Uno de los momentos que aprovecho para escuchar música es mientras viajo, las horas en carretera o en algún avión las aprovecho para oír algún disco nuevo o volver a escuchar alguno viejo. El tiempo lo modifica todo, nada se queda igual para siempre, ni siquiera la música. Pasan los años y uno no escuchará las canciones de la misma manera que tiempo atrás porque nuestra vida tampoco es la misma que en el pasado.
Esto me ha pasado ahora que aproveché las más de 12 horas en carretera para escuchar un playlist de pura cumbia que se tocaba en la década de los ochenta en el norte de México, más específicamente en los estados de Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila.
Grupos como Pegasso, Toppaz, Los Mier, Los Barón de Apodaca, Los Reyes Locos, Liberación, Los Hermanos Barrón y Fito Olivares, entre muchos otros, acompañaron a muchos de nosotros durante la infancia y adolescencia. Yo tuve la suerte de vivir parte de mi niñez en el ambiente de dos familias disímbolas, musicalmente hablando, que en lugar de contraponerse se complementaron. Por el lado paterno conocí este tipo de cumbia, además de la música norteña y chicana; con ellos fue el acercamiento a este género y, de alguna forma, a su cultura. Por el lado materno tuve la influencia del rock y del pop, gracias a ellos conocí a muy temprana edad a The Beatles, pero también a Eurythmics, Scorpions, Iron Maiden, Rainbow, Van Halen y hasta Soda Stereo y El Tri.
Ahora me doy cuenta que gracias a eso no tengo prejuicios musicales. Puedo escuchar diversos géneros de música en un día sin ningún problema. Esto no tiene nada que ver con la típica respuesta de “yo escucho de todo”, quienes dicen eso en realidad lo que quieren decir es “no me importa la música que esté, de todos modos no le pongo atención”. Esta es la parte más importante para que la música nos muestre toda su magia: la atención.
¿Cuál sería la culpa de que me guste cierto tipo de canciones y cuál sería el castigo? ¿Hay un castigo por escuchar música?
En fin, ahora que escuchaba este playlist cumbiero fue inevitable que los recuerdos se hicieran presentes, memorias de la infancia y la adolescencia que me hicieron disfrutar al escucharlas y pensé que es muy lamentable tener prejuicios musicales. Para muchas personas la música es sinónimo de status, ven en ella una condición de clase social que les impide escuchar libremente cualquier género. Hay quienes no se dan la libertad de escuchar cumbias porque no pertenece a su nivel cultural, según ellos. Otros no escuchan música clásica o jazz porque dicen que solo es para snobs o ñoños. Algunos más deciden no escuchar música pop porque es solo para fresas, sin darse cuenta que parte de lo que escuchan es pop. No escuchamos cierto tipo de música por el temor a que confundan nuestro status social.
Tampoco se trata de que nos tenga que gustar todo, cada quien elige su gusto musical, aunque aquí el problema viene cuando algo no nos gusta por lo que representa y no por lo que escuchamos. Por eso es que existen los gustos culposos, porque son canciones o géneros que en realidad nos gustan pero no nos animamos admitirlo o nos sentimos culpables por dicho gusto. ¿Cuál sería la culpa de que me guste cierto tipo de canciones y cuál sería el castigo? ¿Hay un castigo por escuchar música?
Solo existe la buena música y la mala música, y eso lo definen dos factores: el primero es cómo está hecha y ejecutada. El segundo tiene que ver con el juicio de cada uno, la decisión de lo que sea buena o mala música dependerá de los gustos de la persona y estos estarán relacionados con su contexto, historia personal, educación y experiencias de vida, por ende, aunque pueda haber un juicio unánime de valoración, en realidad la decisión la tiene uno mismo. Hay a quienes el rap les parece algo grotesco y sin sentido musical, hay músicos de jazz que se han unido a raperos para hacer discos. Hay quien dice que la música clásica es solo para algunos y contrasta con lo agresivo del rock, hay músicos que llevaron el rock pesado a instrumentos clásicos como el cello, o música popular, como la de Juan Gabriel que es llevada a formatos sinfónicos.
No tiene nada de culposo que nos guste algún género musical que contraste con los que hemos elegido como nuestros. Deberíamos darnos la libertad de escuchar lo que queramos y dejar de tener “gustos culposos”, porque no hay ninguna culpa y ningún castigo por escuchar música. No nos hará más cultos, interesantes o “nacos” escuchar cierto tipo de música, lo que nos hará diferentes será la forma en que la escuchemos y la atención que le demos porque, no es ningún secreto el hecho que la vida de cada uno se encuentra acomodada entre música y canciones.
No hay gustos culposos, el que se culpa es uno.
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