Contra todos los pronósticos, Jaguares llegó a forjar una pequeña pero valiosa historia en la memoria de los fanáticos de Caifanes. El anuncio de su resurrección, en el Machaca Fest 2019, desató la polémica entre los que planeamos ir y los que (por alguna razón muy íntima) están muy ofendidos de que Saúl Hernández siga subiéndose a un escenario y, además, reciba un pago por ello.
Saúl Hernández nunca tomó en serio su condición de referente del sufrido rock nacional. En 1995, cúspide de su éxito, decidió romper la página de Caifanes y formar Jaguares. Ahí, cambió integrantes a placer, torció el estilo y se arriesgó a “no gustar” a sus aliados.
En 2011, decidió guardar a Jaguares en un cajón y revivir a Caifanes. Regresó el éxito, el dinero, el poder y la influencia que el jaguar nunca alcanzó. Entonces, nuevamente arriesga “el negocio” sacando a Alejandro Marcovich del grupo, otra vez, por diferencias personales. Caifanes continuaría tocando y arrastrando miles de personas a sus conciertos, a pesar de no grabar temas nuevos.
Ahora, vuelve a dividir opiniones desempolvando a Jaguares para una única presentación (aunque con Saúl no hay garantías de nada) en el Machaca de Monterrey; recuperando el sonido del maestro José Manuel Aguilera, César López “El Vampiro” y el jazzista Marco Rentería.
Quemar las naves
En la página de Facebook “Una banda nombrada Caifanes”, subieron una imagen con las fechas que Saúl Hernández, Alejandro Marcovich y Alfonso André nunca realizaron debido a la “ruptura caifán” en San Luis Potosí, el 18 de agosto de 1995.
La presunta gira incluía el Festival Reading en Londres, el Pukkelpop en Bélgica, Lowlands en Holanda, y una tocada en el Café Chesterfield de París. Todo esto, en el mismo mes de agosto.
De ser cierta esta información (solo pude corroborar su aparición en el flyer del Festival Pukkelpop 1995 y una mención en el portal Volkskrant de Holanda), me queda claro que Saúl Hernández no lo piensa dos veces antes de “quemar las naves”.
Va de Caifanes a Jaguares, de un ritmo a otro, del éxito al fracaso. De la calidez de los masivos a la fría recepción de sus discos como solista. Ahora, en el nuevo salto de Caifanes a Jaguares, nos preguntamos si su exceso de confianza se sustenta en el valemadrismo o en su maquiavélico conocimiento de la escena del rock nacional… aparentemente apagada, fría y “boqueando contra las cuerdas”.
¿Dónde está el rock mexicano?
Los headliners del rock nacional en los Vive Latino, Pal’Nortes, Machacas, Coordenadas, Catrinas, y un largo y lucrativo etcétera; siempre son Caifanes, Café Tacvba, El Tri, Molotov y Zoé.
Bien por estas bandas, nadie les ha regalado nada. La adicción a la adrenalina que provoca un concierto (a cualquier edad) es algo por las que no puedo juzgarlas.
Un aplauso por los empresarios, identificaron bien su target y saben (claro que lo saben) que un estudiante rockero de 18 años no puede pagar boletos de $1,500 ni cervezas de $120. ¿Para qué hacerles un line up a ellos?
La evolución del rock mexicano no depende de ellos. No depende de los empresarios, ni de los nuevos discos que saquen Saúl Hernández, Alex Lora ni Rubén Albarrán.
El rock no necesita favores ni limosnas ni subsidios. El rock es una mala yerba que, cuando menos lo esperas, rompe la banqueta y crece. Llegará disfrazado de otros ritmos, con otro nombre, y dirigido a una generación que, seguramente, no será la nuestra.
Mientras tanto, no tengo afán en bajar a Saúl Hernández del escenario. Seguramente estaré presente en el Machaca 2019 y lo escucharé, porque el ejercicio de la nostalgia nos rejuvenece, al menos en ese momento. Ignoraré, avergonzado de mí mismo, a muchas nuevas propuestas que estarán tocando en los otros escenarios.
Porque en el fondo sé que el verdadero rock, el que está brotando, le pertenece a personas más jóvenes que yo. Hermosos y lozanos protagonistas de una nueva escena del rock; quienes, con un poco de suerte, leerán escépticos nuestras amarillas crónicas de Saules, Tacvbos y Avandaros.