Acabo de finalizar mis servicios como bicimensajero en la CDMX. La tarde del miércoles está nublada. Estoy cansado. Fui a entregar unas cosas a San Angel. Después, por primera vez, subí a Huixquilucan, Estado de México a dejar otros pendientes de la jornada.
Como casi todas las tardes estoy cerca de la Condesa, del Volador Café, ubicado en la esquina de la calle Michoacán con Ámsterdam. Algunos de mis amigos trabajan ahí. Llego al Volador, encadeno mi bicicleta en un poste y saludo a Dank Jacobs. Está escuchando a The Roots y una chica que va y viene de los populares tacos de guisado que están a un costado del café nos sonríe, sigue disfrutando de su comida. Después pide una bebida caliente, termina de saborearla y parece ser que deja propina de más.
Mientras reviso mis correos electrónicos en el celular, Dank Jacobs le grita a la chica de los tacos y la bebida caliente que no es necesario dejar un billete de 100 pesos. Mi amigo, en cuanto regresa al mostrador de la cafetería, me dice que esa simpática chica es la sobrina de Rubén Blades, que ella también se dedica a la música, que toca “raro”. Llama mi atención y tecleó en YouTube “Michelle Blades” para saber qué tipo de artista es. Reproduzco una de sus canciones, “His man”, y su estilo me trae a la memoria una cantante que solía escuchar mucho durante mi etapa como universitario, Gregory and the Hakw, aunque un tanto más experimental y distorsionado. Michelle Blades, como hace unos instantes, dentro de la pantalla de mi smartphone es sutil, dulce y deja ver su talento entre la forma que canta y los acordes de su guitarra.
Un día después logró contactarla: le mandó un e-mail recordándole aquella tarde, en el Volador Café. Pactamos una entrevista para el sábado al mediodía, ahora en la nueva cafetería de su amigo Diego, ubicada en la calle Versalles número 96 de la colonia Juárez, y quien toca con ella en un grupo denominado como Michelle Blades & Los Machetes y también trabajan con Beyond, una promotora que organiza un show-festival de puras bandas psicodélicas, en la Ciudad de México.
Tengo que confesar que no sabía nada de Michelle Blades hasta el momento en el cual Dank Jacobs hizo énfasis que pertenece a esa dinastía de músicos panameños que destacan en el mundo de la salsa. Entro a su página oficial de Facebook y descubro dos o tres viejos artículos que le han dedicado en Francia, México y otras partes del mundo. Igualmente ingresó a su Bandcamp y elijo su álbum de 2015, Ataraxia, editado por su propio sello Midnight Special Records, con el cual trabaja con distintos artistas de diferentes lados. Michelle Blades también, gracias a Internet, me doy por enterado que toca el bajo con Fishbach; como toda una persona inquieta y creativa.
El sábado al mediodía llego al café de su amigo Diego. Pido un té verde. Comienzo a beberlo mientras se reproducen canciones de The Smiths y hay una conversación en inglés por parte de dos chicas. Preparo mis apuntes y grabadora. Y casi diez minutos después ingresa al establecimiento Michelle Blades, sonriente, un poco apenada por la demora. Me saluda con un abrazo, ordena un café y comenzamos a conversar.
Me enteré que eres mitad panameña y mitad mexicana, que vives en París; pero te criaste en Miami. ¿Quién es Michelle Blades hoy en día?
Michelle Blades: Mmm… Tendríamos que averiguarlo [risas]. Como sabes nací en Panamá, donde comencé a ir a la escuela y todo. Pero después de [Manuel Antonio] Noriega hubo mucha violencia en el país. Mi mamá estaba embarazada de mi hermanita y en la calle había balazos. Ella me encaminaba a la escuela y por esa razón, debido al estrés, casi pierde a mi hermana. En ese momento mi papá [Roberto Blades] dijo: “Vámonos”. Y él involucrándose en temas políticos y siendo un músico-salsero con popularidad, Panamá era un sitio demasiado peligroso.
¿En ese momento se desplazaron a Miami?
Sí. Mi papá encontró chamba en un estudio de Miami Sound Machine, con Emilio y Gloria Estefan.
Con esto que mencionas, y tomando en cuenta que desde pequeña comenzaste a viajar, podríamos definirte como una artista trotamundos.
Lo que sucede es que aún estoy buscando mi identidad. Yo nunca he vivido en México pero siempre paso por aquí. Después de Miami me mudé a Arizona. Me fui a vivir sola con únicamente 18 años. Ahí fue cuando empecé a hacer música.
¿Cómo te fue en esa etapa de tu vida? ¿Qué más hacías aparte de comenzar a tocar?
Trabajé en una cocina con pura gente de México. En ese momento me identifiqué con mi lado mexicano y con mi mamá. También en esa época empecé a viajar con mayor frecuencia al país.
¿Viajabas particularmente a la Ciudad de México o también a otros Estados de la República?
Viajaba por todo el país. Tengo familia por todos lados [risas]. Sentí una cosa extraña y creo que me empecé a acercar más con mi cultura. Sin embargo, sigo averiguando quién soy con este acento de mil lugares que tengo… Creo que no sé quién soy.
Pero viajar se convirtió en una adicción para ti.
Más bien fue una búsqueda.
¿Una búsqueda de tu identidad?
Sí, exacto.
Ya que estamos hablando de la adolescencia y del momento que comenzaste tu carrera musical, sabes que es una etapa de nuestras vidas donde particularmente buscamos un refugio en ciertos artistas, en ciertos discos que nos marcan. ¿Con cuales cantantes o álbumes te identificabas, tal vez pensando en hacer algo similar con tu música?
Desde pequeña siempre hubo música en mi casa. Mi papá y sus amigos se la vivían tocando salsa. Sin embargo, yo siempre he sido muy rebelde. No me gustaba la salsa y mi mamá me pasó sus discos de Nirvana. Pero el primer disco que yo compré fue uno de Outkast.
¿Cuál? ¿Dónde venía Mr. Jackson?
No. Era el álbum de Speakerboxxx/The Love Below, que fue un tipo de Split que hicieron los dos integrantes de Outkast [Andre 3000 y Big Boi]. Gracias a ese disco aprendí muchas cosas relacionadas a la música. Tenía 14 años.
Incluso con ese álbum ganaron Grammys y es como…
¡Ecléctico! ¡Loco! ¡Hicieron lo que quisieron!
Sí. Hay diferentes estilos musicales en esa grabación.
Tiene unas transiciones que cuando no sabes nada de música piensas que todo tiene que ver con una sola canción [risas]. Hay partes habladas, otras con orquestas muy funk, y de repente es muy pop. Ese disco me formó y me enseñó que la música no tiene reglas. Ahora lo escucho más como por el lado de producción, con todo lo que está ahí mezclado.
Entonces con Speakerboxxx/The Love Below dijiste: “Yo quiero hacer eso, no tener reglas al hacer música”.
Sí. Sólo que en aquel entonces todavía no tocaba muchos instrumentos. Pero también, cuando tenía como 16 años, vi en YouTube un concierto de Feist. Esa fue la primera vez que vi a una chava tocar una guitarra. Dije: “A eso le voy a dedicar mi vida, yo quiero tocar la lira”. Un par de años después me mudé a Arizona.
¿En Arizona formaste una banda o te lanzaste a la aventura como solista?
Lo primero que hice fue estudiar, era la excusa para poder mudarme sola [risas]. Empecé como solista, en un proyecto folk. Después, con dos chavas que conocí, armamos una banda muy punk. Nos llamábamos North Dakota, como el Estado. Ahí aprendí a tocar muchos instrumentos, los intercambiábamos entre una y otra de las canciones. Creo que ha sido la parte más divertida de mi vida.
¿Durante esa época te involucraste en temas más sociales o algo así por el estilo? Lo pregunto y hago referencia por lo que viviste durante la dictadura de Manuel Antonio Noriega, o incluso con lo que han dejado plasmado en algunas de sus canciones tu papá y tu tío Rubén.
En mis canciones nunca he querido hablar de cosas bastante obvias. Creo que tengo un estilo más poeta, tomando distintos temas y maquillándolos. Incluso algunas de mis canciones podrían parecer que son de amor, aunque en realidad estoy criticando algo serio.
Ahora, ¿cómo es que llegas a París, donde pareciera ser estás un poco más estable?
Fue cuando saqué mi primer disco con un sello independiente de Phoenix [Arizona]. Entonces otro sello parisino me contactó por Internet. Lo que sucedió fue que tenían una gira armada, sólo que la chica que iba a tocar canceló. El tour seguía en pie y necesitaban a alguien. Coincidió que quien llevaba el sello de Phoenix era baterista profesional, volaba mucho y tenía millas que se iban a vencer. Me dijo: “Yo tengo mi sello, me voy a casar, no voy a viajar a ningún lado; toma las millas y vete de gira”. Así fue como a los 19 años estuve por primera vez en Europa y desarrollé mi sello, Midnight Special Records, con el cual actualmente trabajo.
De hecho leí en una entrevista que Midnight Special Records es un sello que trabaja muy DIY. Me llama la atención saber cómo fue que descubriste esta forma de hacer las cosas, la cual considero es la mejor.
Es la única. La descubrí cuando me involucré en la escena DIY de Arizona que era muy antifa, anarquista, riot grrrl. Conocí a personas que habían estado involucradas con Black Flag. Prácticamente toda esta filosofía la aprendí allá.
Tal vez dijiste: “De esta forma puedo destacar y llegar más lejos con mi música”.
Sí, claro. Me pregunté: “¿Qué voy a hacer? ¿Subo una canción a Internet y espero a que alguien me contacte?”. No. Yo nunca voy a esperar a alguien. A mí me gusta tomar el control del estudio, que nadie me diga lo que tengo que hacer. Me gusta trabajar de una forma libre, tomar mis propias decisiones y hacer la música más rara.
Claro, sin que nada tenga que ser de cierta manera. Entonces, supongo que los EP’s y álbumes que has lanzado, en ellos trabajaste libremente.
Sí. Así ha sido siempre. El próximo disco lo sacaré con mi sello y otro francés, quienes ya saben cómo me gusta hacer las cosas.
¿Cuándo sale el nuevo álbum?
Sale en los próximos meses de este año.
¿Seguirá la misma línea musical que manejas, entre el folk y lo experimental?
Sí. Tendrá los dos estilos. El disco lo grabamos en análogo, en un estudio setentero que está al sur de Francia. Creo que así se pudo jugar físicamente con la música, porque está en cinta. De esa manera es muy experimental. El resultado fueron canciones pop, pero weird [risas].
Y entrando al tema del lado familiar y la salsa, me comentabas que cuando eras más joven no te llamaba la atención la salsa.
Ahora sí.
¿Por qué ahora sí?
Cuando me mudé a París me di cuenta que no tengo nada de europea. Sentía una soledad, y cuando comencé a escuchar cada vez más salsa, me di cuenta que en realidad es una parte de mí.
Supongo que cuando escuchabas canciones de salsa te acordabas de cuando eras pequeña.
Más que nostálgico, me abrí intelectualmente al mundo de la salsa. Me di cuenta que sí me emociona mucho.
¿También la bailas?
Sí, por supuesto. Eso siempre ha formado parte de mis pies [risas].
¿Recibías consejos por parte de tu papá o tu tío Rubén cuando comenzaste tu carrera musical?
Ninguno me daba consejos. Mi papá no quería que hiciera música, hasta lo prohibía en la casa. He pasado mi vida analizando eso, intentando dar con el por qué; no sé si era por miedo a que cayera en cosas feas.
Me imagino, él ha vivido muchas cosas dentro de ese ambiente.
Sí. Imagínate: Miami en los años ochenta y noventa. Él sabe que la gente te usa, entre otras cosas. Sin embargo, lo que sí le aprendí a mi papá es que siempre debes de ser inteligente, no tener miedo de las personas grandes o pequeñas dentro del sistema de la música. Jamás debes de esperar a que alguien te contradiga.
En ese tiempo, durante lo que vivieron tu papá y tu tío Rubén, el mundo de la salsa podía ser bastante peligroso con toda la popularidad que tenía.
Pues era el movimiento de algo que había surgido en Nueva York, por inmigrantes de varios países que se dedicaban a crear música, compartiendo una cultura.
Y es obvio que ahí, en ese momento, había gente que se aprovechaba.
Claro. Como la famosa pelea entre Willie [Colón] y Rubén [Blades]. Hay unas entrevistas muy de chisme [risas].
Alguna vez escuché o leí, no recuerdo, que Willie Colón se había fastidiado de estar tocando junto a tu tío.
Rubén también se fastidió.
Willie Colón decía que eran polos opuestos, que él era de la calle y Rubén era estudiado.
Lo que muchos no saben es que Rubén también es de la calle, sólo que él logró su sueño. El barrio [San Felipe] donde crecieron él y mi papá es bravo. Otra cosa es que estudió en Harvard porque se puso a ahorrar plata, todo con la idea de educarse. Pero ése man, mi tío, junto a mi papá, vienen de una tradición salsera por mi abuelo, quien fue policía secreto y también tocaba bongos en un conjunto de son.
Incluso a tu tío le llaman “El Poeta de la Salsa” por el lado intelectual que le inyectó a la salsa.
Sí. Él dejó de cantar sobre amor y se enfocó en los temas sociales.
Y ahora que te emociona la salsa, ¿qué artistas son los que más disfrutas?
Ahora estoy escuchando mucho a Oscar De León. Viéndolo cantar, tocando su contrabajo, y bailando al mismo tiempo con tanto sabor, es único. Hasta quiero que me crezca un bigote como el de él [risas]. También escucho mucho a la Fania y estoy muy atenta a lo que está sucediendo en Colombia, donde los jóvenes están desarrollando su propio sonido, con su propia cultura; como lo están haciendo Los Pirañas, los Meridian Brothers. Esto me interesa mucho, porque como yo no vivo en Latinoamérica, me hace preguntarme: “¿Por qué yo no toco lo que es mío y lo mezclo con lo que me gusta?”.
Por último, y teniendo en cuenta que desde el inicio de la entrevista sacaste a relucir lo de la identidad. ¿La música es tu forma de afrontar esos problemas?
Sí, claro. Por eso ahora estoy acá en México. La música es un canal muy lindo para buscar eso, mi identidad. La música es una cosa que identifica mucho a un país o una cultura. Entonces, al momento donde mezclas todo, empiezas a sentir lo que realmente te emociona, todo lo que te hace falta. También así he aprendido que no me debo expresar únicamente con una sola cosa, o hablar de una manera; tienes que darte cuenta de lo que amas y aceptas y te acerca a otras personas que son totalmente desconocidas. Eso me hizo ser más abierta y como colonizarme a mi misma. Yo puedo ser muchas cosas, pero soy una persona. Sé lo que soy. Sé lo que son mis amigos. Me encanta venir a este continente y estoy muy orgullosa de pertenecer a él. Ojalá todo esto lo pueda manifestar en mi música, para que otras personas que tienen el mismo problema, las mimas preguntas, puedan decir: “A güevo, yo también”.
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