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Fingerboard: el arte de las patinetas fragmentadas

La «patineta de dedos» es una actividad que cada vez tiene más adeptos en México. Fuimos a conocerla en el primer torneo que se realizó en Monterrey el pasado 29 de febrero.

POR:
fingerboard

UNO

Corro sobre una avenida que está cerca del conjunto habitacional donde viven mi hermana y mi cuñado, en Santa Catarina, Nuevo León para poder llegar al centro de Monterrey. Hago eso porque, de no subirme al camión que está por detenerse en la esquina, tendré que esperar veinte o treinta minutos más para llegar al primer torneo de fingerboard (patineta de dedos) que se realiza este sábado 29 de febrero.

El evento es organizado por Soria, un viejo conocido de esta misma zona. Ya no somos los adolescentes que tocábamos en bandas ruidosas de hardcore y hablaban de Jaime Maussan escuchando al Rebeld’ Punk. Hoy el ex vocalista y tecladista de Lactobacillus Casei Shirtota Para El Fat Baby tiene 33 años, usa anteojos y ya no se ve tan flaco como lo recuerdo. También dejó de patinar por las calles, todo por la horrenda rutina de su trabajo en una tienda Famsa. Pero su entusiasmo por esa expresión que inventaron los surfistas californianos en la década de 1950 digamos que se fragmentó.

DOS

El camión de la Ruta 126 que tomé para llegar al centro de Monterrey, me deja en la Avenida Juárez. Pasan de las tres de la tarde y pienso que voy más retrasado que de lo normal. Mi destino se localiza en la calle Juan Méndez Norte. Tengo que encontrar la casa marcada con el número 416. Ahí tiene que estar Soria con la gente que convocó en base a un flyer que subió en sus redes sociales, igual que en algunas páginas de skateboard.

Lo único que sé, gracias a que antes de abordar el camión leí algunas cosas relacionadas a la patineta de dedos en mi celular, es que su origen se remonta a la década de 1970, en Estados Unidos. Quien hizo los prototipos de lo que se convertiría en fingerboards es el skater californiano, veterano y profesional, Lance Mountain. Él es famoso por pertenecer al team Powell Peralta en los años 80, donde comenzó a aparecer en los videos Bones Brigade de esa marca que creó Stacy Peralta, uno de los patinadores más populares en todo el mundo, y quien perteneció a los Z-Boys (equipo que aparece en la película de 2005, Lords of Dogtown).

Las fingerboards en sus primeros años eran de plástico y se utilizaban como llaveros. Sin embargo, para 1985, cuando salió el video Future Primitive, de Powell-Peralta, Lance Mountain aparece realizando trucos con una mini patineta en un fregadero de cocina. Esa parte llamó la atención de niños, adolescentes y hasta de los propios patinadores profesionales como Tony Hawk o Rodney Mullen. Muchos comenzaron a “jugar” con eso. Después, a finales de los 90 la marca Tech Deck llegó a todas las tiendas y hubo una explosión mundial. A México la fiebre se dio por las bicicletas, scooters y patinetas que décadas atrás lanzó el refresco Fanta. Posterior a eso muchos conocieron la famosa marca estadounidense que comenzó a darle nombre a esta actividad recreativa, y ahora se llevan a cabo eventos como el que organiza mi viejo conocido.

TRES

Eso es lo poco que alcancé a leer, horas antes de confirmarle a Soria que iría a presenciar el torneo, donde se darán premios al mejor truco, habrá kickflip challenge, entre otras actividades que son lo mismo que en el “deporte extremo” practicado con los pies. Hasta habrá patrocinadores, gracias a las pequeñas y pocas compañías de mini patinetas en México: Monkey Fingerboard, Blackfinger, Gum FB Tunning, Kraken, Síndrome y Rare Fingerboard.

Esta última marca es la de mi viejo conocido y forma parte de los menos de diez proyectos en el país que se dedican a la fabricación de fingerboards. La inició apenas el año pasado (2019). Su propósito fue sacar diseños raros, con los cuales se pudiera acomodar mejor, para así lograr trucos que parecieran ser imposibles hacerlos con los dedos índice y medio. “En ese entonces [2018-2019] estaba patrocinado por una marca del Estado de México, pero como ya traía mis propias ideas decidí comenzar mi línea de mini patinetas”, me dijo Soria cuando lo contacté por WhatsApp. “Vi videos en YouTube para saber cómo se hacían, mandé comprar un molde para las patinetas a Alemania y me aventé como cuatro meses de prueba y error”.

Por último, me explico el ex vocalista de una de las bandas más raras que han salido de Santa Catarina, es que el material que ocupa para hacerlas es madera de maple y foami con adhesivo (sustituyendo a la lija que se usa en las tablas convencionales). Igualmente, los trucks son de aluminio y se fabrican llantas de plástico o uretano. El precio de una mini patineta (ya toda armada) va desde los 400 hasta los 3 mil pesos, dependiendo de los materiales o las marcas extranjeras como Flatface, Beastpants, Sorry For Fingerboarding que son americanas. O también Blackriver, Berlinwood y Yellowood que son de Alemania.

CUATRO

A media calle, muy cerca del Chac Mol, a donde solía ir a echarme unas caguamas con Soria y otros amigos después de tocar con nuestras bandas, se localiza la casa marcada con el número 416. Ahí, como lo indica el flyer, comenzaron a reunirse desde el mediodía quienes gustan de esto que parece ser demasiado extraño e infantil.

Se escuchan muchas voces y todavía no subo las escaleras. No obstante, el sonido de las mini patinetas retumba más y se mezcla con “It was a good day”, de Ice Cube. Entro a la habitación y hay como veinte sujetos: adolescentes y chavorrucos como Soria y yo, a quienes lo raro y underground nos sigue emocionando.

La mayoría de los presentes llevan puestos tenis y playeras de alguna marca famosa de skateboard. Un abanico intenta mantener fresca la habitación que es grande. Un par de rampas están montadas sobre maderas y tabiques, con una altura ideal para hacer trucos con los dedos. Al fondo, una mesa plegable deja ver que esto es más que un pasatiempo: se pueden distinguir mini patinetas, mini rieles, mini trucks, mini llantas y algunos cajones hechos de madera. Igualmente hay a la venta sudaderas, gorros y stickers. Nunca había visto algo así.

CINCO

Reconozco a Soria recargado en una de las rampas. Al parecer están jugando skate y él se encarga de apuntar en una hoja quién acierta y quién falla los trucos. Saludo a mi viejo conocido. Desde el 2014-2015 que no nos veíamos. La última vez que estuvimos juntos fue en la Ciudad de México, primero en la pulquería La Pirata y después en una tocada de punk.

Me siento fuera de lugar: soy el único que no tiene una mini patineta en sus manos, y algunos voltean a verme, como esperando que comience a practicar trucos con ellos. Lo que hago para dejar de sentirme incomodo es comenzar a cuestionar a Soria. Me explica que nunca se había realizado algo así en Nuevo León. Como es la primera ocasión y el movimiento del fingerboard en México va creciendo, el segundo piso de un local de computadoras es lo ideal para que se reúnan fanáticos a este tipo de entretenimiento. “El lugar es de Jorge, rider de Rare Fingerboards”, me dice, mientras no puedo dejar de ver lo que hacen todos, controlando una diminuta patineta con una sola mano. “Él me había comprado una tabla y comenzamos a hacer amistad, propuso hacer aquí el evento y de Santa Catarina nos trajimos mi mesa de 2 metros por 40 centímetros que yo mismo construí con azulejos y cemento”.

Hay personas de distintas partes de Nuevo León y también un par de chilangos que viajaron en autobús para hacer camaradería y mover sus productos. La finalidad que tiene es que la patineta de dedos comience a ser tomada en cuenta, ya que muy poca gente conoce de esta actividad. Le pregunto a Soria cómo se le ocurrió hacer un evento así, y recuerda que cuando asistió a uno en la Ciudad de México, con Eduardo (Monkey Fingerboards) platicó de hacer un torneo en Monterrey, para darle difusión a lo que les apasiona. “Mi impresión es que no vendría nadie, o que solamente estarían aquí los pocos que nos conocemos”, me explica, con una cara llena de sorpresa. “Pero mira, se lleno el lugar. El fingerboard nos une”.

SEIS

Soria, conforme van pasando las horas y hay ganadores a quienes les dan productos, recuerda sus inicios en el fingerboard. “Me fui involucrando cada vez más gracias a Blackfinger. Tenía un año practicando en una mesa de madera con piezas de Tech Deck”, recuerda, cuando comenzamos a beber un par de cervezas de los que compramos. “Por Instagram o Facebook me hice muy amigo de Aaron [rider de Blackfinger]. Él me invitó a un grupo de mini patinetas mexicano. Yo desconocía que había algo así en el país. Comencé a subir mis videos, salí a eventos a otras partes, conocí personas relacionadas a esto y poco a poco ha ido creciendo el fingerboarding mexicano”.

El torneo realizado en la fecha que indica que estamos viviendo un año bisiesto sirvió para que riders principiantes y otros con más experiencia se conocieran. Caía la noche, la música rap seguía sonando, las cervezas eran cada vez más y el sonido de las mini patinetas no paraba. “Resultó ser un evento increíble. El nivel que hay en Monterrey es asombroso”, me dijo Soria, poco antes de retirarme. “En un futuro buscaremos seguir haciendo mini patinetas y más mesas para seguir practicando fingerboarding, con la finalidad de influenciar a nuevas generaciones. La meta de este proyecto es adquirir una mesa Blackriver, una de las mejores que hay en el mundo. También quisiéramos abrir algunas tiendas dedicadas a todo esto”. Veo algunos cuantos trucos más, me tomo una ultima cerveza, platico con uno de los chilangos acerca de la violencia que existe en Ecatepec y al caída la noche decido regresar a Santa Catarina.