Explotó el petardo en flor luminosa
¿Cómo se celebra una ciudad? La fecha para Monterrey es el 20 de septiembre, fecha difícil porque entre otras cosas se camufla con el llamado mes de la patria; además casi siempre llueve ese día y es temporada de huracanes. Este original libro se planeó muy bien, aunque las cosas no salieron como se esperaba: tres autores no entregaron la tarea, y Carlos Monsiváis, quien había sido contratado para escribir el prólogo, decidió -cuenta la leyenda- irse de rol por los antros gay en compañía de Joaquín Hurtado y Luis Aguilar, en una fiesta y desfile que a ellos les duró varios días. Sin embargo, el cuidado y esmero de Humberto Salazar sacaron a flote a este libro que ahora es un documento histórico relevante para la ciudad.
Cronista por un día
La idea complicadamente sencilla era la siguiente: convocar a un grupo de escritores, periodistas, pintores y fotógrafos y encargarles una crónica del día 20 de septiembre de 1996, fecha en que la ciudad cumplía sus primeros 400 años de fundada.
Los seleccionados fueron los siguientes escritores, periodistas e historiadores: Ricardo Elizondo Elizondo, Alfredo Zapata Guevara, Dulce María Elizondo, Silvino Jaramillo, Joaquín Hurtado, Miguel Covarrubias, Margarito Cuéllar, Arnulfo Vigil, José Luis Esquivel, Mario Anteo, Fernando del Moral González, Gabriel Contreras, Israel Cavazos , Gerardo López Moya, José Jaime Ruiz, Graciela Salazar, Armando Alanís Pulido, Sandra Arenal y Genaro Huacal.
Los siguientes fotógrafos: Erick Estrada, Meynardo Vázquez, Juan Rodrigo Llaguno, Adriana García Fidalgo, Juan José Cerón, Julieta Leal, César Valdés, Fernando Zapata, Roberto Maldonado Espejo, Pablo Cuéllar y Aristeo Jiménez. Y los siguientes pintores: José Luis Calzada, Jaime Tejeda, Fernando Villalvazo, Enrique Canales y Pablo Candal.
Sus visiones se sumaron en un reportaje colectivo que testimonia a la capital del estado de Nuevo León desde una amplitud de miradas de personajes relevantes. Por supuesto, cada quien habló como le fue en la feria, pero lo más importante fue que hablaron, vieron, dijeron y pintaron, y se encuentra en este libro que se debe de catalogar entre los libros de historia.
Cuatrocientos solo es un número
Fui convocado y me dispuse a hacer la tarea. Asistí al desfile, había quedado de verme en el centro con mi amigo Fernando Villalvazo pintor que también había sido invitado (ambos fuimos los más jóvenes en este proyecto), juntos recorrimos todo el centro a pie y Villalvazo que en esa época andaba en la onda del performance, decidió unirse al desfile y marchando con el contingente se marchó. Eso sucedió justo en la Calle Juan Ignacio Ramón, entre las avenidas Pino Suárez y Cuauhtémoc, afuera del Hospital Regional 21 del IMSS. Por cierto, es el lugar donde nací, ahí vi mi primera luz y justo en ese momento una luz me iluminó: estaba ubicado en mi origen, en un día especial, en una celebración. Qué mejor señal. Alcé mi vista en agradecimiento y vi los balcones del hospital abiertos. Algunas personas gozaban de esa espectacular y única vista, y en uno de ellos alcancé a ver a Monsiváis, que, flanqueado por dos hombres, uno delgado y otro chaparrito, brindaban desde las alturas.
Entré al hospital y un guardia me detuvo:
-Eh, eh eh, ¿a dónde?, -me dijo con ese tonito que tienen los guardias.
-Ah, es que, mire, yo nací aquí, y soy cronista, y voy a ver el desfile desde el balcón…
-¿Me permite su credencial de cronista?
-Achis ¿a poco para ser cronista necesitas una credencial?
-Sí, mire una como esta. -El guardia me enseñó una credencial que lo acreditaba como cronista de la Asociación de Cronistas de Santa Catarina, aunque en Santa casi todos se creen cronistas. Pero bueno aquí en Monterrey mis respetos para don Isra.. y el viejito este chistoso que se subió al balcón, se me hacía conocido. Una vez lo vi en la tele y hasta en una película disfrazado de santaclos…
-El maestro Carlos Monsiváis. Sí, con él vengo…
-Ah ¿es su amigo? Por ahí hubiera empezado. Dijo que iba a haber fiesta. Pásele, está en el balcón del piso 6.
Subí velozmente pero no había nadie en el balcón. Desde las alturas vi parte del desfile y a lo lejos vi a Monsi caminando por Pino Suárez con sus dos amigos…
El trabajo que entregué era una crónica muy irónica de 400 palabras exactas. Algunos de los encargados de escribir no fueron muy benevolentes con la ciudad. Por supuesto que cada quien emitió su opinión; si había que hacerle reclamos a la Sultana este era el momento:
Ricardo Elizondo: Monterrey , cerrado ranchero diligente, ofreces una silla pero no invitas a comer…
Joaquín Hurtado: ¿A que huele esta ciudad espejismo?: A sobaco que santifica las peseras y los omnibuses. A sahumerio de las misas de basílicas y catacumbas, a la vagina vagabunda del Santa Catarina, A la mantequera de Félix U. Gómez. A la celulosa pluricelular. A la central de camiones y sus baños de un peso. Al diesel mal carburado del Ruta 1.
Arnulfo Vigil: Ni objetivo ni conmemoración, un día más entre los días que marcan los ritmos habituales. Ni mucha ni poca gente el fastidio de tanto festín colocó desanimo en el fin de semana.
Margarito Cuéllar: Fuera del artificio el fuego se consume/ ajeno al que celebra/ estruendo y multitud/ espejo deformado, pan y circo
Convivencia y pluralidad
El rector alaba en el prólogo del libro el proyecto histórico artístico colectivo realizado, y es puntual y certero al mencionar lo siguiente: es representativo de la visión múltiple que los artistas e intelectuales tienen de su ciudad, a la que según la trillada ambivalencia aman y detestan, celebran y lamentan. Yo en lo personal estoy convencido que cada libro escrito desde Monterrey y en Monterrey tiene una actitud celebratoria. Feliz no cumpleaños, amada ciudad.