Actos de rebeldía
Flores en el desierto es un estudio sobre la poesía femenina regiomontana, específicamente la que se escribió en el área metropolitana de Monterrey en la década de los ochenta, los noventa y los primeros 10 años del 2000. Y aunque no es una antología en sí -esto lo aclaro porque el último capítulo del libro contiene una muestra de poesía con obra de 31 poetas- los otros diez restantes abordan momentos y espacios históricos donde las mujeres pudieron desarrollarse y mostrar su poesía. Épocas -ahora lejanas, más por los avances en cuestión de igualdad de derechos en cuestiones de género que por el tiempo transcurrido, en donde se entienden estos verdaderos actos de rebeldía.
Ernesto Castillo, el autor, refiere la valentía de las autoras al expresar en sus poemas deseos sexuales, querencias amorosas o fantasías. Y aunque ahora nos suene raro y hasta “machista” esa observación, sin duda esto permitió que se abrieran caminos que detonaron la normalidad de escuchar la voz poética femenina insertada en el canon poético regiomontano.
Cierta perpetuidad
Para publicar poesía se necesitan espacios, y los hay y los hubo, antes más que ahora. Castillo comienza citando dos espacios fundamentales abiertos por el periódico El Porvenir: «Rincón poético», el primero, usado mayormente por mujeres que escribían poesía muy elemental y enfocada a temas religiosos o de conmemoración de fechas (14 febrero, 10 de mayo). Y en segundo lugar el suplemento cultural “Aquí vamos”, donde se destacan las colaboraciones de Leticia Herrera. Luego aborda dos espacios de el periódico El Norte: «De los talleres» y «Ensayo», donde básicamente se hacía el mismo distingo que en El Porvenir: la primera publicaba a miembros de los talleres literarios y la segunda a autoras más profesionales.
Dos revistas literarias son destacadas en este estudio: Deslinde, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, y Oficio, revista contracultural dirigida por Arnulfo Vigil. Muy distintas entre sí, pero coincidían en una cosa: publicaban poesía escrita por mujeres desde sus inicios.
La eterna Eva
Si bien es cierto que las mujeres poetas siempre han publicado y han sido incluidas en colecciones y en antologías, solamente una colección exclusivamente dedicada a la poesía femenina regiomontana se ha hecho en la historia de la literatura de este árido reino. Fue la que sacó en el año de 1995 la editorial Castillo, que incluía los siguientes títulos: Mujer dando la espalda, de Jeannette Clariond, Zumo, de Gloria Collado, Visión de la bestia de María Belmonte y Caracol de tierra de Leticia Herrera.
Sirenas en minifalda
La investigación cierra con la muestra poética de 31 autoras: Leticia Herrera, Lucía Maluy Mijares, Magucamar, Minerva Margarita Villarreal, María Belmonte, Graciela Salazar, Patricia Laborde, Margarita Ríos Farjat, Julieta Rene, Marisa García, Graciela Salazar, Yalile Ficachi, Elizabeth Hernández ,Tania Gerard, Lourdes Falcón, Jeannette Clariond, Patricia Laborde , Adriana Esthela Flores, Leyla González, Lourdes Olmos, Elizabeth Hernández, Lucía Yépez, Ofelia Pérez, Mariana Pérez Duarte, Liz Durant, Bertha Mónica Treviño, Julia V Caballero, Yolanda Aguirre, Virginia Leija y Virginia Rodríguez.
Todas ellas, como Penélope, escriben sonetos, como Eurídice, leen salmos, como Helena, dominan, como Venus, recitan, como Eva, incitan, y como Magdalena, recorren estrofas. Todas ellas regias, juntas o separadas, mujeres de distintas épocas que abarcan todos los tiempos con su poesía, todas ellas sin el menor recato y con el atrevimiento más natural hablaron en un lenguaje poético.
La ruta entre tu espacio y mi locura
es apenas un girón de tiempo abierto
que en plena madrugada nos sorprende
tendidos en el sueño cotidiano
como náufragos llegamos
como náufragos
buscando su isla prometida
entretejida
en las alas inmensas del océano.
Envueltos en la magia del desierto
el día no basta.
(Patricia Laborde, Ensayo, pág., 184)