Hay músicos que buscan que un concierto vaya más allá de las canciones y se convierta en un espectáculo donde lo auditivo y lo visual se apoyen mutuamente para potenciar la experiencia.
Por: Homero Ontiveros
Hay conciertos en los que el artista se limita a tocar una serie de canciones, las cuales seguramente son aquellas que la gente conoce, y se limitan a eso. No está mal. Pero hay quienes buscan que un concierto vaya más allá de las canciones y se convierta en un espectáculo donde lo auditivo y lo visual se apoyen mutuamente para potenciar la experiencia. Café Tacvba pertenece a los segundos.
Decir que los tacubos son la banda más importante de México hoy en día no es exagerado. Quedó demostrado el pasado 1 de diciembre en el concierto que ofrecieron en el Auditorio del Pabellón M en la ciudad de Monterrey, como parte de su gira Niu Güeis Tour.
Durante más de dos horas los de Satélite hicieron un recorrido a través de toda su discografía. Hay que reconocer, en primera instancia, la sensibilidad y decisión de los músicos para elegir las canciones que tocarían. Lo más fácil hubiera sido elegir una cantidad de canciones conocidas y populares, éxitos que el público esperaba, y con eso garantizar la respuesta de los asistentes, pero no fue así: El concierto se trató, sí de ser condescendientes con los asistentes, pero también consigo como músicos.
Por ejemplo, el inicio del concierto estuvo formado por tres temas de su reciente disco, Jei beibi: «Futuro», «Disolviéndonos» y «Matándonos». Parece un aforismo o una sentencia, pero solo se trata de canciones que invitan a ser escuchadas aunque no sean las más populares. Iniciar de esta forma es una muestra de decisión y de la madurez de una banda que dice: estas son mis canciones y quiero que las escuchen.
Hay muchos grupos que son presas de su público y tocan solo lo que estos deciden, Cafeta no lo es: se dan el tiempo de complacer a sus fans pero, al final, son ellos quienes deciden qué van a tocar y qué quieren que los demás escuchen.
Esto se agradece porque entonces el concierto no resulta previsible.
El primer encuentro con la nostalgia y, por ende, con la algarabía, llegó con un popurrí corto, si así se le puede decir, en el que ligaron «Las Batallas» y «Rarotonga», ambos temas de su primer disco. Fue notoria la dinámica que logró la banda al tocar con batería real canciones que fueron grabadas con cajas de ritmos. De alguna manera fueron refrescadas y sonaron tan actuales como otras más recientes.
A la formación se le agregó un músico, se trata de Renato del Real, hermano de Meme quien se encargó de tocar guitarra, percusiones y teclados, según lo requería el tema. Renato ya venía tocando junto a su hermano en la faceta solista de éste y, para esta gira, fue incluido enriqueciendo el sonido.
Otro de los momentos notables fue al interpretar «Chilanga Banda», tema compuesto por Jaime López y que los tacubos grabaran a manera de reconocimiento en su disco Avalancha de éxitos. El tema tiene un complejo uso del caló defeño, muestra de la maestría con que su autor maneja las palabras, y lo acompaña un arreglo muy a lo Beastie Boys. La gente canta cada uno de los vocablos, aún con su grado de dificultad. Lo disfrutan, lo imitan y, pocos saben que en realidad es una de las joyas de López. Tacvba es de los pocos grupos con memoria que reconocen a quienes han cimentado esto que es el rock nacional.
Pero decir que Café Tacvba es una banda de rock, es limitarla, son mucho más que eso. El timing con el que tocaron fue preciso; sonaron muy acoplados y todo el tiempo se notó en ellos la relajación de quien está tocando por gusto y conoce bien lo que es un escenario. Estaban sueltos, ligeros, andando a paso propio, y eso se reflejaba en la interpretación.
Un punto sumamente importante de señalar es el diseño de luces que fue creado para el show. La iluminación formaba parte de cada canción, ni siquiera era que acompañara a los músicos, iba más allá y ambientaba los sonidos dándole una escena de colores a cada tema, como si fuera un vestido especial para cada canción. Eso hacía que la música se potenciara apoyándose en el elemento visual. Luces y música caminaron de la mano.
Si bien el Auditorio del Pabellón M no es el mejor lugar para un concierto como el de Café Tacvba, donde la gente quiere bailar y brincar, sí es el mejor lugar para escuchar cualquier tipo de música. En este caso el sonido lució casi impecable. Es impresionante la fidelidad con la que se puede escuchar en este recinto. Si a eso le sumamos el oficio del ingeniero de sala de los tacubos, tenemos como resultado un concierto que auditivamente sonó exquisito. Nunca excedió, nunca faltó el sonido. Quedó en el punto justo para escuchar placenteramente.
Tacvba es la única banda mexicana en la cual todos sus integrantes originales tienen la misma presencia y relevancia. Ninguno es más reconocido que los demás. Es de verdad una banda. Por eso no fue raro que el concierto iniciara con Quique, el bajista, cantando.
Tampoco fue extraño que uno de los momentos más emotivos fuera cuando Meme se sentó solo al frente con un teclado e interpretó “El mundo en que nací”, canción que es imposible pensar en quien más se pueda amar. La gente escuchó para sus adentros y cantó en voz baja junto al tecladista: “es tu amor mi única y completa salvación”. A la canción, con una iluminación entre tonos naranjas, la acompañó un inflable en forma de ballena que le daba un toque estético suficiente para hacerla aún más emotiva. Era como si una ballena nadara sobre un cielo estrellado. Una de las imágenes más hermosas del concierto.
Poco antes del final, Rubén se quedó solo en el escenario y habló de la necesidad de una nueva mexicanidad, una donde “no nos podamos arreglar”, es decir, donde la corrupción no tenga lugar. Aprovechó el momento y abordó varios temas como el de Ayotzinapa, donde pidió buenos deseos para las familias de los desaparecidos. También tocó el tema del feminismo y señaló que necesitamos de la energía femenina porque es notable que un mundo hecho solo por “machines” no funciona ni lo hacemos bien. Entre el discurso también hubo cabida para dirigirse a las diversas comunidades indígenas y aprender de su sabiduría, así como reconocer la fuerza de la comunidad LGBTIQ.
El discurso de Rubén no acude a una agenda. Toma el momento que le corresponde y habla de lo que él desea. ¿Por qué se lo compramos? Porque no es una cantaleta. Lo dice una sola vez durante el concierto, sin poses, sin música, solo su voz y él en escenario hablándole de frente a los demás.
Después de dos horas con veinte minutos se despidieron. La gente pudo haber escuchado más, sobre todo porque hubo canciones conocidas que no tocaron, pero salieron conformes y con la certeza de que Café Tacvba es, además de una banda, una experiencia. Puede o no gustarte pero, su calidad musical y nivel de producción, no están en duda.