Cuando alguien le echa una mano a los libros de segunda mano
¿Por qué reseñar libros que aparecieron hace muchos años? La respuesta que se me ocurre primero es porque soy optimista (Árido Reino no solo habla de novedades como ya se pudieron dar cuenta). Yo veo a la reseña como un anuncio publicitario, pero no de esos vacíos que pululan en los medios electrónicos, que llegan y vuelven a llegar y no nos dicen nada. El asunto lo veo más bien como una invitación -empujón- para que el feliz destino del libro en cualquier momento sea realmente los ojos de alguien, algún lector que no espera nada pero espera.
También puedo decir que creo que uno de los procesos obligatorios por los que debe pasar un libro es por la reseña o el comentario de algún crítico experto o de alguien enterado de los asuntos que a la literatura competen, para que se cumpla (más o menos) el destino de dicho libro. Pienso también que los libros cada que se encuentran con un nuevo lector o relector vuelven a ver la luz, se imprimen de nuevo, se reeditan solos. Es cierto, los libros se hacen viejos, se maltratan, se rompen, se enferman y hay a quienes de repente les estorban o consideran que ya no les sirven y los regalan, o los relegan para luego venderlos más adelante o que vuelvan a estar guardados en otro librero.
Por supuesto que hablar de un libro viejo o antiguo, o usado, de segunda mano, o como ustedes quieran llamarlo, provoca, además de extrañeza, nostalgia. ¿Que por qué hablo de esto? Simplemente porque una buena parte de las reseñas que he hecho provienen de felices hallazgos hurgando en librerías de viejo en Monterrey. Estaciones de Leticia Damm fue uno de esos hallazgos. Sirva esto como un sencillo homenaje a una mujer que se desarrolló profesionalmente en el oficio de la traducción (tenía el grado de perito en esa rama). Como la poesía también era una de sus pasiones le debemos dos interesantes antologías de la poesía de Nuevo León en edición bilingüe, tituladas Palabras en vuelo I y II, y de dos volúmenes de poesía propios: Oscilando publicado por Claves Latinoamericanas, y este llamado Estaciones, publicado por la UANL, que cuenta con 55 poemas de manufactura sencilla, sin pretensiones más que las de resaltar los temas que a la autora le preocupaban entonces y que seguro le siguieron preocupando durante muchos años: la vida, el amor, la solidaridad y el compañerismo.
Te hice, me hiciste
quedamos hechos.
Astillas
Hoy me pregunto que brotará de ti
Si de asesina daga armada
un día de estos te asesto
rabiosa puñalada
¿Borra, aserrín?
¿Qué puedo hallar
si no sientes
como yo
el naufragio
el desconsuelo
ese palpar la vida
sin aliento?
(«Incógnita», pág. 44)
Orbitar
Sería injusto delinear una personalidad poética con este puñado de versos ya añejados, pero si se puede ver una voluntad poética desbordada por el ímpetu lírico. Damm, directa, apunta su lenguaje hacia la sencillez de las cosas y sencillamente nos dice cosas, pero nos las dice al oído:
la piel
nos queda chica
tan llenos
estamos
de nosotros
mismos
(«Desajuste» pág.17)
Un discurso sensible que acapara las intenciones (a veces secretas) que todos tenemos de explayarnos en la cotidianidad y que indica que a pesar de lo inanimada que pueda parecernos la vida debido a las rutinas en las que estamos inmersos, sobresalen rasgos que nos consuelan y de repente nos vemos como creaturas amorosas. Hay fervor en la escritura y eso asegura que los hallazgos serán gratos. No puedo negar que me surgen dudas después de oscilar con estos textos, pero mis dudas son de otro carácter, y me hacen pensar que en lo sencillo se forma nuestro carácter.
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