Se cumplen 10 años de la tragedia de la Guardería ABC. Sigue siendo complicado voltear atrás y recordar lo que pasó, pero es necesario. El periodismo se ha encargado de esclarecer el caso, sin embargo, no ha sido suficiente para hacer justicia. Imanol Caneyada, a través de la novela 49 cruces blancas, se ha adentrado en ese pasaje oscuro del México moderno y ha encontrado una sociedad herida, incapaz de verse al espejo.
¿Cómo surge la intención de escribir una novela, ficcionar una historia como la de la Guardería ABC?
Bueno, la idea de escribir algo sobre la Guardería ABC tiene que ver con abonar a la memoria. Somos un país que no tenemos memoria, somos un país que olvida muy rápido y por lo mismo somos un país en las que tragedias como esta pueden suceder una y otra vez y siempre llegamos a las mismas conclusiones, nos indignamos de la misma manera, culpamos a las mismas personas y no pasa nada.
Entonces, creo que el libro como instrumento social, además de como objeto, pues lo que hace es abonar a la memoria. Eso por un lado, por el otro lado, ¿por qué novela? ¿por qué desde la ficción un tema que podría ser abordado desde el periodismo, desde la sociología, desde la historia, incluso? Bueno, primero decir que es una novela que combina la ficción con la no ficción, todo lo que tenga que ver con datos y fechas se apega totalmente a la realidad, y hay personajes con nombre y apellido que tienen que ver con los responsables de los eventos directos e indirectos de la tragedia. Pero me parece que esa parte que ya estaba consignada en documentales, que ya estaba consignada en trabajos periodísticos, no era suficiente para tratar de entender, no tanto qué había sucedido, sino lo que sucedió después con nosotros como sociedad, y ahí es donde la ficción, la novela como género, me parecía que era el instrumento real para poder a través de los personajes que llamamos de ficción, que pueden ser mucho más reales que las personas de carne y hueso, explorar y profundizar en qué nos habíamos convertido después de la tragedia, qué sucede cuando una herida tan grande, como la tragedia de la guardería, parte por la mitad a una sociedad y cómo nos comportamos, cómo reaccionamos, cómo vivimos cotidianamente después.
¿Y en qué sociedad nos hemos convertido?
Hay una especie de parálisis, una especie de negación y de complicidad. Creo que al final una de las obsesiones que está en la novela es hasta qué grado somos cómplices, no del hecho en sí, sino de la falta de consecuencia, de la inmovilidad después del incendio, del hecho que no haya pasado absolutamente nada. Entonces, el tema de la complicidad social está ahí presente, el hecho de que somos partícipes de un mecanismo enormemente perverso del estado que es la criminalización de las víctimas y que eso lo hace permanentemente
Hay un momento después, a medida que van pasando los meses, los años en que la sociedad sonorense comienza a actuar culpando a los padres de que haya pasado lo que pasó, acusándolos de que detrás de su exigencia de justicia, lo que realmente hay es un deseo de enmendar y sacar dinero con los cadáveres de sus hijos. Entonces, todos estos mecanismos que adoptamos como sociedad, que los reproducimos en nuestros discursos cotidianos con el vecino o en las redes sociales, nos hablan de que somos una sociedad realmente enferma, una sociedad muy herida, porque dices “bueno, es que la tragedia de la Guardería ABC es La tragedia” y no, es una más. Cuando nos vemos en el espejo como sociedad nos encontramos con un ser muy deforme lleno de heridas, llena de tajos, que se niega a verse a sí mismo y prefiere cerrar los ojos y decir que ese reflejo no es suyo, ese no es él, esa no es su sociedad ni es responsable de ese reflejo, de ese monstruo deforme.
Tú radicas en Sonora, esta es una historia cercana a ti. ¿Cómo tomaste distancia para el proceso de escritura?
Al principio yo no era consciente de que no había tomado distancia, entonces los primeros borradores, capítulos, páginas que escribí, eran desde el dolor, la rabia, el coraje, desde la indignación y eran catárticas, era una especie de terapia escritural para sacar todos mis demonios, mis culpas e indignaciones. Enfrentaba esos textos y me decía que eso no era literatura, para que lo sea, tengo que tener una visión mucho más compleja, mucho más amplia desde muchas perspectivas, entonces fue ahí donde surge este personaje que cuenta esta historia, José González, que es un personaje que por circunstancias pasadas y por su misma concepción del mundo, me permite aproximarme poco a poco a la tragedia, desde el cinismo de este personaje, desde la indiferencia, e ir descubriendo la magnitud del dolor que implica una herida como la tragedia de la Guardería ABC.
¿Cambió de alguna forma tu relación con esta tragedia el escribir este libro? Verlo desde otra perspectiva, ¿te hizo ver cosas que no habías visto antes o que no habías contemplado?
Totalmente. Escribir esta novela para mi supuso un enorme aprendizaje. Una de las cosas que me enseñó esta novela es a dejar de ver a los padres de familia como actores públicos. Al no haber mecanismos de justicia que garantizaran una verdad jurídica a los padres de la Guardería ABC, ellos tuvieron que tomar la tribuna y convocar a los medios, y se convirtieron en actores públicos con todos los riesgos que eso implica. Llegó un momento en que dejamos de verlos como personas, trabajadores, que tenían a sus hijos en una guardería y vivieron la peor pérdida que se puede sufrir. En ningún idioma existe la palabra que nombre la pérdida de un hijo, si se te muere un padre te quedas huérfano, pero cómo nombrar a algo que ni siquiera está contemplado porque la naturaleza indica que primero se tienen que morir los padres y luego los hijos. Volví a verlos como seres humanos que pasaron y están pasando un momento que no alcanzamos a imaginar de lo doloroso que es.
Por otro lado, la novela me enseñó muchísimo sobre literatura, sobre el poder de la ficción para convocar realidades. Hay una idea muy equivocada en la que asociamos ficción con mentira o fantasía, o con aquello que no es real, y no es cierto. La ficción es un mecanismo que tiene la literatura para hablar de la realidad y poderle dar una profundidad y dimensión que muchas veces ni siquiera tenemos de esa misma realidad. Al mismo tiempo me di cuenta que la realidad es una construcción y la realidad es una enorme ficción. También analicé el discurso del poder y me di cuenta que al final es un discurso tan ficticio como la novela más fantástica que te pudieras imaginar. Es una construcción que no tiene nada que ver con la realidad que podemos estar viviendo los ciudadanos cotidianamente, y sin embargo, eso nos venden como realidad.
Esa imposición de la realidad es una forma de humillación y revictimización.
Y una forma de violencia. Cuando un gobernante, juez o policía ministerial construye una realidad que niega la dignidad de las víctimas y la reparación de los daños del dolor por defender cínicamente un estatus de impunidad, está matando otra vez a las víctimas. Es terribleque un gobernante, a días de que niños y niñas de uno y dos años murieron en un incendio en una guardería que no cumplia con las normas de seguridad, y se demostró desde el principio, haya dicho que tenía la consciencia tranquila y que dormía como un bebé. Esto es utilizar el lenguaje desde la tribuna del poder de una manera devastadora, brutal. Cómo es posible que en ese momento no quemamos el palacio de gobierno, no salimos a arrasar con todas las figuras simbólicas del poder, cuando este humilla, somete y criminaliza a las víctimas por una violencia que ellos mismos han generado.
Sobre este tema la prensa debe ejercer la autocrítica y analizar cuál ha sido su rol, ¿no lo crees?
En el caso de la Guardería ABC me parece que hay ejemplos dignos de periodistas que hicieron un trabajo extraordinario. Yo en la novela reconozco a una de ellas, a Lourdes Encinas, que además después de seis años de cubrir muy de cerca lo ocurrido con la guardería ABC, escribe un gran libro periodístico documental que se llama 49 razones para no olvidar. Hay ejemplos como estos con un trabajo puntual y también hay otros casos en donde a los periodistas les pidieron que dejaran el tema una vez que empezó a salir toda la mugre. El poder, obviamente en diálogo permanente con los dueños de los medios de comunicación, les pidieron, y los medios concedieron en silenciar, callar, no mostrar, manipular información, atacar a los padres de familia… en fin. Como medios de comunicación no podemos ir por la vida dando una imagen de puros y gritar “ataque a la libertad de prensa” cada vez que nos miren feo. Hemos sido cómplices de muchas de las tragedias que estamos viviendo en este país, y hemos construido un discurso para ocultar estas tragedias. En algún momento tendremos que hacer una reflexión y respondernos a la pregunta: ¿qué hemos hecho?
Llegaste a México hace 30 años, ¿en qué lo has visto convertirse?
Me parece que es un país enormemente complejo; es un país que amo profundamente; yo elegí ser mexicano, a diferencia de los mexicanos que nacieron aquí.Tengo la nacionalidad y me voy a morir en este país, tarde o temprano. En 30 años creo que México ha perdido ciertas cosas que eran muy importantes, que tenían que ver con la empatía, con la solidaridad, con la humanidad. Creo que las ha perdido, pero como las han perdido en muchas partes del mundo. Creo que también en 30 años México es una sociedad más politizada, lo digo en el sentido positivo, me parece que es una sociedad donde ciertos discursos falsos que nos configuraron como sociedad están siendo derrumbados y están emergiendo discursos más honestos que reconocen la existencia de la otredad que México no quería reconocer. Hablo de minorías, de la condición de la mujer, de muchas cosas que no existían en el imaginario colectivo porque la realidad mexicana había sido construida desde el poder a partir de una serie de conceptos inamovibles.
En 30 años estos complejos se han ido a abajo, para bien y para mal, esto es así, y creo que en este momento la sociedad mexicana estamos tratando, por todos los medios, de encontrar una salida a este callejón. Sabemos por donde es el camino, hay resistencia de sectores que no quieren que recorramos ese camino, pero creo que estamos convencidos y lo vamos a recorrer les guste o no, y tiene que ver con el reconocimiento de los derechos humanos, el fin de la impunidad de la corrupción, con el reconocimiento absoluto y total de las libertades y los derechos de la mujer, su igualdad social y su inserción en la sociedad con todos los derechos y prerrogativas y beneficios que puede tener esto. No va a ser fácil, está costando mucho, no será cosa de un solo hombre, será doloroso, pero siento que vamos en camino. Estoy esperanzado, a pesar de que la lectura inmediata de la realidad pueda ser devastadora y brutal.