Arder en el Reino
Hace algunos años cuando en Conarte me encargaron dirigir una colección de poesía de autores de Nuevo León, no quise pasar por alto la obra de Gloria Collado,una autora nacida en Tamaulipas pero formada en Nuevo León, así es que la busqué y logré contactarla. Ella, amablemente, me invitó a su casa. Esa vista se convirtió en cuatro sesiones donde charlé de la poesía y de su poesía (y además tomé mucho café), porque la idea era hacer una antología con sus cuatro libros publicados hasta aquel momento: Juego de dos (1971), Colección de poemas (1977), ww (salvo el título) todo lo que sigue es un poema y Después la luna (ambos de 1987). El resultado fue la entrega de una antología personal titulada Mandala, que apareció en la colección Árido Reino, en el año 2004 junto a otros 14 autores.
Adoloridos o empapados por la lluvia
Once años después de la aparición de ese libro, la UANL le publica Del amor un escalofrío, su nuevo libro de poemas, donde se destaca la capacidad de Collado para sugerir, con esos versos siempre cargados de paciente y turbia ligereza, cosas como evadir -o aceptar- alguna posibilidad de encontrar un escalofrío que nos diga que estamos enamorados. Textos maduros que se anuncian como “un cierre provisional por inventario”, que nos indicarán en algún momento, o mejor dicho, nos harán entender –en algún momento- que fuimos amados y que ya entonces podemos marcharnos contentos a donde sea. Este añejamiento, por decirlo de alguna manera, en la poesía de Collado, por supuesto que evita la precipitación, es una escritura lenta y reposada, meditada, que con el tiempo gana identidad. Lo que ocurre al leer a Collado es un impacto emocional, los textos concentrados y destilados, intuición, pensamiento, experiencia.
Escribir no tiene ciencia
El libro presenta un formato que en lo personal me parece bellísimo y adecuado para la poesía: una caja grande y ancha que mide 26×18 centímetros, que permite un tipo de letra más grande y un espacio aire que le da al texto soltura visual y hace amable la lectura. Acompañan a los textos cinco ilustraciones del artista plástico GC Lucas (hijo de la autora), que antes ya ha aparecido en otros de sus títulos. Al leer los poemas uno encuentra que hay una obstinada voluntad por alcanzar una expresión propia, pero no está ni se ve forzada, lo que fluye son parvadas de mariposas negras (como las que ilustran la portada). He aquí como ejemplo una estremecida confesión:
Con mi mano derecha / deslizo la pluma sobre la hoja / dibujo palabras y acierto a decir: enmohecida, nauseabundo, calendario / con armonía y fluidez / línea me separa de la palabra escrita / digo punto y finalizo la tarea.
Cuando un autor plantea un racimo de respuestas, es decir, se apega a la honestidad (porque con el tiempo escribir un momento o incluso un estado de ánimo se supera y la escritura se asume como un latido y vuelve actual cualquier momento), el amor, esa acelerada gravitación de un espíritu hacia otro espíritu, se impone y en cualquier asunto, escrito o no con ese contexto, se vuelve único y definitivo.
El recuerdo emite luces de bengala
Apreciamos que modificar la percepción a partir de la nostalgia en “Del amor un escalofrío” hace que el poema, magníficamente personal, se despersonalice de la autora en una privilegiada fusión de la reflexión y el lenguaje claro y conciso. Collado sacude a las palabras y así se sacude espectros, y a su vez sacude al lector. Collado sabe que sabe, y lo escribe, lo comparte, te hace cómplice, y aunque claramente se consuela escribiendo sobre las cosas que le dan consuelo, Collado semilla irreverente, se planta en cada poema , salta al abismo, camina por la cuerda floja, esquiva la trampa, dobla la esquina, da las gracias, sueña que sueña, también se desvela y se devela como lo que es una vidente al acecho. Y nosotros obligados estamos de estar al acecho de los poemas de una de las autoras clásicas en la poesía que por estos rumbos se esparce.