Así como los protagonistas de la película mexicana Güeros emprenden una ardua búsqueda de una estrella perdida del rock mexicano de los años setenta, muchas otras voces siguen dispersas en el firmamento musical y hay que dar con su paradero. Una de ellas es la de Alberto Isordia, alias “Pájaro Alberto”, hoy de 74 años, originario de Tijuana, precursor de la banda Love Army y campeón sin corona del Festival Avándaro.
Durante el turbulento periodo posterior sembró Viaje Fantástico (1974) acompañado de la banda Sacrosaurio, que ha trascendido como una obra de culto cantada en castellano con una peculiar y visionaria producción y una lírica osada antes del “rock en tu idioma” y el movimiento rupestre. Su estela fue difuminándose con los años, pero su legado profesional quedó impregnado en ambos.
En marzo de 2020, Isordia tuvo un breve retorno a la Ciudad de México para foguearse con algunos miembros de la escena actual y de la prensa presentando nuevas inquietudes musicales que hoy experimenta por internet, la que considera una herramienta innovadora para mostrarlas a una nueva generación. Su última entrevista presencial antes de la irrupción de la pandemia del Covid-19 y la incierta “nueva normalidad”.
Viviste entre Estados Unidos, Canadá y ahora estás en Tijuana, cuéntanos un poco de esa línea del tiempo.
Es que yo empecé antes de que Los Beatles llegaran a América en el 62. Todo lo que tocábamos era rock and roll americano, covers. Cuando llegaron ellos también estaban teniendo mucho éxito los Beach Boys y todo el movimiento estaba cambiando. Luego vinieron los Rolling Stones y la Ola Inglesa, pero cada cambio era un shock, para mí y el resto de la gente. Por eso, alguna vez me oíste decir que la primera vez que escuché a los Beatles los odié, incluso sentí que hasta las guitarras estaban desafinadas y por su corte de pelo creí que eran surfers. Oí «I Want To Hold Your Hand» y le cambié al radio, pero en la siguiente estación también estaban tocándola. ¡No podías escapar de ellos! Cuando oyes un hit por primera vez y no te gusta, óyelo otras tres veces y termina por gustarte, casi como una regla.
¡Casi como las drogas!
Sí, en el rock en particular. Yo no vivía en la Ciudad de México, vine en el 68 con los Tijuana Five y tocamos un poco. Luego un productor llamado Alfredo Elías Calles, decidido que quería hacer un grupo original. Era nieto del ex presidente Plutarco, pero le salió hippie a la familia: lo desheredaron, lo corrieron y no querían saber de él.
¡Como en la película Coco! ¿La viste?
¡Oh sí! (Risas.) Mientras estábamos en Acapulco haciendo la banda Love Army, se puso en escena la obra de teatro Hair. Alfredo estaba de productor y decidió llevarla allá; rentó un cine viejo, lo llamó Teatro Acuarius y la puso en escena. Yo ayudé con la traducción, pero fue demasiado shocking para la sociedad mexicana. Invitaron a la hija de Díaz Ordaz, una beata persignada, y se escandalizó porque en la última escena todo el reparto salía desnudo. Los sacaron en la revista Alarma! como “hippies, drogadictos”, al igual que la portada del Festival de Avándaro, y a Alfredo le querían dar el “carreterazo”. Se exilió voluntariamente en Europa y nos dejó en manos de Federico de Silva, mano derecha suya en el negocio del club nocturno El Tiberios. Pues total que Love Army quedó en “veremos”, y hasta entonces éramos cinco.
¿De ahí fueron a Estados Unidos?
Federico de Silva nos llevó a San Antonio, Texas donde tenía otro club y estuvimos entrenando, pero no podíamos regresar a México, ni a Acapulco. Fuimos a Los Ángeles, donde audicionamos con una disquera y gustó. Federico se encerró en una oficina a negociar (él no sabía nada de música, era un playboy) y echó a perder el negocio, porque le dijeron era que él estaba fuera como promotor. La disquera iba a contratarnos y asignar un productor y él dijo que no. Así que tuvimos que regresar a Acapulco a través de Tijuana, y empezamos con Love Army ya con metales.
Luego está la fallida participación en el Festival de Avándaro…
Canciones como «Caminata Cerebral» y «Tu tiempo llegará» y esas letras tenían mucha agresividad política, social y las prohibieron en la radio. Esto fue en los setenta, poco antes de Avándaro. No participamos en el festival, pero estábamos en el programa junto con Javier Bátiz, Dug Dugs, Tinta Blanca y Three Souls In My Mind. Tuvimos un accidente en Toluca que mandó al hospital al bajista y por eso no llegamos, pero aun así la nación de Avándaro nos adoptó de cierta forma. Las canciones de «Caminata Cerebal», «Tu tiempo llegará» y «Seguir al sol», aun sin Love Army, se convirtieron en canciones de Avándaro, en particular «Seguir al sol».
¿Qué vino después de Love Army y tus discos como solista?
En 1976 me fui a Los Ángeles y estuve probando suerte con bandas de allá y de San Francisco, con una que hicimos con Jorge Santana, hermano de Carlos, pero no funcionó porque tenían el mismo estilo suyo y ese no era el nuestro. Mis canciones no encajaban, eran demasiado gringas o inglesas. Hice otras dos bandas con músicos, y la tercera fue cuando salió la gira en Canadá en el 77. Para el 78 regresé de allá, pero a San Diego; me casé con la mamá de mi hija, ¡mi grupi más fiel! Me puse a trabajar en San Diego en una tienda de música, luego hice dos negocios relacionados con ella y me fue excelente, hice bastante dinero, compré una casa en aquella ciudad y seguí con ellos desde los noventa hasta el 2002. En 2004 ya estaba tratando de retirarme y lo logré porque vendí mi casa y desde entonces vivo en Tijuana. No he dejado de hacer música, hasta me puse a cantar y componer jazz. Por supuesto, el rock es lo mío, ¡yo soy rock! A los 13 años lo descubrí.
Sinceramente, no estoy habituada a tu música, pero me gustó mucho tu disco de Viaje Fantástico (1974), más de lo que hubiera imaginado, pero quiero saber algunos aspectos técnicos de producción como el sintetizador en la canción de Raga.
El sitar en la canción «Raga» fue uno eléctrico que produjo una compañía y nada más hizo unos cuantos, era muy raro. Si escuchaste alguna vez a los Rebeldes del Rock, Aldo Tena, uno de ellos, tenía una compañía de instrumentos musicales llamada Musical Mexicana, y él nos la facilitó. Yo quería hacer algo inspirado en el trabajo de George Harrison. En ese entonces no teníamos manera de conseguir instrumentos indios como la tabla y la tambura. Decidimos ver cómo le hacíamos para lograr el ambiente y el sintetizador que oyes al fondo de «Raga» que es un Moog, que fue el precursor de todos los sintetizadores del mundo. Eran de aquellos aparatos que parecían consola de telefonía, con muchos cables y se les hacía producir el sonido que tú querías, pero no era fácil. Para el zumbido de la tambura nos sonó bonito y los tambores que se oyen como tabla son tamborcitos afrocubanos.
¿Pero cuál era tu idea de incorporar todos estos instrumentos? Yo sé que eran de la época que a muchos años de distancia nos suenan exóticos, a mí se me hizo muy moderno, innovador para el México de entonces.
Es muy halagador porque sí me han dicho que el disco suena a un ritmo adelantado a su época. Al grado que hay chicos de tu edad que están proyectando grabarlas y hacerlas su versión; eso me conmueve, halaga y motiva para seguir escribiendo. La experimentación era casi obligatoria porque el rock and roll fue precisamente eso. En el principio Elvis Presley producía él mismo con su voz el eco, lo imitaba, era un sonido que él ya había conquistado, y así hacía canciones sin esos efectos de reverberación. El más sobresaliente para mí es una canción llamada «The Big Hurt», una oldie, de una cantante country llamada llamada Toni Fisher, quien por cierto, los DJ’s la anunciaban como “Miss Toni Fisher”, para especificar que era mujer. Esa canción no era muy melódica pero tenía un sonido que todo mundo se preguntaba cómo lo habían logrado los ingenieros, porque parece que la habían grabado bajo el agua. Los violines y coros parecían darte vuelta a la cabeza como cuando pasa un jet. ¡Y todavía no se inventaba el estéreo! Lo lograron con una técnica que se llamaba “desfasamiento de las cabezas de grabación” y todo para que sonara diferente. Eso es innovación.
Percibí que las canciones eran de amor, ¿es así?
No precisamente. No puedes decir que «Seguir al sol» y «La isla» son canciones de amor. De hecho, solo hay dos canciones como tal, una que de plano RCA Víctor de plano me forzó a escribir: «No pudo ser», porque estaban diciendo que las canciones de contenido político-social no vendían y ellos después de todo estaban en el negocio del disco. «Amor Libre» tenía un contenido social, era acerca de la liberación de la mujer. Las otras eran psicodélicas con un contenido que parecería ser de amor, pero eran de liberación espiritual-mental, como «Ven a verme»: “Yo estoy arriba, tu estas abajo”, no hablaba precisamente de altitud. “Quiero que subas a mi montaña y te quedes hasta mañana”, “ven conmigo, niña flor”, todo eso era del movimiento hippie, amor libre, amor y paz. Si las ves en este contexto sí, pero no de amor romántico (se ríe).
Suenan dulces, porque había cierta inclinación por la rudeza, pero no era tu caso.
No, yo era todo dulce, “amor y paz”, y “flores en tu cabeza y hongos en tu platillo” (risas).
Tu decías que los rockeros necesitan a sus grupis, ¿por qué?
¡Como los peces al agua!, (se ríe). Las grupis son las mujeres que son el soporte emocional de los rockeros más grandes de toda la historia y se han escrito libros acerca de esa situación, algunas se trepan al stage y ya no se bajan. Ha habido muchas cantantes de rock que empezaron como grupis, y se han hecho muchas películas como A tres metros de la fama (20 feet from stardom). En este caso las coristas, que luego se hicieron cantantes.
¿O como en Casi Famosos?
¡Sí! Es la ilustración de lo que te estoy diciendo.
Ahí el personaje de Penny Lane decía: “nosotras no somos grupis, esas se acuestan con los rockeros porque quieren estar cerca de la fama. Nosotras somos band aids porque apoyamos la música”; era su choro, pero no sé si estés de acuerdo con eso.
Pues se ponían de moda, los nombrecitos, pero… esencialmente sí eran grupis (se ríe).
También mencionaste como ejemplo la canción «Tiny dancer» de Elton John
Sí, era acerca de una grupi, pero de hueso colorado, porque no todas tenían la madera para ser band aids porque no era fácil. Como viste en Almost Famous salía sangre, sudor y lágrimas, y es un poquito curioso que él siendo totalmente gay escriba la canción más hermosa de una chica en el rock and roll, costurera de la banda.
A ti te consideran “el primer cantante rupestre”, pero no sé si te asumes como tal.
Me gusta la etiqueta, aunque no se creó hasta mucho después de mi época, porque siempre he tratado de fusionar lo campestre con mi corazón de rockero. Nunca quise hacer rock muy pesado, tuve algunos números y lo que estoy escribiendo ahorita se puede tocar en punk, metal y hasta reggae porque he tratado de evolucionar con el rock. No me gusta quedarme atrás. Mencioné lo de mi filosofía de vivir el tiempo presente, y si voy a sembrar semillas de rock en jóvenes millenniales pues quiero sembrarlas lo más avanzado posible porque no es de ganancia inmediata, porque lo hago y lo hago para depositar un legado, aprovechando lo que para mí es precisamente el medio más democrático de la historia de la humanidad, el internet y la comunicación instantánea. Es así como le puedes responder a la televisión, ya que nunca se había tenido esa capacidad, y es para mí el medio más democrático de la historia en el escenario, la humanidad y tener voz en el escenario mundial. Poner tu opinión al alcance de todo el mundo es algo increíble. La letra de mi canción al día de hoy es un versito que dice: “El internet es el cerebro de este mundo”, “es la mente colectiva de la especie”, “tus secretos no lo son, porque esos se publican”. Con eso lo digo todo.
¿Cómo ves el rock mexicano actual?, ¿qué te gusta?
Vine a buscarlo a la Ciudad de México y encontré lo suficiente para hacerme regresar. El rock actual creo que está evolucionado en una forma progresiva. Lo que he escuchado me gusta mucho, como Luis Álvarez “El Haragán”, que me invitó a unas tocadas en San Diego y Los Ángeles donde alternó con Aterciopelados y me gusta también La Castañeda. Se abrió un lugar en Tijuana llamado Black Box donde han desfilado decenas de grupos de nuevo rock y me gusta muchísimo. Creo que puedo escribir en ese contexto y por otro ya tengo algunos números como una canción llamada «The Frey». Dicen que suena entre Bowie y The Cure y los chicos que tienen las influencias de Green Day, me gustan muchísimo.
¿Qué más estás trabajando aparte de jazz? ¿Qué más quieres hacer en este año?
Si me salgo con la mía, subir al internet unas doce canciones nuevas, digamos. Hasta ahorita hay dos. Todos las demás las subieron jóvenes que no habían nacido cuando yo las escribí y eso me motiva, me hace pensar que sí andaba un poquito adelantado con la época. Si me salgo con la mía de subir otras, en dos o tres versiones, y especialmente si encuentro grupos que me soplen la mente, que me impresionen con la forma de tocar, se las regalo; ese es mi legado y no me importa hacer dinero. Las más recientes, a excepción de la de jazz, todas tienen contenido social, especialmente las que están en inglés. Tienen tanto contenido político que si las hubiera publicado en la época de George Bush me hubieran mandado a Guantanamo (se ríe).
¿O te quitarían la Green card?
No, tengo doble ciudadanía, pero con ese méndigo chango naranja de Trump no se sabe, lo digo con odio jarocho. Las letras de mis canciones en inglés no han sido publicadas, pero sí registradas y tienen una nota de texto donde digo que no me importa si las reproducen, interpretan, o las piratean. Todo eso lo agradezco, pero que no sean gachos y que me den mi crédito. Por ejemplo, hay bandas que las han grabado como Lira’n Roll que sigue cantando «Seguir al sol» y no me lo dan. Eso ofende mucho más a que no den regalías porque yo nunca les pedí dinero, eso me importa madre, yo lo que quiero es que mi mensaje sea transmitido.