Después de lidiar con los prejuicios que mucha gente tenía sobre esta música y cultura al pensar que estaba ligada a las pandillas y a delincuentes, hoy el rap y el hip hop son uno de los vehículos más utilizados en todo el mundo para lograr transformación social.
Por: Homero Ontiveros
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de ver el documental Ko’olelen: Soy Mujer, donde se da seguimiento al trabajo que realiza una colectiva de Merida, Yucatán llamada Las Hijas del Rap. Ellas hacen rap feminista y utilizan este tipo de música, así como los elementos de la cultura hip hop, para desarrollar un taller con niñas de una comunidad maya a las que enseñan a escribir sus letras, cantarlas o rapearlas, pero sobre todo, les ayudan a resignificarse como mujeres, ya que el lugar que habitan, como muchos otros del continente, sufre de un machismo exacerbado que las violenta fuertemente.
Al termino del documental me quedé pensando en lo que es el hip hop hoy en día y hay que decir las cosas como son: Después de lidiar con los prejuicios que mucha gente tenía sobre esta música y cultura al pensar que estaba ligada a las pandillas y a delincuentes, hoy el rap y el hip hop son uno de los vehículos más utilizados en todo el mundo para lograr transformación social.
Así como Las Hijas del Rap tienen este proyecto con las niñas de Kimbilá, una comunidad maya al sur del estado de Yucatán, hay muchos proyectos en todo el mundo que están buscando ayudar a los jóvenes a transformar su entorno y la manera de percibirlo. Aquí mismo en Monterrey está el trabajo de Supera AC, quienes trabajan la masculinidad y temas de género con jóvenes en riesgo para tratar de bajar índices de violencia y ofrecerles otra opción de vida.
Rapflektion es un proyecto que nace en Ecuador, en el que se utiliza el rap para que jóvenes habitantes de zonas marginales expresen sus sentimientos, muestren sus realidades y encuentren, también, una opción de vida mediante el arte. Este proyecto ha traspasado fronteras expandiéndose hasta Alemania.
En Colombia están muy bien documentados los trabajos realizados por el Crew Peligroso, quienes han formado una escuela en el barrio de Aranjuez donde a través de la enseñanza de los cuatro elementos del hip hop, ofrecen a niños y jóvenes una alternativa diferente para que no se sumen a grupos criminales. Lo mismo hace la gente de Casa Kolacho en la comuna 13 de Medellín.
En España, específicamente en Cádiz, se organiza un Festival de Rap donde hay un concurso sobre “rap igualitario”, esto con la idea de promover la igualdad y prevención de la violencia de género entre los españoles. En Barcelona está el Hip Hop Lab, proyecto que busca fomentar el desarrollo cultural comunitario de los jóvenes. En Galicia la Vella Escola y en Madrid el “Rapeadero de Lavapiés”, donde utilizan al rap como medio de integración social.
En Palestina, artistas como Safaa Arapiyat, Palestinian Rapperz, Shadi Al-Assi, y el grupo DAM, han utilizado esta música para hablar sobre su realidad, los problemas que sufren y compartirlo con todo aquel que pueda escucharlos. Porque el rap es eso: una crónica de las distintas realidades del mundo. A través de él conocemos lo que no dicen los noticieros y es la vida real de los otros; porque muchos habitantes del planeta no tienen la atención de los gobiernos, de los medios de comunicación, ni de una parte de la sociedad; entonces el rap visibiliza a aquellos que parecen invisibles ante los demás.
Hay algunos factores que hacen que este género musical, del que testarudamente aún algunos músicos reniegan, tenga este impacto y penetración social. Y es el hecho de no necesitar un instrumento musical, ni saber de música, para rapear (en Cuba un grupo de raperos hacían beats con una máquina de escribir). Eso lo vuelve muy accesible para todos, aunque no por eso fácil. El uso de la métrica, la capacidad para improvisar versos, además de condensar momentos de la realidad en unas cuantas rimas, no es tarea fácil ni sencilla.
El rap está diciendo lo que las otras músicas no dicen o han dejado de decir. Hay una línea que enlaza a diversas personas y culturas en una cadena global y con un objetivo: hablar de su entorno, lo que viven y, por medio de la música, encontrar quiénes son, tanto en lo individual como siendo parte de una cultura y una sociedad.
El premio Pulitzer entregado a Kendrick Lamar, primer rapero en ganarlo, no es ninguna coincidencia. No cabe duda que la palabra es poderosa, y más cuando lo que transmite es realidad. Hay que decirlo como es: el rap está transformando al mundo.
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