Al final del vagón un chico le dice a otro: “Quizá sea la última vez”. Las casi ocho décadas de edad del británico dan a pensar que difícilmente volverá en tres, cuatro o cinco años.
Por: Emmanuell I. Solís
Las calles que rodeaban Bellas Artes, estaban cerradas desde las primeras horas del día. Vendedores de revistas, libros y periódicos comenzaban a levantar las cortinas metálicas y anunciaban las portadas de los diarios: ¡Hoy gran desfile de día de muertos! ¡Paul McCartney en el Estadio Azteca! ¡Inician demoliciones de edificios en la Cuauhtémoc!
¿Por qué están cerradas las calles?, le pregunté a un policía en la esquina de Madero, bajo la Torre Latinoamericana. “Es el desfile hijo, todo este desmadre es por el desfile”, contestó.
En la Alameda decenas de personas pintaban el rostro a los niños que, caracterizados de calaveras, presencian el desfile. A diferencia de algunos lugares del norte del país, aquí el Día de Muertos se vive, antes, durante y después. Decirle fiesta no suena descabellado.
Entre el folclor del día el reloj marca las 16 horas, hora para emprender el camino hacia el sur de la ciudad. La travesía será en metro, toda la línea azul hasta su última estación, después ocho estaciones en tren ligero para llegar hasta Estadio Azteca. Suena fácil y realmente lo es, pero la cantidad de personas en los vagones será un factor que nunca dejará de sorprender.
Escuchaba de todo, desde algunos adolescentes que hace unos años eran niños y no tuvieron el capital para comprar un boleto y verlo en 2012, cuando fue su última visita. Por otra parte, un padre y su hija apuestan por la reventa, aunque el riesgo de la falsificación de boletos sea el pan de cada evento. Querían entrar a como diera lugar. Al final del vagón un chico le dice a otro: “Quizá sea la última vez”. Las casi ocho décadas de edad del británico dan a pensar que difícilmente volverá en tres, cuatro o cinco años. Los fans piensan en el retiro, pero no mencionan la muerte a pesar de la fiesta mexicana que los rodea.
Casi dos horas después, por las largas filas para alcanzar un vagón, llegamos al Coloso de Santa Úrsula.
El estadio es como la ciudad que lo alberga: nunca deja de sorprenderte. El área de cancha ya estaba casi llena, las zonas numeradas comenzaban a mostrar flujo de personas a tres horas de que diera inicio el concierto.
A las 21:17 horas apareció Paul McCartney en el escenario, seguido de una ovación. “A Hard Day’s Night” fue la canción que dio inicio a la noche. Le siguieron canciones de Wings, prácticamente todo el álbum Band on the run y hasta algunos temas de su último disco, NEW. La última hora y media del concierto la dedicó a la discografía de los Beatles. Dos momentos claves de la noche fue escuchar “Love Me Do” por primera vez en México, además de “In Spite Of all the Danger”, la primera canción de la que se tenga registro con los créditos Lennon-McCartney.
La relación público-artista era imponente en todo el estadio. Paul levantaba el puño diciendo “Fuerza México”, en señal de apoyo por el sismo del 19 de Septiembre y la gente lo vitoreaba, coreaba su nombre y cerraba la ovación en aplausos. Siguieron “Let It Be”, “Yesterday”, “Something”, “Hey Jude”, “Blackbird” y “And I Love Her”, canción que puso en evidencia a una vendedora de papas, quien soltó la caja y con lágrimas en los ojos, dejó el trabajo por casi tres minutos y se dedicó a disfrutar la canción.
“The End”, puso fin a la noche, Paul ondeó la bandera mexicana y sus músicos agradecieron los aplausos y la ovación del público. McCartney promete volver, habla un poco de español y antes de desaparecer entre los miles de papelitos que ya invaden el Estadio Azteca dice: “Nos vemos en la próxima”.
Es pasada medianoche y el tráfico a los alrededores es digno de hora pico. Tardaré dos horas en llegar hasta el centro, me dicen policías y algunos fans que acaban con toda la mercancía referente al concierto que rematan en las calles aledañas. Unos se van a casa tras su primera vez con Paul McCartney en el escenario, otros con la segunda, la tercera y hasta la cuarta, lo verdaderamente incierto, es que Paul McCartney se fue de México prometiendo volver, aunque pueda ser la última vez que su bajo, piano y guitarra suenen en tierra azteca.