Tierra Adentro y los cuates de provincia
El Fondo Editorial Tierra Adentro se creó en el año de 1991. En ese entonces el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), ahora Secretaria de Cultura, tenía la idea de publicar libros de autores jóvenes del interior de la república e impulsar su trabajo creativo dándoles difusión. Así permitía que los autores de cualquier punto del país pudieran estar al alcance de los lectores a través de una distribución adecuada en las librerías EDUCAL, así como de promoción en la revista del mismo nombre, además de recibir invitaciones a encuentros literarios. A estas alturas la colección ya sobrepasó los 600 títulos. El primer autor regiomontano en ser publicado por está ya mítica colección fue Patricia Laurent Kullick, con Esta y otras ciudades, con el número 21. Le siguieron en esa primera tanda David Toscana con Las bicicletas (núm. 32), Hugo Valdez con Días de nadie (núm. 35) y Regina Swain con La señorita superman y otras danzas (núm. 68).
Otros autores regios publicados, que suman un total de 24 hasta la fecha (11 mujeres y 13 hombres) son: Armando Alanís Pulido con Los delicados escombros (núm. 185); Bertha Mónica Treviño y Elizabeth Hernández que aparecen en un libro colectivo titulado El bautismo de los pájaros (228); Sonia Silva Rosas, Tanta memoria (245); Ofelia Pérez con De las tantas voces (310); Antonio Ramos con Dejaré esta calle (317); Óscar David López, de los dos autores que tienen dos títulos en la colección: Gagbang (350) y Roma (391); Mario Cantú Toscano con El hombre sin adjetivos (358); Vidal Medina con Galimatías (372); Criseida Santos Guevara con Rhyme and Reason (375); Erick Vázquez con La naturaleza de la memoria (384); Gabriela Torres Olivares, la otra autora con dos títulos: Enfermario (410) y Piscinas verticales (572); Norma Yamille Cuéllar con Historias del séptimo sello (411); Luis Panini con Mala fe sensacional (413); Minerva Reynosa con Atardecer en los suburbios (432); Rodrigo Guajardo con 33 sirenas (521); Jehú Coronado con Sangre (522); Moisés Ayala con El Flarf del narco (525); y por último Iveth Luna con Comunidad terapéutica (570) y Sergio Pérez Torres con El museo de las máscaras (595), para un recuento total de 25 libros: 12 de poesía, 11 de narrativa en sus diversos géneros (cuento, novela, ensayo) y 2 de teatro.
Viajes de ida y vuelta a la niebla y la opresión
Esta y otras ciudades contiene 17 historias que Patricia narra con una ironía que raya en la crueldad. ¿Cómo disfruta eso uno sin autodenominarse masoquista o malvado? Simple: entendiendo que lo bello y lo justo por naturaleza es lo que se dice con sinceridad. La esencia de los textos emana del cuestionamiento constante, la cuarta de forros habla de un libro entrañable y en eso se convirtió no solo el libro sino toda la obra de Laurent, universos de abstracción que escapan a las contingencias (los mismos relatos lo son). Y al final hay que huir en esas tramas sorpresivas o premonitaorias que la autora maneja desde siempre con maestría.
La cara siniestra de las urbes
“Monterrey es una ciudad que desprecio…”, así comienza el cuento que le da título al libro. El amor-odio con nuestra geografía; de la insatisfacción como recurso literario la autora hace gala; historias envolventes, en los que no importa la extensión (hay cuentos de una página) para entender que desde siempre Laurent tomó la decisión de encerrarse con sus fantasmas y desoír los riesgos de ser arriesgado en todo momento. Laurent Kullick revitaliza cada historia, construyendo almas que no parecen asumir la culpa como carga sino como destino, espejismos donde uno se estrella cada vez que despierta.
Traducir la aglomeración
-Armand, Armand -escuché (mientras caminaba por el rumbo de Cintermex), una voz de mujer que me hablaba desde un carro que se paró al otro lado de la calle. Era Patricia.
-Yo te doy un raid -me dijo amablemente. Le indique donde vivía, estaba cerca y solo le alcance a preguntar:
-Patty, pero ¿tú a dónde vas? ¿No te desvió de tu ruta?
-Voy a escribir -me contestó, mientras yo le agradecía el aventón y cerraba la puerta de su carro. Aceleró y se perdió en las calles.
Desde entonces tengo esa idea de Patricia y de la ciudad. Va a escribir. Hacia allá se dirige. Su respuesta totalitaria es mi imagen de ella. Lo que vaya a hacer, hacia donde se dirija, tendrá siempre esa respuesta: voy a escribir.
Patricia traduce las ceremonias de la confusión. Perturba al oído, sí, pero es su propuesta para establecer una relación con el lector. Y la autora nos dominará porque embiste al lenguaje alimentado por imágenes no solo mundanas sino escabrosas. La atrocidad es una suerte de combustible de la imaginación que Patricia nos ha compartido cada vez que eleva su vuelo cuando escribe. Esta y otras ciudades es el mapa que no debemos perdernos porque leyéndolo se atrapan esencias.