“Cometí un crimen,
me enterré los ojos en el cráneo
para espiar mis adentros.
Si nunca menciono pájaros,
mariposas y alguna que otra especie rastrera
es porque no comparo mi felicidad con mi otro yo,
aquello perversamente inventado”.
Laura Rojas
Conocí a Laura Rojas gracias a un programa radial dedicado a la poesía que tenía Andrés Castuera Micher en Código CDMX hace algunos años. De primera instancia, el fulgor y el arrastre de sus letras me atraparon, por eso, cuando me enteré que había publicado una novela, me acerqué a ella para solicitársela.
Al toparme con el nombre de su primera obra de narrativa larga, La casa de los jacintos, jamás me hubiera me imaginado la odisea que este libro contenía al interior de sus 246 páginas: la vertiginosa vida de una joven llamada Elisa, que en la prepa gustaba de participar en recitales de poesía y era tan normal, genial e insegura como tantas chicas en los años noventa, una época influenciada por el rock que en ese tiempo encabezaban bandas como Caifanes, Santa Sabina o La Castañeda. Agrupaciones que, por cierto, son citadas, mediante algunas de sus canciones en el libro.
La primera vuelta de esta novela contiene una narrativa directa, ágil y femenina con la que desarrolla la manera en que una chica se abre paso a la sexualidad, al mundo del arte por cuenta propia y al mundo de la experimentación con los enervantes; los primeros desencuentros amorosos, y los primeros abusos del género masculino, así como temas de gran delicadeza como el de las enfermedades de transmisión sexual y un tópico que es una de las tramas de guía en la novela: la misantropía materna, o mejor dicho, el odio de la madre hacia la protagonista del libro y cómo este desemboca en una gran tragedia que el tiempo y la escritora (Laura Rojas) habrá de salvar.
La segunda parte de esta obra literaria es más bien un delirio hacia el abismo: la caída de la protagonista en la cárcel, así como su postrero ingreso a un manicomio donde será víctima de cruentas vejaciones. No se pueden dejar pasar de largo la influencia o el recuerdo de narraciones como el cuento del astro colombiano Gabriel García Márquez llamado “Solo vine a hablar por teléfono” de su colección Doce cuentos peregrinos, en el que una chica en plenas facultades mentales es enviada a un manicomio y tratada de la peor manera. O películas como Inocencia interrumpida (Girl, interrupted) o Inocencia robada (Brokedown Palace), ambas películas de 1999, que narran la historia de chicas que un momento límite son llevadas a la cárcel o a instituciones psiquiátricas para poner a prueba su umbral del dolor y su nivel de supervivencia.
La tercera fase de la novela es más bien una especie de salida del infierno en que Elisa se va reconfigurando para no arder ante el olvido de su gente querida, y no solo eso, es también un cambio de mundo, que la lleva no solo a una ciudad que no es la suya: la Ciudad de México, así como a otra, mucho más lejana en Europa.
Conversando con Laura, tras haber terminado de leer su novela, le comenté que hay cosas tan increíbles en su historia que, si no fueran por cuestiones sacadas de la realidad, yo me atrevería a mencionar que son inverosímiles. Pero ella me contó que su novela se inspiró en la historia de vida de una vecina en San Luis Potosí, que tuvo una vida parecida a la de Elisa y que hoy vive en Japón como violinista.
Para ahondar más en los meollos de esta historia me volví a contactar con la escritora para concertar esta entrevista en exclusiva para La Zona Sucia.
Recuerdo que te conocí siendo poeta, una buena poeta, y de pronto, al escuchar que habías brincado al ring de la novela, tuve mucho interés por conocer tu material. ¿Cuéntame, qué te hizo saltar de un lenguaje tan certero y directo, a uno más bien descriptivo y de largo aliento?
Empecé escribiendo poesía a la par de la narrativa. Al inicio más cuentos que poesía. Ya después, cuando lo hice a nivel profesional, en forma, traía esa inquietud por ambas cosas a pesar de tener una inclinación mayor por la poesía.
En tu novela noté una larga lista de inspiraciones que hicieron eco en mí. Desde algún poema de Oliverio Girondo que amo desde mi juventud, pasando por algunos cuantos de Leopoldo María Panero, otro más de Jorge Luis Borges, canciones de Caifanes, La Castañeda, Santa Sabina… ¿se podría decir que tu novela, así como la poesía o la música, guardan una cierta métrica, un metrónomo de aliento y un ritmo? De ser así, ¿cómo los definirías en tu escritura de La casa de los Jacintos?
Pienso que La casa de los jacintos” tiene mucha imagen y esa imagen se vuelve un poco rítmica en el sentido narrativo. Como nunca he dejado la imagen a un lado, creo que en esta novela manejo muchas imágenes, mucha poesía y la misma te da ese ritmo y cadencia al momento de leerla. En algunos puntos de la novela, aunque no en todos, sí se nota un ritmo especial por la cantidad de imágenes que posee. Bueno, así yo lo defino, así yo lo quise plasmar.
Hace no mucho tiempo, escuchando una entrevista con Juan Ramón Biedma, uno de los máximos escritores de literatura noir española contemporánea, le escuché decir que una parte primordial de su obra es la arquitectura en la que basa sus novelas. De inicio necesita saber en dónde concluirá todo lo que quiere contar para entonces perfilar a sus personajes para que pongan manos a la obra. Tú, como arquitecta de profesión que eres, ¿cómo ves este método? ¿Para ti es importante delimitar los cimientos de tu obra literaria en un mapa para echar a andar tu narrativa?
Si hablamos de arquitectura y estilos, podría decir que la La casa de los jacintos tiene una arquitectura un tanto churrigueresca por el contenido de lugares… Tantos lugares que se mencionan ahí. Algunos bastante interesantes, cambios de ciudades, escenarios, etcétera. Y creo que sí es importante delimitar o limitar los escenarios de la narrativa. Y sobre todo en los personajes porque yo en la novela la tenía muy armada en mi cabeza. Yo ya sabía quiénes eran los personajes. Cada uno de ellos, su personalidad, sobre todo. Si yo no me limitaba a las acciones en los personajes que interactuaban, podría haberme extendido muchísimo más de lo que lo hice. Los personajes, tal cual se presentan en su estructura, fueron hechos para actuar en función a la historia.
Tu personaje principal, Elisa, sufre una metamorfosis inquietante durante tu novela por no decir lo menos. Pasa de ser una joven preparatoriana que tiene sus primeros grandes encuentros ante el amor, la sexualidad, la experimentación con enervantes, el maltrato tanto psicológico como físico, hasta cosas realmente densas como llegar a la prisión o ser enviada al manicomio. Obras literarias como algún cuento de García Márquez llamado “Sólo vine a hablar por teléfono”, o películas como Atrapado sin salida del director Milos Forman me vinieron a la mente. Sé que tu novela parte de un suceso de real, me gustaría que me contaras sobre ello, además de todos los elementos que tomaste para generar este tour de force al que sometes a tu protagonista por más de 240 páginas.
Los elementos básicos que tomé para darle forma y esencia al personaje principal que es Elisa, fueron su sentir, qué sintió ella al pasar por una vida llena de violencia. Fue una de las cosas que quise plasmar en la novela. Que sintieran cómo percibió esos cambios, toda esa injusticia y violencia de lo que se maneja en la historia. No tanto por sus acciones, de si actuó bien o mal, de que no fue una heroína, alguien que pudo salvarse de sí misma, sino que el lector percibiera, sintiera y entendiera esa violencia que pasa en contra de la mujer. Que entendiera las razones de una sobreviviente. Esa es la principal intención de la novela con todos los altibajos que tuvo. Y también la de los otros personajes secundarios, no que los odiaran, pero sí que los pudieran comprender. Eso era lo principal de los personajes.
Supongo que una novela es un largo proceso de autoconocimiento y aprendizaje para su autor. ¿Qué aprendiste en toda esta odisea que llevó más de diez años en concretar?
Aprendí a tener paciencia a la hora de editar. Fue un trabajo muy pesado, de muchos años de edición. De cambiar cosas, de estructurar muchos contenidos. De quitar cosas que podrían estar de más, que no ameritaban estar en la novela. Sacrifiqué personajes al ver que ya era un abuso de reparto. Aprendí que escribir una novela es cuestión de tiempo, de dedicarle ese tiempo y de tenerlo porque muchas veces uno no cuenta con la cantidad del mismo para sentarse, aislarse y trabajar en lo que uno quiere hacer, sino que a veces, por cosas que tenemos, quehaceres, no podemos concretar las cosas, y que sí es un trabajo de años, una novela muchas veces va a ser un trabajo de años. Más que escribir, es un trabajo de edición. Tener los personajes y los lugares bien definidos, creo que ese es uno de los aprendizajes que tuve de esta novela.
La poesía a mí me ha salvado hasta de la muerte. Tal vez no en cuestión física, pero sí en cuestiones emocionales, cuestiones de supervivencia.
Elisa es sometida a un proceso arduo en el que tiene que aprender a volar con alas propias en una vorágine bastante maldita. Una cosa que siempre tiene a la mano es el arte, ya sea la poesía o la música en final instancia. Ella hace uso del arte para salvarse, para no verse imbuida en el fango. De pronto pareciera que las canciones y los poemas vienen a salvarla. ¿Cómo la poesía y la música te han salvado a ti de no perecer ante los grandes reveses de la vida?
Sí, la poesía a mí sí me ha salvado hasta de la muerte. Tal vez no en cuestión física, pero sí en cuestiones emocionales, cuestiones de supervivencia. En cosas que pasan, desilusiones, pérdidas tanto materiales, pérdidas sentimentales, pérdidas de todo tipo. Creo que la poesía para mí ha sido una de las fuentes principales de seguir en esta lucha de vida. Yo creo que si no tuviera la poesía tendría la música, o a otra cosa de índole artística. Yo creo que es como ese acompañante que nunca te deja. La poesía ha sido para mí la piedra angular de lo que yo soy. Eso lo tengo muy claro. Muchas veces la poesía encarnada por más que te la quieres quitar no puedes hacerlo. Es una de las cosas con las que siempre me quiero quedar. Y que yo, aunque quisiera quitarla, nunca me va a dejar.
Me gustaría que me hablaras de Vocho Amarillo, la editorial que publicó tu libro. ¿Cómo fue el proceso para que se interesaran en hacerte una de sus voces y cómo fue que te convencieron?
Vocho Amarillo es una editorial independiente que nace aquí en San Luis Potosí y a la par en la Ciudad de México. Yo conocí a la editora y al director hace muchos años y les había comentado que ya había terminado una novela que estaba indecisa de publicar o no. Me dijeron que se las enviara para leerla y si les gustaba, podrían la podemos publicar. Les dije que sí, se las envié, les gustó y así fue como se dio todo.
¿Qué viene pronto en cuanto a tu carrera literaria? ¿Nos podrías dar algún adelanto de tus próximos libros de poesía o novela?
Acabo de terminar un poemario de mediados de este año 2020, ya está terminado. Le faltan algunas que otras correcciones, pero ya está finalizado y también tengo a medias una novela que se llama El país de los odiados que habla de ciertos aspectos psicológicos de las personas. Habla de esta discriminación que hay para las personas que sufren algún tipo de trastorno y todas las consecuencias que provienen de eso: el desprecio, la discriminación, el rechazo, la no inclusión…. Habla sobre esos temas. Ya también inicié otro poemario que no sé cuándo vaya a terminar, pero en eso ando.
Por último, me gustaría que invitaras a los lectores de La Zona Sucia a leer tu novela. ¿Qué la hace novedosa, diferente o de gran interés en tu perspectiva no solo de escritora, sino de asidua lectora?
Invito a todas las personas que adquieran la novela La casa de los jacintos para que encuentren una gran diversidad de narraciones, así como la forma de verse identificados con alguno de mis personajes. También esta historia les mostrará la supervivencia como un acto imprescindible del ser humano, así como la necesidad que tenemos en las relaciones humanas para no terminar de hundirnos. Muchas veces nosotros tenemos esa habilidad, esa resiliencia para poder salir de situaciones límite, pero sí necesitamos de otros para salir de otras formas. Por otro lado, creo que podrían ser de interés el tipo de lenguaje poético que manejo en mi narrativo, siempre plagado de imágenes.