Una glamurosa rubia al estilo californiano (o bien de los Hamptons) luce un cuidado peinado de salón y en su cuello brilla un collar de perlas. Sus gafas reflejan fidelidad al fashionismo, pero de su nariz escurre el típico hilillo de sangre que es característico de los usuarios consuetudinarios de cocaína. Se trata de la imagen más representativa de “Young Republicans”, en el video de una canción que no sólo arremete contra el modo de vida del capitalismo radical sino que exhibe la hipocresía y la doble moral, tan usual entre las elites.
En ningún momento pierde filo y hacia el final arremete: “To taste the burning flesh of men/ The greatest joy there’s ever been/ We lift our heads”. Jana Hunter ha decidido cargar su nuevo y cuarto álbum de un fuerte discurso político, pero filtrado a través de la ironía y el sarcasmo; ella misma ha apuntado: “Las letras son a la vez cómicas y viscerales, pero a veces jugando con un imaginario tremendo”.
“Young Republicans” no sólo es una pieza formidable (con todo y un guiño a Bowie) y un ejemplo perfecto del rumbo en el que se mueve The Competition; también es una argumentación más a propósito de que el pop puede servir para arropar a un discurso beligerante e inteligente. Y es que a lo largo de todo el disco hay un cuidado ejercicio de crítica social junto a una música de evidentes reminiscencias ochenteras.
Atronadoras cajas de ritmo, secuencias sintetizadas, melodías esplendentes dejan de lado el slowcore y el shoegaze que venía acompañando a la banda. No extraña que Jana haya participado en unas fiestas en homenaje a ABBA, quiso que la música fuera festiva para mostrar un lado mucho más reflexivo, al que la agrupación misma ha definido como “un disco de pop emocional y cargado políticamente”.
Lower Dens han dado un golpe de autoridad y elevado el nivel de su propuesta, justo en un momento en el que parecen privar e imponerse las propuestas que prefieren la liviandad y las palabras huecas. The competition (Ribbon Music, 2019) no sólo evoca al sonido del tecno-pop de la mejor cepa (Soft Cell, Visage, Yazzo) sino que plantea desde su título un problema que termina por condicionar y estresar a muchas personas en la sociedad occidental: desde muy jóvenes se les exige competir por todo y se les fija una obsesión por resultar siempre ganadores. Esta situación en Japón y Estados Unidos plantea un grave problema transgeneracional. El enfrentarse al fracaso puede resultar un lastre existencial insuperable en términos del sistema económico y social que trae consigo el capitalismo.
Una vez más desde el flanco cultural queer se alimenta un fenómeno pop que busca ser tanto analítico como fascinante; Jana abunda acerca de lo que implica ese exceso de competición, al que describe como: “un tipo de psicosis que acelera nuestras inseguridades y ansiedades hasta el punto de sobrecarga, cambiando incluso nuestra forma de ser”.
Y lo mejor es que todo el contenido del disco le permite explotar al máximo sus habilidades como cantante; en sus anteriores trabajos la voz se fundía a la maraña eléctrica –lo que no estaba mal-, pero ahora refulge a plenitud y nos entrega piezas tan notables como “Hand of God”, “Two faced love” (en la que perviven las guitarras de antaño) y, especialmente, “I Drive”, con una exquisita estética que nos lleva de U2 a Chromatics.
Lo mejor de esta versión de pop electrónico al que acudieron Lower Dens es que no es absolutamente transparente; subsisten el misterio y las capas semánticas. Todo está yuxtapuesto en una expresión contemporánea muy refinada y estilizada, aún con todos esos efluvios ochenteros que despiden y que en “Simple Life” se instalan prácticamente en la pista de baile.
El grupo de Baltimore ha evolucionado con sapiencia y capacidad de riesgo; de sus orígenes conservan el guitarreo indispensable para probar nuevos territorios sonoros en los que los sintetizadores establecen su propio imperio. Han dado en el blanco a través del vértigo del synth-pop.