Hace 9 años, el 19 de noviembre, me levanté temprano y tomé un taxi rumbo al Estadio de Béisbol. En ese entonces tenía 17 años y mucho tiempo, así que la verdad no me importó hacer fila durante tantas horas. Me quedé ahí hasta que anocheció y cuando se abrieron las puertas del lugar, me dirigí hacia el escenario.
Esperé un poco más hasta que las luces se apagaron y pude distinguir entre las sombras una figura que parecía estar inmóvil frente al micrófono. Empezaron a sonar los primeros acordes de «Fuerza Natural» e inmediatamente todo se iluminó. Y ahí lo vi. No, no era “un misil en mi placard”, era el mismísimo Gustavo Cerati.
A pesar del tiempo, aún lo sigo viendo a tan solo unos metros, irradiando energía pura arriba de ese escenario, mirándonos y retándonos con su mirada detrás del antifaz. Nos sonreía. Tocaba su guitarra y se paseaba de un lado al otro con total libertad. Señalaba el Cerro de la Silla, evocaba la noche y nos cantaba.
Escuchar su voz me conmovió hasta las lagrimas y de pronto, en un ataque de lucidez (o qué se yo), pensé haber comprendido todo lo que él significaba para mí. En ese momento recordé como su música y esa forma de componer y escribir canciones me habían inspirado tanto en la vida y me habían hecho crecer.
Estoy segura que al igual que a mí, también inspiró a muchísimas personas e incluso a muchos grupos que hoy forman parte importante de la escena musical latinoamericana. Cerati se volvió un referente musical para muchos y se sentía agraciado por todo ese “amor desconocido”-como él lo llamó- que le brindaba tanta gente.
Pero antes de convertirse en una de las más grandes figuras del rock en Latinoamérica, el intérprete de «Amor Amarillo» estuvo del otro lado y también llegó a sentir ese amor desconocido por todas esas bandas, guitarristas y cantantes que lo inspiraron musicalmente, al grado de influenciar su sonido y la lírica de sus canciones.
Desde muy chico, Gustavo Cerati ya dejaba ver sus dotes como músico. Tomaba en sus manos una escoba y se ponía a imitar junto a sus amigos al famoso cuarteto de Liverpool en el video de «Twist and Shout». Así fue como los Beatles lo acompañaron durante su infancia y fueron los primeros en empujarlo al interior de ese mundo.
Aprendió a tocar la guitarra y dentro de sus primeras influencias se encontraban bandas como King Crimson, Emerson, Lake & Palmer, Pink Floyd y guitarristas como Jimmy Page de Led Zeppelin y Ritchie Blackmore de Deep Purple. A mediados de los setenta en la Argentina los discos no se encontraban fácilmente, por lo que la manera de conseguirlos fue gracias a que su padre viajaba al extranjero con bastante frecuencia.
Cuando entró a la universidad, conoció a Zeta Bosio. En esa etapa The Police, XTC, Elvis Costello y más bandas del new wave de principios de los ochenta, fueron su máxima inspiración. Con sus compañeros intercambiaba ese tipo de discos que provenían del extranjero y así es como Cerati empieza a tocar covers en varias bandas con el afán de perseguir un estilo.
Ya con Soda Stereo la idea era crear temas propios, pero es bien sabido que The Police fue una de las bandas que más influyó, sobre todo en su primer disco. El trío se encerraba a ensayar sus covers y hasta llegaron a adentrarse al género del reggae escuchando a Bob Marley y Toots and the Maytals para entender la forma en la que The Police se había apropiado de ese sonido.
Más adelante en su etapa experimental con Dynamo (1992), Cerati había estado fuertemente influenciado por bandas de shoegaze como My Bloody Valentine y Lush, lo que lo llevó a agregar al álbum el sintetizador y el uso de sonidos psicodélicos.
Pero no todas sus influencias derivaban de la música en inglés. Figuras del rock argentino como Luis Alberto Spinetta, Charly García y bandas como Vox Dei y Sui Generis también serían parte importante en su formación como artista.
En su etapa como solista, Cerati incorporó en su primer álbum el cover «Bajan» perteneciente al disco Artaud de Pescado Rabioso, una de las bandas de Spinetta. Quizás la influencia de el Flaco fue la que más se dejó ver en el trabajo de Gustavo, pues supo adoptar (a su manera) la composición lírica y tomó prestado el solo de guitarra de la canción «Cementerio Club», añadiéndolo a la tan emblemática «Té para tres». Además también realizó el cover de la canción «Los libros de la buena memoria» de Invisible, otra de las bandas de Spinetta.
No cabe duda que todos esos músicos que influyeron en él, lo ayudaron directa o indirectamente a crecer y a convertirse en un artista en toda la amplitud de la palabra. Y digo directamente porque Cerati tuvo la oportunidad de colaborar junto a Andy Summers (miembro original de The Police) interpretando una versión de su autoría del tema «Bring on the Night» («Tráeme la noche») y de subir numerosas veces al escenario junto a un grande como Spinetta.
Todo esto no fue cuestión de suerte. Sus logros siempre fueron parte de un trabajo arduo que le costó años perfeccionar. Y es que Cerati fue alguien al que no se le podía encasillar dentro de un solo género. Fueron muchas sus influencias que siempre trató de reinventar su sonido para crear algo nuevo tanto para él, como para sus seguidores. Y lo lograba. Gustavo supo llegar al corazón y a la psique de muchos con sus letras y sus composiciones.
Nos hizo amar de tantas maneras, nos enseñó que “las cosas brillantes siempre salen de repente” y nos demostró que “poder decir adiós es crecer”. Aún recuerdo aquella vez que en mi vida pensé que las cosas no tenían solución y de repente escuché a Cerati en mis audífonos cantando “… mi canción seca. Será la cura para todo, la cura para todo mal que no merezcas.” Y sin duda lo fue.
Ya van cuatro años desde su partida, y a pesar de que ahora ya no está, es un consuelo saber que su música sigue aquí, motivándonos e inspirándonos para hacer “cosas imposibles”.