Juan Gabriel murió hacer un par de años y su legado no hace más que acrecentarse. Alberto Aguilera Valadez es una figura indispensable para la cultura mexicana, con una carrera que abarcó más de cuatro décadas. Su trabajo ha sido analizado desde lo visual, desde la perspectiva de género y la diversidad sexual, desde la lírica y desde lo social. Sin embargo, seguimos estando en deuda con su aporte a la música mexicana y sin poner atención a los abundantes hallazgos sonoros que marcaron su carrera.
Entre la catarata de notas necrológicas es difícil encontrar a quienes analicen la música del de Juárez. El escritor José Homero es uno de los pocos. “El recelo cultista nos ha impedido escuchar la riqueza de su acervo, cumbre y monumento de una tradición y de una manera de entender el mundo moderno desde los márgenes”, escribió en el suplemento Confabulario de El Universal. En este aniversario luctuoso, en La Zona Sucia decidimos homenajear a Juan Gabriel con un repaso por algunos momentos clave de su discografía. Siete álbumes que nos ayudan a desentrañar el sonido detrás del Divo.
El alma joven
1971
El álbum debut de Juan Gabriel se enmarca totalmente en el sonido de la época. Alberto Aguilera resultó un compositor brillante para la balada romántica setentera. “No tengo dinero” (toda una declaración de principios) y “Me he quedado solo” son dos temas memorables vestidos con metales y arreglos de cuerda lacrimógenos, que nada tenían que envidiarle a grandes como José José, Camilo Sesto o Leo Dan. El éxito de El alma joven daría para dos secuelas, El alma joven II (1972) y El alma joven III (1973).
Juan Gabriel con el Mariachi Vargas de Tecalitlán
1974
Una vez demostrada su capacidad para la balada, Juan Gabriel empezó a expandir sus inquietudes creativas. Su primer disco con el Mariachi Vargas de Tecalitlán marca dos hitos: El nacimiento de un par de temas indispensables para el cancionero ranchero (“Se me olvidó otra vez” y “La muerte del palomo”), y su revelación como uno de los últimos grandes compositores del género. Marco Antonio Solís y Joan Sebastian podrán tener incursiones valiosas en la ranchera, pero no con la misma trascendencia en el imaginario nacional.
10 de los grandes
1976
Un favorito personal, aunque quizá un disco menor, por el experimento del Divo con la música chicana. Fronterizo desde su raíz, siempre estuvo atento a las tendencias de la música norteña y estadounidense. Y aquí aparecen esas polkas con órganos y guitarra eléctrica de ese sub-género un poco olvidado, que el norte de México popularizaran grupos como Los Barón de Apodaca o Los Mier.
Recuerdos
1980
Uno de los últimos trabajos de Juan Gabriel en vida fue un colorido cóver de “Have You Ever Seen The Rain?” para un tributo a Creedence. Aunque en su momento arrancara sólo unas cuantas sonrisas, la verdad es que el rock sureño formó parte de su imaginario personal desde los días como Adán Luna en Ciudad Juárez. Recuerdos es tal vez su mejor disco (compite con Pensamientos por ese título), en el que el Divo hace un ajuste de cuentas de su pasado a través de fantástico rocanrol, aires de blues campirano, R&B y hasta pinceladas soul y gospel. Sí, aquí aparecen “La frontera”, “El Noa Noa”, “He venido a pedirte perdón” y “No nací para amar”. Un disco para la historia.
Pensamientos
1986
El genio de Juan Gabriel tuvo un apoyo vital en sus arreglistas: Eduardo Magallanes (quien lo firmara originalmente para RCA Victor) y Chuck Anderson, trombonista de Glen Miller y arreglista de orquesta para los cantantes de la primera época del rock mexicano. Es precisamente Anderson el que ayudó a Juanga a conquistar su sonido personal en este disco, con el Cerro de la Silla de fondo en la portada (“De qué manera tú quieres que te olvide / si en todo Monterrey tus recuerdos están”). En Pensamientos, las dos caras principales de su trayectoria, el pop y la ranchera, colisionan y crean un nuevo sonido, híbrido, que es propiedad exclusiva del Divo. Aquí encontramos algunos de los temas más finos de su repertorio, que le abrieron de par en par las puertas del Palacio de Bellas Artes. Al final llega “Hasta que te conocí”, donde Juanga se atreve a mezclar en un sólo tema mariachi, orquesta sinfónica y coro.
Gracias por esperar
1994
Luego de un largo periodo de inactividad, debido a problemas con las discográficas, Juan Gabriel entró en los noventa renovado. Muchos pensarían que después de Bellas Artes empezaría su etapa crepuscular, pero nada de eso. Gracias por esperar es su interpretación personal de los cambios de la época. Música dance, new jack swing (“Pero qué necesidad”) y hasta reggae (“Como la luna”). Un disco fallido y tal vez más camp de lo que uno esperaría de Juan Gabriel, pero muestra de su carácter siempre inquieto.
El México que se nos fue
1995
Mediados de los noventa, con el tema migratorio México-Estados Unidos en su momento más candente, y la Ley 187 de California en puerta, Juanga hace un back to roots que es toda una declaración política. Con El México que se nos fue evita el género ranchero que tantas satisfacciones le dio, y, en cambio hace un paseo por otros estilos folclóricos del México profundo: huapango, sones michoacanos, chotís norteño y canciones rancheras alejadas del mainstream. Algunos temas como “El recurso” y “El palo” son de una vitalidad extraordinaria. Tal vez el último gran disco de su trayectoria. El resto fue vivir de las rentas.