El lugar común la define como “la madrina del punk”, pero tiene un lado más humano y menos oscuro de lo que se creería, y su sensibilidad es profunda ante pequeños detalles de la vida.
Por: Miriam Canales
“¡Las mujeres no deberían rockear, sólo Patti Smith y Sheryl Crow!”, le oí gritar alguna vez a un borracho durante un concierto de Depeche Mode en la ciudad de México por 2009. ¿Será verdad? Varios años después, atestigüé su presencia en Querétaro, una palabra que se le dificulta pronunciar como el resto del idioma castellano. Desaliñada, pero briosa, demuestra su cariño por México en el marco del Hay Festival de esta ciudad capital.
Detesta la administración de Donald Trump, le preocupa el porvenir del medio ambiente y de la infancia mundial. El lugar común la define como “la madrina del punk”, pero tiene un lado más humano y menos oscuro de lo que se creería, y su sensibilidad es profunda ante pequeños detalles de la vida: “Cada día tengo curiosidad por algo nuevo, pequeñeces”. En su cotidianeidad sigue descubriendo novedades, busca cosas que la sorprendan, y sigue creyendo en hacer lo que más le gusta antes que volverse una estrella mediática acaudalada.
La tormenta que cayó la noche del 7 de septiembre le sirvió como musa para escribir e improvisar poesía antes de presentar su arsenal en el Jardín Guerrero de Querétaro, que inició con “Wing”, acompañada de su guitarrista Lenny Kaye. Esta es la Patti de 71 años, no la que cantaba que Jesús no había muerto por sus pecados, sino una mujer que sigue considerándose “no religiosa” pero sí espiritual; la que se muestra a favor de los derechos actuales de las mujeres sin ser una feminista recalcitrante, la que conserva la frescura de su voz a pesar de la edad y las vivencias, y la de una larga trayectoria de más de 40 años. “Yo escribí canciones desde 1976, en esa época los dinosaurios todavía caminaban”, ironizó ante una joven audiencia que podrían haber sido sus nietos.
Primer aniversario de uno de los devastadores sismos, una organización atropellada para una tempestad alrededor, una hora de retraso, asistentes intimidados por la lluvia, cabezas y pies empapados, emociones a flor de piel y la dedicatoria de Patti a la memoria de Roberto Bolaño a través de su poema Hecatombe en voz de una acatarrada Alma Guillermoprieto. Este evento (uno de los estelares del festival) fue pensado como un recital de poesía y terminó como un concierto acústico donde no solo se recordó al escritor chileno sino a John Lennon con “Imagine” y a Buddy Holly en el día de su cumpleaños con “Words of love”.
Los feminicidios de Ciudad Juárez, Chihuahua fueron para Bolaño un estímulo oscuro para crear la ciudad de Santa Teresa plasmada en el libro 2666, que a su vez conmovió a Patti para escribirle Hecatombe. Esa y otras calamidades actuales le conciernen, así como la incierta construcción de un muro entre México y Estados Unidos: “Si Trump lo construye lo derribaremos”, gritó, combativa.
Otros poemas como “Red”, que remite al rojo de la sangre, a la bandera de la revolución, escrito en su último viaje a México, sonaron de su voz, así como la insoslayable “Dancing Barefoot”: Here I go and I don’t know why, I spin so ceaselessly, could it be he’s taking over me. Hablando no sólo de revolución sino obsesión y dominaciones, aunque para algunos se extrañó la presencia de su himno, “Gloria”, pero “Because the night” fue el clímax antes de que la lluvia volviera a irrumpir.
Como si no fuera suficiente esa noche, el “mañanero” se vivió en el Teatro de la Ciudad el sábado siguiente en conversación con el editor de Sexto Piso, Diego Rabasa. Con solo “un café en mano” como desayuno, Patti contó cómo la ausencia de algunos de sus seres queridos como su madre, amigos y el fotógrafo Robert Mapplethorpe la han marcado, pero que siente conexión con ellos a pesar de la ausencia física, como uno de los puntos más conmovedores de la charla: “A veces siento que mi madre me habla, que todavía me regaña, que me dice que me peine, que me viste mejor, pero que a la vez me ayuda con cosas como cuando mi hija tuvo fiebre y no sabía qué hacer”.
Sus fans enardecidos seguían a la espera de un autógrafo, una firma con sus discos, libros y fotografías en mano… sin éxito. Me quedé con ganas de lanzarle un par de preguntas, pero conservaré el recuerdo de Patti cantando “Wing” mientras me miraba a los ojos como una madre tierna, como si se tratase de una dedicatoria exclusiva. Esta fue una noche que no sólo perteneció a los amantes, una que le perteneció al amor, la música, el arte, a los fans. ¿Las mujeres deberían rockear? ¡Absolutamente!