Aquí hay tiempo y esencia humana; pienso en un alquimista y su perseverancia, pese a que sus intentos de convertir algún otro mineral en oro no resultarán. El insistir en su tarea justifica en sí misma su existencia… lo mismo ocurre con los músicos, siempre en pos del acorde perfecto, del ritmo exacto.
Otros alquimistas buscaron más profundo, hasta los rincones del Anima Humana… algo que Pascual Reyes ha hecho con su arte musical. Más de dos décadas de búsqueda e insistencia variando los acompañantes de un intrincado laboratorio musical.
En su quinto álbum permanece ese gusto por imágenes sombrías, por retratar los callejones en los que se oculta el ánima, pero en los que ahora hay un dejo de esperanza que abre un nuevo pasadizo temático. Se trata que orfebre sonoro que sabe que va a insistir, que difícilmente claudicará y que hace de su necedad un blindaje existencial.
No ha sido fácil la gestación de Animanecia, pero lo que no te mata te hace más fuerte. Conversamos con el líder de la banda capitalina para conocer los intersticios de una obra que, como es usual en su discografía, es todo un manual de sentimientos atribulados y en constante lucha por pervivir.
En discos anteriores tenía la sensación de que la energía que provocaban las canciones era de una misma naturaleza de principio a fin, que brotaba y era hasta cierto punto difícil de contener. En este nuevo disco hay momentos en que se le controla más, para luego dejarla fluir en todo su esplendor. Es como un caballo al que se muestra elegantemente para luego pedirle que acelere a toda velocidad. ¿Es viable esta apreciación para el disco?
Tiene que ver con la madurez musical, es decir, estamos probablemente más conscientes del balance musical, de arreglos, de lo que queremos expresar musicalmente y cómo… Yo en lo particular he aprendido mucho haciendo scores para películas y series, componiendo arreglos para orquestas, ensambles de instrumentos varios y eso de alguna manera me da más elementos para ser más preciso en lo que quiero expresar a nivel musical. Obvio Gerry Rosado, que es nuestro productor desde hace muchos años, está consciente de esas herramientas, es su trabajo y lo aprovecha todo.
A través del tiempo, la banda se ha distinguido por contar por alineaciones muy poderosas, conformadas por músicos incluso virtuosos; ¿cuál ha sido la personalidad sonora que ha creado la nueva formación? ¿Cuál sería su sello particular?
Bueno para empezar, musicalmente hablando, ahora estamos todos en el mismo canal; este disco lo hicimos en 6 meses desde que empezamos a planearlo hasta que terminamos de grabar. Ambos, tanto Chepo Valdez (batería) como Vicente Jáuregui (guitarra) son muy dedicados a su instrumento, además de que entendieron desde el inicio muy bien el mundo sonoro de SPR. Me gusta mucho el estilo de Chente, es visceral y psicodélico a la vez, pero también puede ser muy limpio y preciso, además que en el escenario irradia una energía increíble. Chepo es una máquina rítmica, cada nuevo ritmo que monta es un reto que aborda a la perfección.
Me ha sorprendido especialmente “La espina”, una balada poderosa y de gran calado; ¿cómo fue que decidieron acercarse a un rock and roll clásico? Por otro lado, luce pletórico el coro; ¿quién lo grabó y de qué manera fue pensado?
Es curioso, es la única rola que no escribí, quien la puso en la mesa fue Rodolfo Wright, quien fue tecladista de SPR (hasta hace un mes). Cuando la presentó era una muy buena rola, pero musicalmente no tenía mucho que ver con el mundo de SPR, así que muy a pesar de Rod (jeje) decidimos abordarla de una manera diferente. Para empezar, es la única canción en la que no toco la guitarra, preferí eso porque me concentro meramente en la interpretación vocal, quería abordar la canción como un crooner aborda un tema, y en general así es la vibra de la canción. Como dato al calce, creo que a Rod nunca que le terminó de gustar esta versión.
En la misma canción suena un viejo piano y también lo que parece ser un órgano. ¿Qué se pensó que aportarían los teclados para este disco? ¿Ese toque hasta Gospel de la canción cómo fue que brotó?
Rod Wright era el tecladista de la banda y era su rola, así que creímos conveniente que al final hubiera un solo de Rhodes. Con respecto a la vibra como de Gospel es un recurso que nunca habíamos usado; que el estribillo tuviera una respuesta coral, me vibraba mucho a Nick Cave, que de pronto puede usar estos recursos.
“Entre la sombra y el silencio” me parece una canción que refleja la madurez de la banda y un ejemplo de la contención de la que hablaba antes. ¿Estás de acuerdo con ello? Incluso rítmicamente me parece un tema peculiar para San Pascualito Rey.
En efecto, esta rola, sin duda, puede ser una muestra de madurez musical; todo está en su lugar, hay una contestación para cada movimiento rítmico y hay espacio para cada frase musical; cada quien tiene un discurso propio desde su instrumento y, sobre todo, posee una letra desgarradora e íntima… definitivamente es de esas canciones que al escucharlas es imposible no mover la cabeza o los pies.
La música ofrece la posibilidad para mostrarse como una obra abierta y ofrecer distintas líneas de interpretación; especialmente pienso en ello a propósito de “Tecolotes”. Habrá los que la seguirán de forma literal, pero también quienes descubran el vínculo con tus hijos. ¿Qué podrías opinar al respecto?
Pues es de esas canciones que tenía que escribir; los hijos te cambian la vida, ya le había escrito una canción a mi hijo mayor en Todo Nos Trajo Hasta Hoy (2017): “Arde el Pecho”, pero tenía una deuda pendiente con la llegada de mi hija. Me considero afortunado de estar muy cerca de ellos todos los días, y esta canción es una muestra del amor y plenitud que siento a su lado. Ya casi por cerrar el repertorio del disco llegó esta canción, y algo curioso, la voz es la voz guía que se grabó en la primera sesión de grabación. Así como la oyes es que se quedó, no hubo parches ni overdubs.
“Tecolotes” también es interesante en el sentido de que te aproximas al country, ¿cómo fue que surgió? Junto con “La espina” me llevan a acordarme tanto de Johnny Cash como de Roy Orbison.
Pues en realidad surgió como dice la letra; durante la navidad de hace un año estaba en Querétaro, acostado en un jardín con mi hijo viendo la luna llena, y le dije “mira esa luna” y de ahí empezó todo. Quería hacer algo que aunque el motivo fuera la felicidad, tuviera un viso de nostalgia y ternura a la vez, creo que esta canción pasa por ese punto donde la felicidad se condensa en lágrimas. Para la música tenía en mente a un canto cardenche, combinado con una canción de cuna.
En tu labor de compositor y productor de música para cine y series has sabido obtener lo requerido de instrumentos y voces. ¿Qué buscaste a la hora de invitar a Dr. Shenka? Uno no pensaría que hubiera una conexión evidente, ¿ese gran contraste era el atractivo de generar el dueto?
Cuando acabamos de montar la rola se me vino a la mente la participación de Shenka, sobre todo porque admiro la capacidad de “flow” y de improvisación que tiene. Creo que esta canción es de las que se podrían denominar dark guapachoso, y la colaboración con él la iba a convertir en algo distinto y sorpresivo. Tampoco creo que la base musical de “A Pesar de Mí” esté muy alejado de lo que hace Shenka, tiene una onda latina tribal, que a mí en lo personal no me generaba en absoluta alguna clase de ruido que él participara.
Fue muy aleccionador verlo grabar, no quiso (como se dice en el argot del audio) “overdubear” o “ponchar” el audio, eso es, que grabáramos frase por frase; conforme iba componiendo sus versos finales paraba y empezábamos desde el inicio hasta que quedara todo de un jalón; no quería retomar desde un verso ya grabado. ¡Es todo un profesional!, además de que hay un cariño y admiración tanto hacia él, como por el Panteón Rococó.
9 canciones en 41 minutos podrían sonar como algo muy ajustado para un álbum, además sueles componer sobradamente. ¿Han sido las condiciones de la escena nacional un elemento determinante para establecer la duración del disco?
En realidad, el disco en un inicio pensábamos hacerlo de 5 canciones, es decir un EP, no por las condiciones de la escena nacional, ni por otra razón si no por el tiempo que nos pusimos de límite para terminar el disco. Cuando empezamos, apenas teníamos casi 2 canciones completas, no pensamos que fuéramos a ir tan rápido. Era importante grabar inmediatamente y en poco tiempo, para sentirnos vivos con la nueva alineación, para no ser una alineación que iba a interpretar los mismos temas de siempre… para demostrar que habíamos resurgido musicalmente.
Es importante mencionar esto porque precisamente a la salida de Alex Otaola por primera vez me pasó en la mente “cerrar las cortinas”, se lo compartí a Juan y contrario a lo que pensaba me iba a decir, me convenció de no hacerlo, de que esta era una buena oportunidad para reinventarnos y seguir adelante. Por otro lado, mi esposa me dijo que qué iba a ser de mí cuando es lo único que hacía con pasión desde hace casi 20 años, y precisamente el voltear y ver que estos 20 años estaban a la vuelta de la esquina… pues fue suficiente para tomar la decisión de continuar. Así que poniendo en perspectiva de que partimos de un punto donde ya no iba a haber más San Pascualito Rey, ¡9 canciones son un muy buen logro!