Trazos al carbón
Que tristeza me da que estén arrumbados libros que nos indican el rumbo de la poesía en el estado (insisto que hay un olvido permanente sobre las muchas antologías de literatura regiomontana y atender esto por supuesto es un rescate, una llamada de atención, o un grito desesperado en última instancia), sin embargo la poesía se defiende sola y algunos de estos jóvenes sobrevivieron a esta antología y seguro sobrevivirán a la juventud, porque la poesía a algunos les aplica el castigo o el premio llamado Dorian Grey.
Zaira Espinosa, lectora ávida y oportuna, valora el momento (la primera década del siglo XXI, en este caso) y revisa a 10 jóvenes poetas de este árido reino nacidos entre los años 1985 y 1993, cuyas edades al momento de la aparición de esta antología (2011) fluctuaban entre los 18 y los 26 años. 8 son mujeres y 2 hombres y todos egresados o cursando una carrera universitaria en la UANL. ¿Arriesgado ejercicio? Por supuesto, arriesgado y necesario. Además la antóloga se sale con la suya; no solo por la selección, donde predominan las creadoras, sino porque los invita no solo a que se inserten en una tradición literaria, también a que creen una nueva; como diciéndoles: «pues ya que andan en eso…».
En los momentos muertos me asalta la duda
de saber si está oscuro por dentro del cuerpo
y siempre recuerdo, en los momentos vivos
que la oscuridad solo es posible mediante el vacío
Natalia Luna, «Cementerio», fragmento. Pág. 75
Pero, observando los criterios, la antología adolece desde un principio de visión periférica: Se centra en mujeres, se centra en universitarios de la UANL solamente; además, solo tres autores habían publicado un libro en ese momento (aunque tratándose de poetas jóvenes este criterio no debería ser criterio) y la mayoría habían sido convocados a el ciclo de lecturas Verso Norte. ¿Por qué puntualizo esto? Porque observamos que la nueva camada de escritores son surgidos de la UANL. Brillan entonces por su ausencia los nuevos poetas que se están gestando en la UR, en la UDEM y en el Tec, en donde sin duda también se realizan talleres y eventos , aunque estás universidades (salvo el Tec) no manejan ningún programa editorial donde estos puedan tener cabida.
Versos y rasgos
Zaira presenta a cada poeta distinguiendo algún rastro visible: De Xitlally Rivero (1985) la intimidad de su poesía, el tono introspectivo de Diana Garza Islas (1985), de Sergio Pérez Torres (1986) el hermanamiento del aire y los sentidos, de Jehú Coronado (1987) el enjambre resultado del enamoramiento y la ausencia, de Ignacio González Cabello (1987) la sonoridad y la experimentación, de Alejandra Segura (1988) la fusión entre la ciudad y la mujer, de Natalia Luna (1989) sus tonalidades que la distinguen, de Alexa Legorreta (1990) la frescura de sus paisajes sensoriales, de Cecilia Farías Calderón (1990) la velocidad, la fecha, los insomnios; y de Sofía Gabriel (1993) palabras jadeantes y resueltas.
Los rumbos de los inadvertidos
Valorar la actividad poética, en este caso de jóvenes autores, es sin duda trabajo de los lectores y de los críticos. Zaira es lectora y es crítica, por supuesto, y acercar a los que se acercan a las letras siempre se agradecerá. A casi diez años de esta revisión han despuntado Sergio Pérez Torres y Diana Garza Islas, han bajado la guardia otros tantos, y, por supuesto, se han sumado nuevas nuevas voces. El sueño y el sol nos permitió soñar desde entonces así despiertos, así asoleados por culpa de la poesía. Los que cambiaron de rumbo o lo corrigieron, los que desertaron, los que se sumaron, los que se ignoraron a si mismos en el oficio de la escritura solo nos demostraron una cosa: la poesía es el rumbo.
Estar aquí
postrada al switch de escenografías sin fin y – al fondo
esta campana que insiste
esta casi melodía
este casi sin
nexo alguno con alguien
– aunque con sombrero ajeno-