La selección francesa de fútbol se coronó antier en Rusia y todo Francia fue una fiesta. Hoy a mi cabeza viene la idea que por las calles de Saint-Denis quizá está creciendo la siguiente generación de futbolistas campeones del mundo.
Por: Emmanuell I. Solís
En diciembre de 2013 llegué a París previo al arranque del Mundial de Clubes en Marruecos. Buscando un hospedaje que se ajustara a mi presupuesto, opté por un hotel de cuatro estrellas en el departamento de Sena-Saint Deinis, a 10 kilómetros de la capital, en la comuna francesa de Saint-Denis.
Durante el trayecto en metro desde el aeropuerto descendí una estación antes de llegar a mi destino porque me encontré con el Stade de France. Era de noche y aún con eso el inmueble donde la selección comandada por Zidane se había coronado campeón lucía imponente.
Una vez que recorrí el estadio por afuera decidí pedir un taxi que me llevara al hotel. Ya en el taxi, el conductor hablaba algo de español, mocho, pero entendible. Durante el camino cuenta que al área a la que voy es peligrosa y justifica lo dicho aclarando que es una comuna habitada por inmigrantes.
Saint-Denis comenzó como un suburbio industrial y ahora su principal característica es estar habitado por inmigración musulmana, africana y de países latinoamericanos.
No pasó poco más de una hora cuando ya terminado el viaje al hotel, justo cuando me disponía a entrar, un grito de una mujer se escucha y me pone alerta. Segundos después en una de las intersecciones de aquella calle un hombre con rasgos africanos corre a toda velocidad con un bolso en sus manos. El mensaje fue contundente, bienvenido a Saint-Denis.
La selección francesa de fútbol se coronó antier en Rusia y todo Francia fue una fiesta, incluso en estos momentos la alegría sigue presente porque sus campeones del mundo están por arribar a París. Hoy a mi cabeza viene la idea que por aquellas calles de Saint-Denis quizá está creciendo la siguiente generación de futbolistas campeones del mundo.
Lo particular de este equipo y que ya tenía la selección de 1998, es el número de jugadores no nacidos en el país o sus padres procedentes de otro país que no pertenece a la Unión Europea.
La escuadra que levantó el segundo trofeo de campeón mundial estuvo conformada por 23 jugadores, sólo cuatro de ellos son hijos de franceses, el 17.78% del equipo son hijos de migrantes africanos, es decir, es mayor que la población total migrante del país que equivale a un 7% de la población.
Por ahora, la Plaza de la Concordia, el Arco del Triunfo y las inmediaciones de la Torre Eiffel están repletas de franceses, de hombres y mujeres de raza negra, blanca, simpatizantes de la religión musulmana, católica y hasta cristiana.
Hoy el futbol vuelve a inmiscuirse en esos temas de los que muchos creen no tiene nada que ver. El deporte más popular del planeta celebró el mundial de los migrantes, de aquellos que huyeron de su país por cuestiones económicas, sociales o en busca de un sueño.
Hoy el sueño de toda la selección francesa y sus aficionados, se cristaliza en ocho kilos de oro en forma de trofeo. Ganó el futbol, ganó el alto a las fronteras y goleó la libertad. Y como dijo Paul Pogba: “Esta es la Francia de la diversidad”.