Quedó claro que, en el box -como en otros ámbitos- en realidad no importan el talento, ni el esmero, ni el entrenamiento, ni siquiera la fuerza.
Por: Gabriel Contreras
“No va a saber por dónde le van a llegar los golpes”. Así lo aseguraba el boxeador mexicano César Juárez durante una breve entrevista que circuló días antes de su pelea contra el colombiano Wilner Soto.
“No va a saber”.
Juárez se mostraba realmente entusiasmado, porque por fin regresa a la Ciudad de México. “Hace mucho que no peleaba aquí, en la ciudad que me vio nacer”.
El entrevistador -incauto o flojo, no tengo idea- se conformó con acercarse solo un par de minutos, y los detalles de la predicción quedaron en nada. Pero sí quedó muy clara la autosugestión y la convicción de ganar.
Llegó el sábado 14 de abril y César “Corazón” Juárez ya estaba en su esquina. los puños bien ajustados con vendas, los latidos a todo galope, y la seguridad de que las derrotas se han venido acumulando en la ruta de “Corazón” Juárez.
En su mesa narrativa, Julio César Chávez, conocido por sus amigos como “El gran campeón mexicano” no daba un cacahuate por César Juárez.
Desde que el contendiente mexicano se paró en el ring, Chávez puso el dedo en la llaga: “No sabe pelear”. Y después completó: “No tiene estilo”. Y poco más tarde: “No tiene técnica”. Por si todo ello fuera poco: “No es un buen peleador”.
Lamazón -el hombre que cita a López Velarde, a Borges y a Machado mientras los peleadores se despedazan- fue menos cruel en su intervención, y señaló un factor inesperado: el currículum académico de “Corazón” Juárez. Claro, por lo general los boxeadores no solo no tienen carrera, sino que en algunos casos -cosa que también ocurre con los luchadores- son absolutamente analfabetas. Pero Juárez no. Juárez tiene una licenciatura en leyes y una maestría en criminología. O sea, que está preparado, académicamente preparado. En realidad, eso vendría sirviéndole básicamente de nada a la hora de darse de golpes sobre el ring, pero lo hecho hecho está. Y la cordialidad de Lamazón quiso subrayar ese detalle.
El caso es que Julio César Chávez tenía razón, porque desde el inicio de la pelea César Juárez dio evidencias de su mala fama: una pésima manera de pararse, una desatención absoluta por el protocolo (subió al ring con tenis deportivos y calcetines), una guardia indefinida y mediocre, y todo eso combinado con un volado de derecha que suena más a pelea de cantina que a ring de box, Un pésimo peleador.
En cambio, Wilner Soto mostró una condición plena y un dominio absoluto de la técnica. Soto demostró ser un hombre apegado al entrenamiento, un boxeador limpio, un buen atleta, y dueño de un excelente juego de piernas.
De modo que, a lo largo de más de 27 minutos, Julio César Chávez no paró de echarle carro a Juárez en su narración, y Juárez peleó tan mal, que merecía eso y más.
Pero llegó el noveno round, y en el segundo 46 el colombiano (excelente boxeador) fue enviado a la lona por el mexicano (pésimo boxeador).
En ese momento, quedó claro que, en el box -como en otros ámbitos- en realidad no importan el talento, ni el esmero, ni el entrenamiento, ni siquiera la fuerza… Sólo importa el resultado.
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