El otro rock mexicano demanda oídos atentos, abiertos, deseosos de experimentar, de exponerse a otras corrientes sonoras y no las mismas de siempre.
Por: David Cortés
Hay una historia oficial y otra que se teje alrededor o detrás de ella. La primera busca imponerse y las más de las veces lo logra; la otra, contracultural o de resistencia, lucha constantemente por espacios. La primera tiene de lado una poderosa industria mediática; la segunda encuentra en el boca a boca, medios alternos y en su honestidad su principal arma de difusión, pero batalla para hacerse escuchar.
No hay ámbito de la vida en donde no se lleva a cabo esta desigual lucha y el rock mexicano no es la excepción. La historia oficial, a grandes rasgos, arranca con el rock and roll —y desde entonces se la apropia Televisa—, encalla en exponentes como Angélica María, Alberto Vázquez, César Costa, Enrique Guzmán, etc., y poco a poco fabrica productos que lanza aprovechando el poder que tiene para ocupar radio, prensa, televisión y ahora internet. Así, se han naturalizado como rockeros productos como Timbiriche, Fresas con Crema, Alejandra Guzmán o Gloria Trevi.
A partir del boom del rock en español —fines de los ochenta— esa industria mediática abrió sus puertas a las bandas del momento (Caifanes, Fobia, Santa Sabina, Cuca) y ha proseguido con esa línea de apertura, a ratos intermitentemente, desde entonces.
Esa industria —TV, estaciones de radio y un sector de la prensa, incluso la especializada— privilegia, por así convenir a sus intereses, un rock pop que si bien tiene calidad (Enjambre, Camilo Séptimo, Little Jesus, Los Románticos de Zacatecas), ha perdido la agudeza de sus letras y su música para centrarse exclusivamente en temas inocuos al tiempo que favorece manifestaciones sonoras muy convencionales.
Sin embargo, el rock mexicano es poliédrico y esa industria es incapaz de cubrir todas sus expresiones —y aunque pudieran hacerlo no se atreverían. Ese rock que explora géneros tan diversos como el doom, el thrash, el progresivo, distintas fusiones, la canción, el punk, el garaje, el ska, el reggae, etc., y cuya cabida en los medios masivos es prácticamente imposible, forma eso a lo que he llamado el otro rock mexicano.
[perfectpullquote align=»left» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]Ese rock que explora géneros tan diversos como el doom, el thrash, el progresivo, distintas fusiones, la canción, el punk, el garaje, el ska, el reggae, y cuya cabida en los medios masivos es prácticamente imposible.[/perfectpullquote] Ese rock se gesta en las calles y se ampara en los múltiples antros de las distintas ciudades del país; musicalmente se interna por caminos nada fáciles o menos comerciales. Es un rock que cree en sus posibilidades de decir y apuesta por letras inteligentes (entre ellas bandas como Belafonte Sensacional, Iván García, Mississippi Queens) y en donde, además del amor, hay cabida para la denuncia y retratar la realidad.
Es un rock que abraza sonidos extremos, que si bien nace en el vecindario de al lado encuentra, gracias su calidad, los caminos que lo conducen a festivales en el extranjero y a grabar en compañías de discos de otras latitudes; un rock que se aloja en radiodifusoras universitarias y canales de televisión por Internet y que a falta de atención de las discográficas recurre a las plataformas digitales en boga para dar a conocer su existencia.
Ese rock, que se permite experimentar y desconoce contenciones aún es rebelde. Muchas veces, ni siquiera lleva letra, pero ello no le impide dar a conocer su inconformidad únicamente a través de los sonidos. (Pensar que la música para trastocar nuestras vidas siempre necesita de letra también es una estrategia para desviar la atención.)
A ese otro rock mexicano hay que buscarlo en las calles, en las radios por internet, en las pocas revistas especializadas, pero especialmente hay que irlo a buscar a los antros, a las casa de cultura, a las plazas públicas. Hay que escucharlo con atención y buscar como sacarlo del subterráneo en donde habita no necesariamente por elección.
Ese otro rock mexicano demanda oídos atentos, abiertos, deseosos de experimentar, de exponerse a otras corrientes sonoras y no las mismas de siempre.
Hay quienes hablan de la muerte del rock. También los hay quienes afirman la inexistencia del rock mexicano. Ante ese corifeo de almas resentidas que encuentran en la ignorancia, el desconocimiento y la flojera un eco fabuloso, es necesario oponer resistencia. Los momentos actuales del rock mexicano son muy ricos, pero éste busca escuchas críticos, rebeldes.
El otro rock mexicano quiere ver la luz, dejar las catacumbas, los sitios frecuentados por unos cuantos. Al otro rock mexicano hay que irlo a buscar y una vez que se le ha encontrado, hay que ayudarlo a vivir. Qué mejor apoyo que ser testigos en directo de su crecimiento.