No cabe duda que la música puede ser asimilada de múltiples formas, determinadas –siempre- por el contexto que rodea al escucha; la intención del artista pudo encaminarse en un sentido y el receptor dotarla de nuevas e inesperadas connotaciones… más aún cuando la música es instrumental.
Mi acercamiento a la propuesta de Haiku Salut fue prácticamente a ciegas –sólo puedo señalar la atracción que produce su nombre- y lo que encontré fue un universo polisemántico de una extraordinaria belleza y capacidad de atracción. Además, ahí es cuando el entorno personal refuerza o conduce a la experiencia sensible. Me explico. Acontecimientos poco afortunados o sacudidas suelen golpear a la diaria existencia y uno suele correr hacia un álbum –o hacia la música en general- para buscar un paliativo, un remanso, una especie de terapia.
The General ofrece todo eso y más, con todo y que no es un disco del todo contemplativo y reposado –tiene sus momentos de intensidad en crecendo-. ¿Qué es lo que oferta este grupo británico integrado por tres mujeres? Sencillo, un punto de encuentro entre la electrónica downtempo, una parte de folk –más por el tipo de instrumentación- y la incorporación de elementos de la música clásica contemporánea –con los teclados por delante-.
Durante una charla con el músico ecuatoriano Mateo Kingman, él hacía hincapié en lo delicado que resulta el concepto de sanación aplicado a la música y lo sencillo que es que la gente confunda a un artista con un chamán o un curandero. Recomendaba guardar las distancias, aún en el entendido de que ciertos temas hacen las veces de “un masaje para el alma”.
Pienso en ello por el efecto que me produce la escucha repetida de The General –conformado por 23 piezas y editado por Secret Name-; hasta he llegado a pensar –y convencerme- que si me asomo a mi cerebro y trato de buscar la música que suena en su interior, lo que encontraría sería este disco en el que los pasajes minimalistas –casi a lo Michael Nyman- se combinan con crujidos industriales, secuencias programadas, texturas digitales e incluso un tradicional acordeón (con The Notwist en la memoria).
Puedo entenderlo así estrictamente para mí –y funciona-, pero hay otra vertiente que le da a esta historia un giro sorprendente; en realidad, The General es una película de 1926, protagonizada por el actor y comediante Buster Keaton. El trío recibió en encargo de parte del Programa Cultural Nottingham Contemporary para escribirle un nuevo score como parte del proyecto Comedy Genius; el resultado fue estrenado en directo en Belfast en el pasado mes de enero.
Debemos aplaudir el arrojo y el talento de Gemma Barkerwood, Sophie Barkerwood y Louise Croft para dar un nuevo sentido a una película que se conduce como una comedia ligera; ellas se apegaron a su búsqueda estética e hicieron que cuadrara con esa obra fílmica clásica. La mayoría de creadores hubieran optado por generar segmentos que interpretaran de forma literal –o casi- las escenas conforme desfilan por la pantalla y cuentan la historia –aquí no-.
Este acercamiento inédito y valiente hacia la concepción de una banda sonora sorprendente no hace sino enfatizar lo que se siente cuando se está delante de una obra de arte abstracta… el espectador es elemento clave, crucial para completar el circuito. Y The General es expansivo; no en vano lo conforman esas 23 piezas que no son breves y en las que a esas programaciones y secuencias minimalistas se van integrando inteligentemente una gran cantidad de instrumentos: piano, glockenspiel, trompeta, trombón, guitarra eléctrica, ukulele, tambores y melódica, entre ellos.
El trio procedente de Derbyshire Dales ha venido dando testimonio de cómo sacar el máximo rendimiento a los elementos que colocan en sus escenarios y en lo que incluso las lámparas juegan un papel crucial y en ese sentido, la claridad de ideas estéticas que muestran alcanzan cotas muy altas de calidad a la hora de empatar un aliento post-rock con la elegancia de la música clásica del presente.
The General no se siente como un trabajo por encargo, sino que parece una prolongación de There Is No Elsewhere, el álbum que editaran apenas el año pasado –acaso con más acento minimalista-. Han logrado un punto de encuentro sonoro que hasta tiene algo de retrofuturista; nos acordamos pues de Lali Puna y Nils Frahm a partes iguales.
No es un dato menor que este esfuerzo creativo haya sido promovido de manera muy entusiasta por la influyente locutora Mary Hanne Hobbs, quien desde su programa en la BBC siempre está atenta de la música de avanzada.
No resta sino perdernos una y otra vez en un disco que ofrece momentos de placentero remanso digital, que le hace lugar a un piano profundo que estremece el alma y que no evita puntos en los que la intensidad digital puede crecer sorpresivamente. Aquí la esperanza convive con la melancolía; una experiencia cinématica que ofrece la posibilidad de aislarnos de un mundo exterior abrumador y opresivo. La música libera… y con este álbum lo reconfirmamos.