Destino
Por una serie de extrañas, hermosas y afortunadas coincidencias, Eva Trujillo se convirtió en la directora de la Casa de la Cultura de Nuevo León. Su nombramiento, que a muchos no les gustó, siguió la tradición de que una escritora o un escritor sea el que dirija los destinos y aplique las políticas culturales de uno de los espacios más icónicos e importantes para el desarrollo de las artes en la ciudad de Monterrey y en el estado. Su labor hasta ahora discreta y a la vez efectiva, mantiene a la antigua Estación Del Golfo viva y con una oferta de actividades abundante. De igual manera así quiero definir de entrada a la poesía de Eva Trujillo: Discreta, efectiva y abundante.
El eco de esta soledad chillona
La perdida es uno de los temas principales en su libro La caída de las hojas, por supuesto que nadie tiene como proyecto un abandono, una ausencia, nadie quiere sufrir esa experiencia, pero cuando esto pasa la poesía se vuelve el camino más luminoso, no se trata de al abordar estos temas decir lo correcto, buscar una voz, hacerse entender o proponer una estética, se trata situar a nuestro corazón y a nuestra alma en el lugar correcto para sobrevivir sin lo que ya no tenemos, sin lo que fue nuestro y nos daba felicidad, la poesía es decirnos a nosotros mismo lo necesario, Eva se declara frágil, oye sus latidos y exprime sin piedad a los remordimientos, enruta el viaje con la brújula de la poesía.
¿A dónde he de ir a buscar mi destino?
¡En que frontera he de pedir mi nueva patria!
Tierra mía
Edén perdido
Que estéril se quedó mi cielo
Abandonado de ti, condenado al olvido
(«Destino», Pag. 14)
El cielo que bajo su vestido esconde un suspiro
Lo más certero de una catarsis es que el acontecimiento que es el poema se nos muestra abierto a la intemperie de la significación. Los textos de Eva adquieren una magia inesperada que nos permite revivir algunos abismos ¿Qué de bueno tiene recordarnos lo añorado, lo que sufrimos? La respuesta a esta pregunta es la poesía misma que capta y captura mundos que habitamos dentro de nuestros mundos. El poder de la palabra nos salva al hacernos vulnerables de la vulnerabilidad de esos mundos que habitamos a veces muy a nuestro pesar. ¿Red de protección? Poesía, entendámoslo bien. La fuerza no es sino dolor y los poemas “dolorosos” de Eva Trujillo advierten y señalan la plenitud instantánea de la palabras colocadas desde el corazón. En el corazón hay un cielo que esconde un suspiro.
Huérfana, viuda, migrante
Desde la soledad, la autora se muestra en su carencia, en lo que le falta y ahí se completa en la soledad del lector que hereda la conciencia de abrir el movimiento exterior que nos lleva al interior. El modo de decir y lo dicho flota lo que acentúa nuestra existencia, descubrir los inexplorados registros de nosotros mismos es un aprendizaje. Las tres condiciones de Eva, huérfana, viuda y migrante, son simple y sencillamente la descripción de su persona, de su semblante social. Convencida de su intensidad, recorre los bordes para reconocer sus limites. La intensidad amenazadora de su poesía capta el impulso de los que al mirarse al espejo descubren sus instintos.
El pensamiento te busca
Si uno aprende de la soledad ya nunca más está solo. Emily Dikinson argumentó tajantemente: Si leo un libro y mi cuerpo se hiela hasta el punto de que no hay fuego que pueda calentarlo, entonces sé que eso es poesía, si me siento físicamente como si me arrancaran la tapa de los sesos, sé que eso es poesía.
Los textos de Eva tienen ese poder. Nos hacen reconocer mejor nuestros contornos, las sonoridades de nuestro ritmo interno, de las que aprendemos al enfrentarnos a nuestros propios miedos. Momentos indecibles que nos dicen todo lo que somos a partir de lo que fuimos. Nuestro rigor interno no admite explosiones silenciosas, el ruido se desata, nos desata, nos desamarra. La transparencia del sentido cobra sentido y lo cobra caro porque nos duele, pero de eso se trata, encontrar acomodo: la poesía nos acomoda. Por cierto, ya es otoño y si contemplamos la caída de las hojas, vemos como se acomodan y forman una alfombra, por ahí nos hace caminar Eva.