Según una entrevista que le dio al diario La Nación, la primera vez que Ary Barroso la oyó cantar, le preguntó: “¿De qué planeta vienes?” Y ella contestó: “Del mismo que usted, del planeta del hambre”.
No mentía. Elza Soares nació en una favela de Río de Janeiro en 1937, y no conoció sólo el hambre, también la violencia y la tragedia. Obligada por su padre a casarse a los 12 años, a los 13 ya era madre de un hijo. Tuvo cinco más, y algunos de ellos murieron a causa de la miseria. A los 21 quedó viuda. La samba fue su salvación.
Para finales de los años cincuenta ya se había convertido en una de las figuras más deslumbrantes de la música popular brasileña. Pero no vendrían mejores tiempos. En los años sesenta se casó con Garrincha (futbolista campeón del mundo con Pelé en 1958 y 1962), un matrimonio marcado por el escándalo y la violencia de género. Y pasó los siguientes años entre accidentes, separaciones y la muerte de otro de sus hijos, lo que la mantuvo en una profunda depresión y lejos de los escenarios por cerca de una década.
Su resurgimiento se dio a finales de los años noventa, y en el año 2000 la BBC la nombró “Cantante del Milenio”. Así, la Diva de la Samba podría haber pasado sus últimos años con la tranquilidad de una trayectoria celebrada, pero prefirió apostar por una renovación sonora. Algo no extraño si tenemos en cuenta que en los sesenta fue de las primeras que introdujeron el jazz en la música brasileña.
La sorpresa vino de la mano con A Mulher do Fim do Mundo (2015), el disco con el que Soares sorprendió a la crítica con un una mezcla entre rock, música electrónica y MPB, una apuesta sonora que algunos llamaron samba punk. Y con letras filosas en las que habla sobre feminismo, violencia de género, negritud y cuestiones sociales. Un verdadero ajuste de cuentas con su propia vida, que la llevó a nuevas audiencias y a festivales como Rock in Rio y Primavera Sound.
Ahora, Soares redobla la apuesta con Deus é Mulher, un álbum que desde el título plantea su (re)afirmación de principios y un interés por lo espiritual. La Diva regresa con una colección de canciones donde desnuda aún más sus convicciones, y donde vuelve a hacer mancuerna con Guilherme Kastrup, con quien trabajó en A Mulher do Fim do Mundo.
“Mi fe es la que me hace quien soy / no necesito que nadie me guíe / que nadie me diga lo que puedo, lo que no (…) / no necesito que nadie me enseñe / que el amor es el dios que no cabe en la religión”, apunta en “Credo”, uno de los vibrantes tres temas que cierran el disco, mientras que en “Dentro de Cada Um” hace una letanía de mujeres violentadas sobre las que habremos de reflejarnos los unos con los otros. En “Exú das escolhas”, participa el rapero Edgar, en una crítica a la educación religiosa y al desprecio a las religiones afrobrasileñas en un supuesto estado laico.
Deus é Mulher es un álbum que mantiene la inquietud creativa de Soares y si bien carece de la sorpresa de su celebrado A Mulher do Fim do Mundo, es uno de los discos más importantes del año, con una Diva que a sus 81 años sigue en plenitud de facultades, serena, sentada en su trono como la gran señora de la música popular brasileña. Una vida que hay que celebrar.
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