“¡Aquí. Vivo. En la vieja y convulsa España!”. Así responde Jorge Ilegal al otro lado del cable telefónico cuando le pregunto cómo y dónde está. El hombre se encuentra justo en La Casa del Misterio, “un palacio rural de unos 600 años de antigüedad, una mole de piedra en medio del paisaje donde habitan mis fantasmas más queridos”; justo la residencia que inspiró el tema con el mismo nombre firmado por Ilegales hace décadas. Tengo a mi alcance aquella voz afilada como navaja que comanda una de las agrupaciones más salvajes que la historia del rock en español ha conocido; y me parece increíble que un tipo que ha escrito un tema como “Soy un macarra” cuente que disfruta caminar entre vacas para aspirar el petricor de los montes.
Mi llamada al cantante tiene una excusa: el grupo que lidera trae entre manos un nuevo plato, Rebelión; un disco que certifica que a la yerba mala no hay machete que la aniquile y que luego de más de treinta años andando “a toda hostia por la carretera”, ese bólido llamado Ilegales aún puede quemar llanta y dejar atrás unas cuantas patrullas. El álbum de marras traerá a los de Asturias por segunda vez a México (el 8 de diciembre, en El Plaza Condesa), la ocasión perfecta para rajarse la trompa frente a ese sujeto de cabeza rapada que destaca del resto de los que él mismo denomina “los hombres esquizofrénicos del siglo XXI” que -y lo que viene lo dice quien esto apunta- forman parte del museo del rock iberoamericano, pues se trata de un autor cuya obra bien podría equipararse con la literatura plebeya que, según José Ortega y Gasset, alguna vez encaró nuestra fealdad como especie.
“Repta sobre la tierra”, decía el filósofo sobre la mencionada corriente literaria, recalcando que, de existir, debe echar mano de la burla, la farsa y el cuento equívoco y que sus palabras directo van a los destripaterrones, a los deshonrados de alma raída. De forma que si se coincide con la idea de que la canción es una de las formas en que la literatura se manifiesta, bien podría decirse que Jorge, con la guitarra colgada de los hombros y esa mirada de francotirador con rabia buscando blanco, lleva un buen rato apuntando el cañón hacia la angustia y el hambre; puliendo, como el de La rebelión de las masas alguna vez consideró, “diamantes que nacen de la inmundicia del carbón cuya intención no es crear, sino criticar”. “Ilegales siempre ha hecho música peligrosa”, cerca Jorge desde su auricular, bien lúcido y con ganas de charlar, seguramente cierto de que la suya es, y de nuevo recurro a Ortega y Gasset, “literatura movida por el terror”.
Se sabe que inicios de los años ochenta andabas por las calles con un palo de hockey, listo para estrellarlo en la cara de los necios que se te cruzaran. ¿Hacías eso porque tu naturaleza es así, ruda, o simplemente porque eres un tipo precavido?
Bueno, más bien lo segundo. Uno debe estar listo para defenderse cuando se encuentra en un medio violento. En esos días había mucho desempleo, además estábamos en un momento convulso en España porque estrenábamos una democracia después de cuarenta años de dictadura y las antiguas fuerzas del poder no querían desprenderse de él. Existían movimientos de extrema derecha de cuidado y luego estaban las calles pobladas de heroína, una droga muy perniciosa. Eran días violentos, y lo más aconsejable era cargar con algo para defenderse porque había muchas armas blancas alrededor. Por otro lado, si hacías como yo, es decir, te desenvolvías en ciertos ambientes sin mirar mucho al reloj, era prudente estar listo para todo.
Las eras convulsas son ideales para engendrar arte.
Exacto. Así nació Ilegales, en medio de una crisis generalizada. En ambientes crudos las manifestaciones artísticas bullen. Ha pasado con el cine neo-realista italiano y el rock & roll, que nació cuando los soldados volvieron de la guerra a Estados Unidos y se encontraron sin medios de subsistencia. En España hubo un despertar artístico de grandes dimensiones tras la dictadura, en todas las artes, pero el público también despertó, comenzó a mostrar interés por todas estas manifestaciones. Los humanos somos así, cuando hay una excresencia intelectual somos capaces de lo peor para hacer lo mejor.
Ilegales vio la luz con un lema, aclaraban que la suya era música peligrosa.
Nadie antes había dicho las cosas que nosotros nos atrevimos a contar. Todos se quedaban parados mirando cuando nos presentábamos. Generábamos mucha tensión ante el público, de modo inmediato. Teníamos desarrollado un discurso que nadie poseía entonces. Yo dejé la Facultad de Derecho para estudiar cosas relacionadas con el sonido, para construir nuestras canciones y así éstas alcanzaran cierto grado de impacto.
Hace poco leí que decías que era importante, para todo aquel se subiera a un escenario, estar consciente de su condición como esperpento, algo que Ilegales hizo todo el tiempo, me parece.
Es cierto. Muchos artistas se creen prima donnas, ¿no están conscientes de que no lo son? Recomiendo que todo aquel que se suba al escenario se vuelva loco. Se trata de eso, de volverse loco y, si es posible, recuperar la cordura justo a tiempo. A mí, por ejemplo, cada día me resulta más difícil bajar del escenario.
Enloquecer allá arriba. ¿Qué es lo más desquiciado que has hecho bajo reflectores?
Mh, no sabría decirte, pierdo un poco la consciencia ahí arriba. En realidad es una locura lo que hacemos Ilegales hoy día, porque tocamos más de treinta canciones casi sin respirar entre ellas. Es un suicidio eso. Hay que estar en una forma física excelente para conseguirlo. Creo que hacer algo así ya es una gran locura. Antes nos bebíamos varias botellas de whisky sin parar, pero ya no podemos hacer eso; bueno, lo haríamos si los conciertos duraran 45 minutos.
De manera que eres un bebedor moderado.
Bebo mucho menos que antes. Me gusta mucho el tequila, pero no me lo puedo permitir porque es lo peor que puede haber para la voz. Al whisky le he cogido asco, me hace sentir mal. El ron me sienta bien siempre que sea poco. Lo que me va fantástico es un vino de calidad, en Europa hay muy buen vino y en España mucha variedad. Conozco bares donde se sirven vinos que los conocedores tildan de baja calidad, pero que a mí me encantan. Eso sí, intento no pasarme con el vino para que me siga gustando; no quiero que me pase lo que me ocurrió con el whisky.
¿Será que estás madurando?
¿Será que aprecio tanto la vida que raciono las cosas de manera tal que pueda seguirlas disfrutando intensamente? Hoy día prefiero calidad que cantidad.
Hablando de procesos de maduración, en México hay compositores que han dejado de interpretar en directo canciones que, bajo la visión de los tiempos que corren, se antojan políticamente incorrectas. ¿Estás tomando cartas en el asunto? Es decir, no sé qué puedan pensar ciertos sectores de un tema como “Eres una puta”.
No he tomado cartas en el asunto y no lo haré. Me parece muy bien que las mujeres hagan uso de sus derechos, igual que los hombres y los niños. Pero eso de prohibir no va. “Eres una puta” se la escribí a una amiga mía que presumía tener un gran talento sexual. Tuve la oportunidad de comprobarlo, así que le escribí esa canción, un tema que, por cierto, a ella le encantó, ¿eh? A muchas chicas les gusta esa canción. Hay que prohibir el asesinato, el robo, la estafa, hay tantas cosas dónde poner el foco; pero nunca hay que coartar el uso de la libertad de expresión, ese bien hay que conservarlo a toda costa.
Por otro lado, para el más reciente disco de Ilegales hiciste un tema como “Mi amigo Omar”, donde cantas: “ mi amigo Omar es homosexual, tan humano como el sacrilegio, y no vive en un gueto de colores para maricones”.
Eso de privar a los homosexuales de derechos me parece una crueldad, una injusticia enorme. Que cada quien elija su opción sexual con absoluta libertad, tal como se escoge una profesión. “Mi amigo Omar” toca ese tema, de que no hay aprobación absoluta hacia los homosexuales, de que siempre hay alguien listo para reprimir. Los guetos no son buenos para nadie, no importa si eres bombero, blanco, mujer, rockero, fontanero u homosexual. Una sociedad se enriquece con la sinceridad por delante, viviendo la vida con total libertad. Si algo no te gusta, no te metas con ello y ya está. Por ejemplo, a mí no me gusta el reguetón, no es algo de lo que desee estar cerca, pero es como escoger comida, así de fácil. A mí los quesos azules me producen repugnancia, sin embargo varios compañeros los consumen; cada quien elige lo que come, lo que baila, lo que sea.
¿Conoces el odio, lo has sentido alguna vez?
El odio es un arma buena sólo si dura poco. El odio debe ser un ramalazo. Nada más. Si odias de manera constante es porque has perdido la batalla. Para mí el odio de pronto se convierte en indiferencia o asco. Eso: hay personas que me dan asco, les doy la mano, sí; pero me la lavo de inmediato.
¿Esas personas son para ti como quesos azules humanos?
Sí. Ja. Argh.
A la distancia pareces un hombre feliz, Jorge. Seguramente alcanzaremos a notarlo ahora que vuelvas con Ilegales a México.
Voy a hacer todo lo posible por dar el mejor concierto que hayan presenciado nunca. Qué puedo decir. Me siento tan bien aquí, en casa, como en todos los sitios; en Santiago, en la Plaza de Armas o en la Plaza Garibaldi. Estoy viviendo días sensacionales. Ilegales está recibiendo el reconocimiento más grande que ha vivido jamás, por fin las clases intelectuales se han abierto a la verdad de nuestra música. Aunque no es que quiera vivir del reconocimiento; me importa subirme a un escenario porque mezclar palabras con notas musicales es lo mejor que puedo dar. También me he entrenado a mí mismo para disfrutar de la vida. Me gustaría regresar el tiempo para hacer las cosas un poco mejor, claro; pero eso no es posible, y lo entiendo. A lo hecho, pecho. A correr de frente con la mejor calidad posible, esa es la mejor filosofía de vida que me puedo permitir. Por ejemplo, escucha, ahora mismo llueve, ¿alcanzas a oír la lluvia caer?, te pondré el teléfono… y por ahí hay una vacas, me acercaré un poco… ¿las oyes? Suenan bien, ¿eh? Qué momento.