rock al folk y la música de cantautor, y desde la música urbana a las propuestas que juegan con el folclore con diversos lenguajes contemporáneos.

Más allá de los lugares que ocupan estos discos en el listado (decisión siempre subjetiva y hasta cierto punto arbitraria) la idea de este recuento, como su nombre lo dice, es hacer un resumen de músicas y propuestas que llamaron nuestra atención en el 2019. Como en todo, «no están todos los que son, ni son todos los que están». Esperemos que lo disfruten.

CURADURÍA Y EDICIÓN:
Homero Ontiveros, José Juan Zapata, Juan Carlos Hidalgo, Daniel García Bullé, Pavlov Rodríguez, Luis E. Arista.

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La unión entre Los Planetas y el Niño de Elche tarde que temprano se iba a dar. La banda granadina y el ex cantaor habían ya trabajado con los límites del flamenco, y se unen en un disco que hace un repaso por las obsesiones políticas, históricas y sociales de la España contemporánea. Un proyecto que trasciende lo musical e incorpora el diseño gráfico, los textos del curador Pedro G. Romero y un calendario de lanzamiento que se detuvo en fechas certeras como lanzas. Un disco tan urgente como vital. (José Juan Zapata)

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Soy piedra significa un paso sólido en la historia discográfica de Belafonte Sensacional. Se trata de un plato que, en teoría, y si los ánimos fuesen positivos, funcionaría como la antesala de obras todavía mayores. Se encuentra en sus once composiciones un entendimiento cabal del lugar que un músico de ciudad del tercer mundo debe asumir ante su infame realidad. Sin lloriqueos ni panchos rancios se palpa la miseria, se rima con la tristeza y la desesperanza sin que la desazón opaque el ansia de desmoche. (Alejandro González Castilo)

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La Casa Azul sigue siendo todo un estallido galáctico de electro-pop rutilante, que también se regodea en la música disco y el dance. La gran esfera es un disco poderoso de parte de un artista en plena madurez personal y creativa; encanto le sobra. Posee un interior estético de una diversidad alucinante y, a la vez, la sapiencia para manipular la parte sentimental de las letras e incrustarlas en una vorágine del baile y el desfogue. (Juan Carlos Hidalgo)

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Samuel es el trabajo más personal y crudo de la trayectoria de Lázaro Cristóbal Comala, un verdadero exorcismo familiar y personal, y un testimonio de una lucha íntima. “Estar sobrio”, “Estoy poniendo todo de mi parte”, “La lucha en la que andamos”, son títulos explícitos por sí mismos. Todos ellos llenos de frases certeras como puñaladas que se mantienen en la memoria mucho tiempo después de que se las notas se han esfumado. (José Juan Zapata)

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Es probable que la música electrónica y muchas vertientes del folclore latinoamericano no hayan estado del todo alejadas en sus búsquedas vitales. La expansión de la conciencia y los procesos de autodesubrimiento no son narrativas que les son ajenas. Mateo Kingman, uno de los exploradores más avezados de la folktrónica, emprende en Astro un viaje de sanación que no sólo echa mano de las sonoridades primarias del folclor andino y la música urbana, sino que nos remite a una búsqueda espiritual que trasciende fronteras. (JJZ)

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La Bruja de Texcoco es uno de los descubrimientos más interesantes de este 2019 en México, con una historia tan mágica como intrigante. Enfundada en vestido oaxaqueño cual muxe del Itsmo, propone diálogos sobre lo trans, lo indígena y el género en un 2019 donde es más que pertinente discutirlo. Pero la imagen no sería suficiente sin este disco, una obra que plantea nuevas travesías acústicas sobre los lenguajes de la música folclórica oaxaqueña y veracruzana, e incluso sobre la música barroca colonial. (JJZ)

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De Visitor hay que insistir en el carácter trilingüe y multicultural de Michelle Blades (sí, sobrina de aquél Blades), su feeling kitsch y cinematográfico, y las rutas que traza en el (post-)post-rock. Ciertamente es uno de los discos que mejor refleja algunas de las formas por venir del trabajo creativo de músicos con mundo y con sensibilidades globales como lo es Michelle, una de las más experimentadas y con más millas en este conteo. (Daniel García Bullé)

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McEnroe no es un grupo que conozca de prisas, pero sí de vértigo sentimental y de una observación exhaustiva de la naturaleza; sus canciones casi son cuadros musicalizados o cuentos tristes que suenan en los tejados. Ricardo Lezón y compañía extraen la esencia de esa experiencia extrema que se llama vida y la transforman en un precioso y huidizo arte musical. (Juan Carlos Hidalgo)

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Desde su debut con Prender el alma (2016), Nicola demostró ser un poderoso generador de imágenes mentales y provocador de una experiencia sinestésica que acaricia y hace viajar sin moverse del lugar en el que uno está plantado. Ahora Siku ratifica su trabajo en una obra que le ha permitido coquetear con la samba, la cumbia, la india y los elementos andinos, más un acercamiento a formas africanas. (Juan Carlos Hidalgo)

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Ya presente en nuestro #recuento 2018 cuando era tan sólo un EP, la edición en larga duración de Las Batallas nos confirmó algo que sabíamos desde hace tiempo: Porter es una de las bandas clave del indie rock mexicano, y su carrera no hace más que engrandecerse, aun cuando muchos no auguraban un gran futuro. Himnos enmarcados en sintetizadores celestiales, paisajes intimistas y texturas ensoñadoras, en uno de los mejores álbumes de su trayectoria. (JJZ)

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Uno de los discos que esperábamos en particular este año, es este trabajo de Molina, que la confirma como uno de los músicos para todos los que siguen yendo a los festivales a sentarse mero atrás, los que ya van prefiriendo ver actos montados en bares, y en general los que además del frenesí y el ocasional desmadre, también aprecian compartir los momentos de contemplación y de silencio; quienes se quedan dentro del automóvil a ver las nubes un par de minutos antes de entrar a casa de nuevo. ¿Cursi? Quizá ¿Buen disco? ¡Aún más! (Daniel García Bullé)

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Después de una soledad de seis años, Ely Guerra obedece a su instinto creativo y lanza Zion, un álbum de experimentación vocal libre de instrumentos. Coros, frases y distintos idiomas son utilizados como herramientas para añadirle matices a la profundidad sonora que mantiene durante nueve temas. Ely Guerra deconstruye la canción y la deja pendiendo solamente de su voz. En este disco desafía los conceptos actuales del pop invitando a la introspección, apreciación sensorial y pone en otra perspectiva los conceptos de medio y mensaje. (Pavlov Rodríguez)

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Pies sobre la tierra es un disco que pone sobre la mesa las vertientes que han guiado la breve trayectoria de la chelista guatemalteca afincada en México: el interés en las posibilidades de la música de concierto contemporánea, y la seducción de la canción pop. El disco se nos propone como una suite, como un viaje guiado también por los elementos extrasonoros del disco. Esto es, desde el arte de la portada hasta los títulos de las canciones que van sugiriendo una ruta de viaje interior. (José Juan Zapata)

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Lanzado en la Nochebuena de 2018, y por eso fuera de nuestro #recuento 2018, no podíamos dejar pasar una de las grandes obras del género urbano, que mostró los límites que desea romper desde su ala más mainstream. No nos engañemos: si bien mucho de lo mejor del trap y el reggaetón sigue en los márgenes, Bad Bunny (a la par de J Balvin y Rosalía) demostró que es posible ofrecer un trabajo rico en sonoridades y discursos, así como salir de la trampa del «single» como signo de la época y el género. (José Juan Zapata)

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Desde hace tiempo las bandas de Mendoza vienen liderando la escena del indie argentino como sólo La Plata lo supo hacer hace pocos años. Mi Amigo Invencible lo reafirmó este año con una obra impecable producida por Luke Temple (Here We Go Magic) llena de capas, propuestas y sentidos por descubrir («Dutsiland» es una palabra sin significado). Una banda en su mejor momento. (JJZ)

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“Soy más grande que cualquier depredador” es una frase que entra con su justo peso en varias discusiones que son más que coyunturales. Y es solo el claim con el que el disco abre. Médula… puede ser un estudio muy hábil y muy sensible sobre las narrativas de jóvenes adultos como Carla: sobre nuestras vulnerabilidades por un lado y el reconocimiento de las cosas que están y no en nuestro control, por otro. Un clásico. (Daniel García Bullé)

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Colombiana es un disco que podría haber sido firmado a cuatro manos. Ahí están presentes los tópicos sonoros del productor Eblis Álbarez (Meridian Brothers): una psicodélica y personalísima visión de la cumbia, el bolero, la guaracha y la salsa en una enorme marea post-tropical; y por otro lado la curiosidad enciclopédica, el spoken word y las técnicas extendidas de voz del Niño. Todo para hacer un disco de cantes flamencos de ida y vuelta que nos recuerda que al final todas las músicas están formadas de viajes y de mezclas. (José Juan Zapata)

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El trío paulista lanza un disco lleno de nostalgia con reminiscencias entre la canción pop y el soul de los años sesentas y setentas. Esta idea musical va inmiscuida incluso en el mismo título, haciendo énfasis en el pasado revestido de presente. Lo decía en algún momento el escritor italiano Tabucchi y ellos lo retoman: la nostalgia del futuro. Hay una atmósfera relajante en sus armonías, y sin embargo, sus letras tienen un alto contenido poético y social. Si una palabra pudiera describir este disco, sin duda sería “Belleza”. (Homero Ontiveros)

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Este es el proyecto del guitarrista Mateo Sujatovich, quien además es el compositor de las canciones que conforman un disco donde se nota claramente la influencia de grandes referentes del rock argentino y de la canción, como lo son Luis Alberto Spinetta, Charly García o Fito Páez. Se trata de un cúmulo de piezas encumbradas en un pop de corte fino y letras que rayan en la confesión emocional. Canciones que no están lejos de ser un reflejo generacional. (Homero Ontiveros)

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En Los Punsetes confluyen guitarras bien afiladas, sintes nuevaoleros y un trabajo de letras que sólo muy pocos pueden presumir; son gente que sabe observar su entorno y reflejar sus odios y frustraciones con un enorme sentido del humor. En estas 12 canciones, Los Punsetes siguen siendo Los Punsetes, sin que eso afecte la exigencia de originalidad de la banda española. A lo largo de su carrera no han entregado un mal disco y esta no es la excepción. (Juan Carlos Hidalgo)

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ZZK Records es uno de los sellos que definieron el paisaje de la folktrónica en Latinoamérica en la década que cierra. Primero con exponentes de su sede, Argentina, y luego con nombres clave de la escena ecuatoriana como Mateo Kingman y Nicola Cruz. A ese amplio catálogo se suma ahora el colombiano Jhon Montoya, músico de conservatorio, a quien la experiencia europea, como a muchos otros, lo llevó a ver hacia su origen y hacia la raíz. 11 tracks donde igual resuenan ecos de la costa del Pacífico colombiano como beats de la música urbana global. (JJZ)

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Este es un disco del show que realiza la familia Veloso, es decir Caetano junto a sus hijos. Los Veloso no ofrecen pan y vino en este ofertorio sino una serie de canciones como parte de un ritual musical y, sobre todo humano. La mayoría son canciones ya conocidas pero acompañadas de un tratamiento minimalista en el que solo hay guitarras, un teclado y las voces de todos ellos. No hace falta más, son canciones enormes que abogan por el arte, por lo sublime, por la sensibilidad. Una gran misa musical la que ofrece la familia Veloso. (Homero Ontiveros)

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Pareciera que Danitse busca a través de estas canciones un renacimiento personal, pero es en esa búsqueda donde logra conectar con el otro, con el que la escucha y también está en alguna búsqueda. Las canciones no tienen arreglos de más ni tanta parafernalia, se mantienen de pie por sí mismas, por sus melodías, armonías y por las palabras que embonan con la música como si se tratara de un rompecabezas. Hay reflexiones sobre lo que significa estar vivo (miedo, fracaso, amor, alegría) y en nueve canciones la compositora y cantante peruana logra crear un mundo propio al que nos invita, y ya están ahí, nos damos cuenta que no es tan distinto al nuestro. Canciones donde la palabra toma fuerza y la música poder, esto lo hace un disco sentimental, honesto y poderoso. (Homero Ontiveros)

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Julián Salazar y Franklin Tejedor conforman un dueto que ha generado una de las propuestas más interesantes del techno colombiano. Tándem, como su nombre lo indica, deja en claro que esta dualidad se encuentra más afirmada que nunca, con sintetizadores y percusiones afilados, selváticos y psicodélicos. A eso se agregamos la voz de Ela Minus y el resultado no puede ser más seductor. (JJZ)

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El tercer disco de los argentinos contiene solo siete «canciones de cuna de hospital», suficientes para resumir bien la esencia del dúo que produce su obra desde Berlín: pasajes industriales lúgubres, oscuridad tecno y hasta una «balada» synth pop. El trabajo más reciente de estos humanos más vivos que nunca —una continuación progresiva de sus discos anteriores — resulta ser una flor en el pantano de la modernidad. (Luis E. Arista)

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Vaya fenómeno el que provocó Ed Maverick a sus escasos 18 años. Este joven de Delicias, Chihuahua saltó a la fama con un serie de canciones dramáticas y sentimentales en un folk que no reniega de la música norteña (algún tiempo fue guitarrista de una banda de sierreño). Su éxito masivo juvenil es tan grande como el bullying que ha sufrido en redes sociales y que ha sido motivo de polémica. Pero sólo basta escuchar su más reciente disco, Transiciones, para darse cuenta que es una voz que canta desde dentro, vital y cruda. (JJZ)

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La música tradicional del Pacífico colombiano se mantiene viva gracias a esta agrupación, que desde 1974 interpreta la música de la zona de Timbiquí, y ha ido pasando la estafeta a las nuevas generaciones. Así, De Mar y Río, su más reciente producción, celebra y visibiliza el folklore de la región con composiciones originales de cánticos, marimbas y percusiones, espiritualidad afroamericana y tradición familiar producida por 14 miembros que engloban tres generaciones de rescate cultural. (Luis E. Arista)

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El quinto disco de Los Besos es la confirmación de una de las carreras más interesantes del indie porteño. Paula Trama y compañía entregan una delicada colección de joyas pop equilibradas entre lo acústico y las texturas de los sintetizadores. Todo enmarcado por letras tan abiertas como breves que echan mano de la vertiente poética de Trama, a medio camino entre las sensibilidades contemporáneas y el homenaje al cancionero latinoamericano («Limeña»). (JJZ)

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Humo en la trampa es un disco de hip hop experimental —pero de verdad, no experimental como palabra que se usa cuando no se sabe cómo definir algo—, brutal, explícito, divertido. Alemán trae consigo uno de los estilos más electrizantes y apabullantes del momento. Todos los tracks del disco son intensos, llevan su carga de violencia y droga, en algunos hasta cierta introspectiva se asoma con guiños sobre la amistad. (Luis Bernal)

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Luís Severo ya había demostrado su calidad como uno de los cantautores portugueses más interesantes de los últimos años. Su disco homónimo (2017) es pleno de sonoridades y experiencias urbanas en una Lisboa fría y melancólica. En este año aprovechó una estancia en las Islas Azores para fraguar este disco, que bien podría ser su contraparte luminosa y campirana. «Se a rua ali à espera / Agiganta a Primavera / Esquece o drama». (JJZ)

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Para su tercer álbum, el músico uruguayo afincado en Nueva York recorre Latinoamérica y graba con músicos regionales su primer álbum en español. Más que un álbum de temas cotidianos, como un vendedor de fruta, un niño soñando que juega futbol o una ida a Tepito, La onda de Juan Pablo es una interpretación del folclor de la ciudad, un tributo a la vida cotidiana en distintas partes de Latinoamérica, en donde Wauters toma un respiro y disfruta. (Pavlov Rodríguez)

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El indie pop y la música urbana parecerían ser universos distantes, pero si algo nos ha demostrado esta década es que los extremos parecen unirse más que nunca. Es el caso de Cupido, un proyecto resultado de la unión entre la banda Solo Astra y el trapero Pimp Flaco, que (convenientemente) lanzaron el 14 de febrero una joya melosa de pop chicloso y ríos de autotune. Un disco tan fresco como disfrutable. La referencia a Los Simpsons es sólo la cereza de pastel. (JJZ)

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Suspiros es un disco que parece lograr lo que bandas como Los Tri-O intentaron y quedaron cortos: conciliar las imágenes y emociones kitsch de la música pop que enamoró a generaciones mexicanas antes de que ellos nacieran. Además, con los códigos e idearios de quienes buscamos música e insights el día de hoy, y hemos leído, o habríamos de leer, Vives en las cintas que me grabaste, de Rob Sheffield. Quizás el timing, el material fuente y el control creativo, les ayudaron más que a los olvidados jóvenes del catálogo de Azteca Music. (Daniel García Bullé)

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«Para no creerles vine, quieren nuestra carne, sudor, sangre; / pero hay algunos que no abandonaremos lo vital, / lo realmente vital, te necesito, me necesitas, somos y no se vende», palabras que parecen resonar en un Chile en llamas por las protestas sociales, aunque la idea del disco gire en torno a la destrucción de la naturaleza. Como Asesinar a Felipes sigue con su denso hip hop de tintes jazzeros, producido por Billy Gould (Faith No More) y con invitados tan diversos como Chino Moreno (Deftones) y Camila Moreno. Oscuridad para tiempos oscuros. (JJZ)

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Cuando NTVG nombró este disco como “otras canciones”, no se equivocaban. Si bien se trata de una grabación en vivo, con invitados donde hacen un recorrido por el cancionero que han construido a lo largo de un cuarto de siglo, lo más interesante es la forma en cómo estas canciones cobran vida y se renuevan, adquieren otro brillo. Ningún tema suena igual a la versión original, y sin embargo tampoco pierden su esencia. Todo un ejemplo de cómo refrescar y hacer crecer canciones que ya han sido apropiadas por su público. (Homero Ontiveros)