Mostrar las cicatrices
Escribir poesía es mostrar las cicatrices, es reincidir en lo que nos duele y nos hace estar vivos. Y en estos tiempos de ahora, donde es más importante destacar lo insignificante y minimizar lo trascendente, un libro de poesía es la integración de las piezas sueltas que conforman un todo y que permanecen desunidas porque o nadie las ve o nadie las atiende: Lupita Pérez se reconcilia con los instantes y los destaca, llega al borde y busca los atajos hacia el corazón, los encuentra.
reconozco
los he ganado todos
a causa de esta boca
sin filtro
ni maquillaje
arma de doble filo
asesina
a golpes de verdades
humedad
con la que beso
una a una
las letras de tu nombre
mientras llegas
(«De mis exilios», página 19)
Decisiones frías
Dividido en nueve capítulos, el libro transcurre con un discurso amoroso potente, pero en los últimos dos la autora hace una crítica al corporativismo, a la sociedad, a las luchas y el posicionamiento laboral. Esos últimos siete textos se desligan en tema de los poemas iniciales, (que son con los que me quedo y en los que veo mayor impacto) porque poseen vigor y en ellos se reconoce mejor la autora y el diálogo que propone. Porque la poeta, para ser lo que debe, lo que es capaz de ser, debe comenzar por admitir que, mientras crea, descubre; y atestiguar que lo que propicia su escritura es una íntima reflexión. No quiero decir que los últimos textos críticos no lleguen a encontrar una resolución lingüística adecuada, señalo que parecen acomodados un poco “a fuerza”. Los veo yo como el comienzo de otro libro.
admiré el paisaje
desde la engañosa transparencia
de sus vidrios
aquí
hasta los teléfonos
son nuevos
excepto las voces
y los emponzoñados
buenos días
(«Bienvenido a la torre de cristal», página 75)
El agua que le sobra al cuerpo
No hay desahogo que nos complete. Liberarnos de algo, de un peso del alma, por ejemplo, cuesta. Uno se cansa de armar rompecabezas, o se declara en guerra, o puede medir el temblor de los cimientos que fuimos construyendo, en síntesis uno trata de poner en orden sus ideas para así definirse. Pérez, encuentra en la poesía la claridad súbita y precisa que nos recuerda nuestro origen y destino: el amor
Esta dicha presentida
Quien se aparta para volver a establecer una distancia actúa con sabiduría, esa es la idea que me dan los versos de Lupita Pérez, la guía espiritual que son los ojos, la mirada que reflexiona amorosa, que reta e implora al mismo tiempo al amado, ese que ignoró los demonios de ella, y arriesgó porque así era el acuerdo, porque así era el amor, porque así era el acto, la autora que contenta se ofrece a si misma entiende que la escritura es desnudez y que reincidir es preciso.