Lo primero que encontré en la red fue una nota con un encabezado donde señalaba que el nuevo disco de Arctic Monkeys, Tranquility Base Hotel & Casino, no era lo que su público esperaba musicalmente de ellos. No la leí en el momento pero la guardé. Durante el día comencé a leer comentarios en internet de personas a quienes les parecía aburrido el disco; algunos más decían que era un experimento arriesgado y necesitaban más tiempo para emitir un juicio, y otros recibieron con agrado este nuevo material de los británicos.
En el 2013 editaron el álbum AM, el cual fue elogiado por la crítica especializada y su público creció considerablemente. En este disco había un sonido de guitarras muy áspero, con melodías potentes y una base rítmica que trabajaron junto a Dr. Dre, uno de los más importantes productores en la industria musical; se trataba de auténtico rock con actitud y sonido propio. Sin embargo, para este nuevo material, cambian de dirección notablemente y, cuando la gente esperaba otro disco de rock, ellos lanzan un material que está mucho más cerca al soul de Al Green, al sonido californiano de Steely Dan y hasta a la canción crooner. Todas las canciones tienen una atmósfera tranquila, colindante con la balada, sin alteraciones rítmicas. Hasta podríamos decir que es un disco relajante.
Aplaudí este gesto de los Arctic e incluso me atrevo a decir que es lo más rock que han hecho porque, el rock tiene dos facetas, una tiene que ver con lo musical y otra con la actitud y, qué más rocker puede ser que ir en contra de lo que todos esperan de ti o de tu banda.
Sucede que tenemos siempre la idea, o se nos ha inculcado, que los músicos o artistas nos debemos a nuestro público; pero la otra parte es que si no existiera el músico no existiría la música, y si ésta no existiera no habría público para ella. En esencia todas las partes necesitan de sí.
He conocido músicos para quienes lo más importante es agradarle al público y en eso basan su música. Pero no fue el público quien hizo las canciones, que terminaron gustándole a muchos, sino el músico en la intimidad creativa, alejado de lo público. Entonces, ¿por qué darle esa responsabilidad a los demás para decidir el rumbo de la música? Toda música nace con el músico y se legitima de alguna forma con el público, pero no es éste quien la crea.
Ahora, si creemos que el público hizo éxito algún disco o canción estamos parcialmente equivocados. Digo parcialmente porque cuando una canción se vuelve popular es que primero la exhibieron como novedad en todas las plataformas digitales, apareció en las principales listas de éxitos antes de serlo y sonó en todas las estaciones de radio. Con esto nos damos cuenta que no fue el público quien la hizo un éxito, sino la inversión que hay detrás de ello, aunque hay que señalar que hay canciones que ni con toda la inversión se vuelven exitosas.
El problema viene cuando este público se vuelve un tanto dictatorial y quiere que el músico haga lo que ellos quieren, o, en caso contrario, dejarán de escucharte, provocando que nuestra industria musical nacional, por no decir la internacional, tenga pocas sorpresas y las diferentes opciones terminen sonando similares unas a otras. La mayor parte de los escuchas se resisten a los cambios, no quieren nada diferente a aquello que les gustó, y luego de un tiempo deciden ya no escuchar a determinado artistas porque ya “suena igual”.
El público es cruel, cuando ya no le gusta tu música no se lo piensa para hacerte a un lado. Incluso, pasado el tiempo, hay quienes reniegan que alguna vez le gustó tu banda. Por eso es natural que los públicos vayan cambiando así como la gente y las personas cambian, pero la música, una vez que fue hecha, perdurará en el tiempo y será imborrable.