El drama de Canoa huye de la indiferencia de la distancia, lo sentimos cerca. Tal vez porque seguimos viendo estudiantes que mueren, personas atacadas por supuestos y ninguna certeza.
Por Homero Ontiveros
Canoa es un filme que a más de cuarenta años de su estreno no ha perdido vigencia. El drama, basado en un hecho real donde cinco trabajadores de la universidad en Puebla fueron linchados por una turba que, alentados por el párroco local, los tildó de comunistas y delincuentes, no toma distancia con el tiempo, al contrario, sigue siendo muy cercano.
El director Felipe Cazals estuvo en la Cineteca Nuevo León charlando con la especialista en cine Fernanda Solórzano sobre esta película. Es importante tener en mente el año de 1968, en el que ocurre el suceso, porque significa muchas cosas más de lo que parece en la actualidad. Se trata de una época de cambio entre el México de antes y el que emerge en ese momento decisivo. Un relevo generacional en el que los jóvenes alzan la voz, pero también uno en el que los prejuicios y estereotipos ocupaban el lugar de la realidad.
¿En verdad hemos dejado los prejuicios a un lado? Pienso en los estudiantes de las normales rurales. O en expresiones como: “Seguro andaba metido en algo”, “si se vestía así era seguro que algo le pasara”, y me doy cuenta de la vigencia del drama de esta película. “Lo que sabíamos es que no solamente teníamos que relatar un acontecimiento brutal, salvaje, injusto y criminal, sino que teníamos que ir más allá. No podía ser solo un testimonio. Teníamos que tener un punto de vista crítico sobre el acontecimiento. Y para tener ese punto de vista crítico teníamos que hablar de todo lo que englobaba el México de ese momento, es decir, el religioso, el político, el del campo, el del alcoholismo y el de la corrupción”.
En esa visión global del director, está una de las premisas de esta película: Todos somos culpables. Incluso todas las versiones de los personajes son falsas porque, como menciona Cazals, para los personajes todos tienen la culpa menos ellos; cada uno se deslinda de su responsabilidad. “La culpa es de todos porque nadie enmienda ni corrige lo que sucede porque la verdadera voz, la justa, la de la ecuanimidad, la voz democrática no existe. Todo mundo se acomoda. Todo mundo se hace güey y a la hora de la hora nadie es responsable de nada”. Este parece ser un problema que aún hoy en día existe en el país: la culpa siempre es de los demás.
Filmarla no fue nada fácil. En San Miguel Canoa no era posible, así que tuvieron que rodar algunas escenas en un pueblo vecino, Santa Rita Tlahuapan. En ese lugar, al igual que en Canoa, el cura era la pieza más poderosa y tuvieron que hacer pagos semanales a la iglesia. Y otros más en privado que eran directamente para el sacerdote. El párroco sabía muy bien lo que se estaba filmando y, aún con el dinero que exigió, fue y los denunció con las autoridades eclesiásticas de Puebla.
Canoa llegaba a remover las heridas de una tragedia ocurrida ocho años antes. Algunos se molestaron, como ciertos habitantes de San Miguel, que fueron infiltrados entre los “extras” del filme. Hubo un intento de atentado contra el director, quien durante tres años estuvo recibiendo mensajes anónimos con amenazas contra él y su familia.
Sin embargo, la cinta logró estar 70 semanas en cartelera, distribuida en diez salas, una cifra importante para una película mexicana. La gente quería ver lo que otros habían hecho, desde la butaca, como espectadores que no se percatan de que la pantalla es un espejo. Además, en el año en que se estrenó, 1976, la producción nacional estaba en declive.
¿Es posible que hoy en día, una película mexicana actual pueda alcanzar el estatus de Canoa? “No”, dice de forma categórica Felipe Cazals, y luego revira: “No lo sé. Lo que sucede es que los sistemas de distribución, publicidad, lanzamiento y demás, han cambiado totalmente. Los precios han cambiado. Es decir, todo el sistema ha cambiado, incluso las costumbres”.
El año pasado hubo un récord histórico de producción de películas mexicanas. Se filmaron 162, algo que no ocurría desde 1958. Por desgracia es poca la gente que acude a verlas. Según el Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2016 solo 10 de cada 100 personas asisten a ver cine mexicano. Si una de las premisas de Canoa es que todos somos responsables, ¿cuál es la responsabilidad del cine mexicano en esta realidad de la poca atención a las producciones nacionales?
“El cine mexicano existe y persiste a pesar de todo. Lo que sucede es que hay un auge de producción mas no un auge de proposiciones razonables y profesionales. Muchas veces la audacia no va acompañada del talento, esa es la desgracia. Vamos a ver lo que sucede con esta plataforma de cineastas ya sólidos que existen en México. Hay que ver de qué disponen y qué quieren decir. La base de un cineasta es lo que él quiere decir y, si lo que quiere decir tiene importancia y vigencia, medio camino está andado”.
El drama de Canoa huye de la indiferencia de la distancia, lo sentimos cerca. Tal vez porque seguimos viendo estudiantes que mueren, personas atacadas por supuestos y ninguna certeza. Porque el linchamiento sigue existiendo, aunque ahora se haya trasladado al terreno de las redes sociales, causando el mismo daño frontal y colateral.