¿En qué momento un boleto para un concierto en México llegó a costar diez mil pesos? Los boletos para los próximos conciertos de Björk en el Parque Bicentenario se han anunciado con costos que van desde los 1,500 hasta los 10,000 pesos. No puedo dejar de pensar en lo elitista que se han convertido los conciertos internacionales en este país. Porque con el nivel económico de México, donde la tasa de desempleo ha crecido y el salario mínimo es de 102 pesos, la posibilidad de ver un concierto como éste no es para todos. Es excesivo e incluso ofensivo en un país donde el año pasado aumentó el número de pobres en 3.9 millones.
Si la música es democrática y está al alcance para cualquiera que la quiera escuchar, asistir a un concierto internacional, o incluso nacional, no tiene nada de democrático. Al concierto de Björk podrán asistir solo quienes tengan el poder adquisitivo para pagar esos diez, o seis mil quinientos de las zonas más cercanas. No necesariamente quienes sigan a la cantante o les guste la música, sino quienes puedan pagarlo. Eso ya no tiene nada que ver con música y arte sino con negocio.
Y desde luego que la música también debe ser un negocio, pero uno pensado en desarrollar y dimensionar todo lo relacionado con los artistas y su público, no con una acción y pensamiento meramente mercantil. Porque sólo los que tengan ese dinero y puedan pagar mil quinientos pesos, que es el más barato, como dijo alguien en redes sociales, podrán ver una botarga a lo lejos moviéndose en un escenario.
Estamos viviendo una crisis de asistencia a los conciertos. Cada vez se escuchan más comentarios sobre eventos que estuvieron vacíos o que se cancelaron por falta de público. Los únicos que están logrando una gran convocatoria son los festivales, y no precisamente por la música, sino por una cuestión más sociológica que tiene que ver con los espacios públicos y las relaciones sociales en grupo.
Desde luego que traer a un artista como Björk plantea gastos de diversa índole que no son ni por mucho bajos, pero eso no lo es todo, ahí se está apostando por parte de la empresa organizadora a tener un margen bastante amplio de ganancia. Es decir, lo que cobre Björk por tocar no es el total del gasto, sino que lo que eleva el costo al público es la ganancia que la empresa organizadora quiere tener.
Y sí, seguramente este concierto de Björk , quien llega con su espectáculo Cornucopia, se llenará, pero no es la música la que saldrá ganando, sino la nueva tendencia de ir a un evento solo por querer pertenecer a los afortunados que sí pudieron pagarlo y decir que estuvieron ahí. ¿Cuál es la idea de traer conciertos tan caros? ¿Ir formando un público elitista que convierta los conciertos en algo trending más que en una experiencia de vida? Parece que se apuesta por la banalización de las audiencias, donde no importa si te gusta o no el artista, donde éstas buscan más el recuerdo gráfico para Instagram que la foto fija en la memoria.
Me pregunto qué pensaran artistas que han mostrado una cierta tendencia contra la industria y el comercio, como lo son Roger Waters y Björk, acerca de los precios de sus boletos porque, si lo vemos fríamente, es algo contradictorio con su discurso.