Dudes, en estos tiempos de pandemia y aviones que se rifan, si existe algo que me pone realmente de buenas, es Gremlins (Joe Dante, 1984).
Considerada una cinta de culto y un icono de referencia para una generación, hoy les voy a hablar de una obra con un sentido del humor inconfundible, con giros y gags del sello de Dante sin dejar atrás el universo multirreferencial que habita el filme y que ayuda a su disfrute. Luego que por qué uno se vuelve ultra mamador y no quiere ver cine nuevo, soy como esos viejos metaleros que se la pasan hablando de sus tiempos, amargado en el sofá, comiendo pizza.
Desde el inicio, el estilo narrativo que se carga el director es simple y extremadamente directo, convencional, pues. Nos sumerge en un universo mágico, obviamente hablo de la tienda en el chinatown, como preparación a un desencadenante macabro y salvaje. Al mismo tiempo nos presenta una idílica localidad donde todo se prepara para la llegada de la Navidad, con unos pocos personajes pintorescos, que encajan muy bien en la historia y que sirven para dibujar el escenario donde los Gremlins hacen sus desmadres.
Al puro estilo serie B, no podemos ni debemos olvidarnos del trabajo de diseño y efectos especiales llevado a cabo en esta joya del cine ochentero. Criaturas materializadas por el talento de Chris Walas que logró un doble cometido: las ganas de achuchar al adorable Gizmo y que todos los niños quisieran uno igual y la repulsión simpática pero peligrosa que general los Gremlins una vez transformados en mostruitos infernales y que la neta sacan la parte más negativa del ser humano, adoptando sus costumbres y aniquilando sus ¿falsas? creencias.
Encontramos dos partes bien diferenciadas en el filme, quizás en la primera sea donde más brille la narración, los guiños más sutiles, presentando personajes y escenarios, y donde consigue enganchar al espectador. Para luego, en la segunda
mitad desbaratar todo, destrozar el idílico escenario con la Navidad como protagonista y acentuar, con cierta perversidad, la crítica del falso espíritu navideño, bueno, esa puede ser una de las múltiples lecturas que se pueden extraer. No me juzguen.
El resultado de esta cinta fue macabro e hilarante, generó buena parte de la polémica por su violencia y mal ejemplo en una cinta relativamente familiar. Y eso que Spielberg desechó momentos más extremos en el primer guión de Columbus (donde la madre acababa decapitada y su cabeza lanzada al protagonista de forma perversamente divertida). Y bien, tampoco hay que olvidar el excelente trabajo de Jerry Goldsmith, esencial para el éxito de la película y que constituye una obra de perfecta simbiosis, entre el terror y el humor, con un tema central pegadizo y plagado de sintetizadores y sonidos electrónicos.
Dudes, si están en cuarentena o de plano quieren pasar el fin de semana tragando y viendo filmes, denle otra ojeada a Gremlins, déjense caer con la pizza y las cervezas, compren postre y disfruten de esta grandiosa película, la nostalgia no siempre sirve para que nos vendan cosas carísimas, también hay obras que vale la pena traer al presente. Hoy en día, el resultado de los muñecos queda desfasado por muchas tecnologías pero siguen manteniendo ese entrañable aspecto de serie B que la cinta no esconde y resulta vital para su goce, décadas después. En este punto, es muy interesante como se incluyen, además de una clara referencia al cine de ciencia ficción de los 50, elementos como el padre de familia inventor y sus engendros mecánicos que unidos al efecto devastador de los Gremlins en las máquinas otorga un punto más que curioso y que también se presta a interesantes reflexiones.
Best
La escena de la cocina donde la abnegada madre tiene que enfrentarse a los Gremlins con los electrodomésticos.